Denise Fresard

Denise Fresard Moreno (1964)

Estudió Literatura en la Universidad de Chile.

Se ha desempeñado como editora, docente e investigadora.

En 1997 dirigió el primer taller literario en Balmaceda 1215, dando pie al libro “10 Años de Poesía en Balmaceda”, 2010.

En 2004 publicó la investigación “Una Re-visión al Rostro de Chile” que sirvió de catálogo a la exposición de diez fotógrafos chilenos.

En 2007 publicó el libro “Antonio Quintana 1904-1972”.

Asiste al taller literario de Diego Muñoz Valenzuela.

Tu exilio

Recuerdo aquella calle, tu calle, donde tú vivías, era una cortita donde florecían ciruelos. Recuerdo que caminamos muchas veces esa vereda tapizada de hojas y flores. Que nos sentamos en la solera y que hablamos de la vida como si fuera un trofeo.

Recuerdo que en el otoño amontonaban las hojas para que nosotros las pateáramos. Tu calle con nombre santo, la de los números sin cero. Allí te vi la primera vez que te vi. Distraído en un detalle. Extraviado en algún pensamiento. Allí te vi, la última vez que te vi. Parecías mirar un horizonte lejano y sonreír a propósito para no llorar, tal vez.

Graduación

Miré una vez más las habitaciones que dan al pasillo. Las que por tanto tiempo fueron el lugar de mis sueños. Testigos de tanto deseo no cumplido. Miré por última vez, con nostalgia, sabiendo que no podía dar pie atrás, y que mi camino se abría lejos de allí, sin ninguna seguridad, al abrigo sólo de una quimera. Pero no me flaqueó la confianza al reconocerme débil, impaciente e incompleta.

Aunque yo ya no estuviera allí, aquellas habitaciones seguirían allí con sus ventanales llenos de sol. Desde esas ventanas miraba la plaza y podía ver el tono aceitunado de sus niños. El Chico Andrés seguiría cantando por unas monedas. Y Nancy, la de los bracitos torcidos a causa de la furia de su padre, seguiría allí. Ellos seguirían esperando por horas aquel camión que anunciaban con silbidos y piedras, para que les permitieran hurgar imperturbablemente en la basura. A ellos tanto les concernía  abrir aquellas bolsas, como si esperaran encontrar tesoros entre los deshechos.

El día en que los descubrí comiendo de aquellas bolsas, se me quebró la voz mientras preguntaba a mi padre por la justicia. Aquel hombre áspero y templado que era mi padre, se quedó mirándome como quien mira a cualquier idiota: – En la vida, lo único que importa es el dinero – dijo.

Vaya si tenía razón.

Clon

Ella cruzó la calle y me senté en el café de la esquina. Extendió un pequeño periódico frente a mí. Se puso los anteojos y vi mucho mejor. Se bebió el café reconfortándome. Luego quedó extasiada por el sol de la tarde y me relajé contra el respaldo de la silla. Muy pronto llegó él. Ella sonrió. Él se sentó junto a mí. No dijo nada cuando él me besó. Tomó su brazo y me fui caminando por el boulevard. Se veía divertida y enamorada. La envidié.

***

 Microcuentos leídos en el III Encuentro Chileno de Minificción “Sea breve, por favor”. Valparaíso, junio del 2011.