Philip Roth: centinela literario

Por Javier Edwards (Desde Nueva York)

 Más de 30 libros publicados, la mayor parte de ellos novelas, Philip Roth, nombre constantemente rumoreado para el Premio Nobel, se ha convertido en una suerte de institución narrativa, un hito de lectura imprescindible, y en el centinela, el vigilante irónico, cáustico e impío de la cultura estadounidense. Némesis, su más reciente novela, ya se encuentra en Chile. 

De origen judío, nacido en Newark, New Jersey, y personaje familiar en los círculos intelectuales neoyorquinos, Philip Roth es a la literatura, lo que -de algún modo- Woody Allen al cine. Un ícono, un personaje y obra inevitable de referencia, un observador de formas, costumbres, comportamientos que desnudan el absurdo, las neurosis y obsesiones de la cultura, del sistema de vida del país más poderoso del mundo. Pero, si bien ambos comparten el uso del humor en el retrato descarnado de los tics norteamericanos, el escritor es, en definitiva, más duro, menos complaciente.

Desde su primera novela, Adiós a Columbus (1960), merecedora del National Book Award, hasta la recientemente publicada Némesis (Mondadori, 2011), Philip Roth ha recibido una lista interminable de premios y reconocimientos literarios, tales como el Pulitzer por Pastoral Americana (1997); la Medalla Nacional de las Artes, otorgada por la Casa Blanca (1998); la Medalla de Oro de Narrativa de la American Academy of Arts and Letters (2002); varios Pen Awards, en una serie que también incluye reconocimientos internacionales del más variado origen. Y es que resulta imposible dejar de reconocer la potencia de sus textos, la agudeza con la que ha retratado la situación de los inmigrantes judíos en los Estados Unidos, la destreza narrativa para hacerse cargo de unos de los retratos culturales más ambiciosos y consistentes de nuestro tiempo. No resulta exagerado decir que para una cabal comprensión de ese complejo puzzle de razas, culturas, ambiciones y esperanzas que es Estados Unidos, la lectura de Roth se ha vuelto casi imprescindible. Novelas como El lamento de Portnoy, su «Trilogía Americana» (que incluye Pastoral americana, Me casé con un comunista y La mancha humana), La conjura contra América, y los textos más recientes: Sale el espectro, Elegía , Indignación, La Humillación y Némesis, por citar algunas, componen un cuadro desmitificador en el que el concepto del sueño americano se desmonta de modo irremediable. Como bien dice Hermione Lee en su libro titulado Philip Roth (1982): «Las míticas palabras en las que la generación de Roth fue educada -éxito, patriotismo, creatividad- son desacralizadas; ambición, miedo, racismo y ambición política son descubiertas e instaladas como las fuerzas activas detrás de los ideales americanos».

Fatalidad de las elecciones

Su más reciente novela – Némesis – continúa el trabajo del observador y agrega nuevos trazos, perspectivas, a un retrato social e individual cada vez más preciso y completo.

Esta vez, es el turno de Eugene «Bucky» Cantor, personaje que, a los 23 años, debe enfrentar la plaga de polio y, también, sus propias limitaciones. Némesis es el relato de alguien privilegiado, una persona que no hace daño y no es culpado de nada, pero a quien, sin embargo, el absurdo acontecer de la vida lo pone en una situación incomprensible que desata su indignación, la ira. Cantor era feliz y saludable, tenía un trabajo que le gustaba, una novia a la que quería, se había logrado eximir del servicio militar (en los años de la Segunda Guerra Mundial), éstas eran las circunstancias que definían la vida del personaje, justo en el momento en que se produce el brote de polio en toda su violencia. Él no se amedrenta y con la fuerza que le da la seguridad de su condición excepcional enfrenta la peste dedicándose a luchar contra ella, trabajando con los niños infectados, intentando crear un ambiente de normalidad que no es tal, hasta que algo, un hecho que no se alcanza a explicitar, lo hace cambiar de actitud. Y en este cambio, pero también en su comportamiento anterior, Roth deja sembrada la pregunta por el tipo de elecciones que fatalmente dan forma a la vida de un ser humano o una sociedad. Una vez más las claves para leer la historia particular del protagonista y la metáfora de las opciones y errores de Estados Unidos; la ceguera que muchas veces determina el comportamiento humano. Cantor despierta en medio de la plaga con el deseo de convertirse en héroe, pero, inexplicablemente, se convierte también en fuente de contagio, en un enfermo que lleva, con su ignorancia y voluntad de ayuda, la enfermedad más allá del campo de recreo donde surge el brote. Las conexiones y significados se multiplican, entonces, como el virus de la polio y esto es lo que hace a Roth el autor de la talla que tiene: «Nunca más volvimos a ver al señor Cantor por el barrio. El resultado de la punción lumbar que le hicieron en el hospital de Stroudsburg dio positivo, y aunque no mostró síntomas durante las cuarenta y ocho horas siguientes, lo llevaron al pabellón de infecciosos, donde no podía recibir visitas. Y finalmente empezó el cataclismo: el monstruoso dolor de cabeza, el agotamiento debilitante… No volvió a enseñar educación física en Chancellor ni a supervisar el centro de verano, ni realizó el sueño de convertirse en entrenador de atletismo en Weequahic». Cantor terminó convertido en un indignado funcionario administrativo, el reverso del héroe que alguna vez imaginó.

Precisión narrativa

Y es que Roth es Roth. Lanzado a una carrera contra el tiempo y contra sí mismo, y decidido a escribir sin tregua, lo que caracteriza su obra es la lucidez. Precisión narrativa en el trabajo crítico de representar -mostrando- los bemoles, las debilidades, las verdades humanas y culturales de una sociedad que se ha dibujado a sí misma de modo complaciente y propagandístico. Lucidez, el saludable virus (o antídoto) que sus libros han inoculado en un país que de modo progresivo toma conciencia crítica de sus problemas y del rol que éstos han jugado doméstica e internacionalmente.

El más general de los temas tratados en la narrativa del escritor se origina en algún aspecto biográfico y, asimismo, la más singular de sus historias se transforma en la parábola de un fenómeno colectivo. Los judíos en América, la pérdida, la culpa, el arrepentimiento, la vejez, el rol de la sexualidad entre los motivos del actuar humano (motor primero y último), el compromiso moral y la validez o función de la moralidad misma, son sólo algunos de los muchos temas y conflictos existenciales por los que se pasean los personajes y tramas de Philip Roth. Y éstos se presentan una y otra vez, de texto en texto, comunicando experiencias, historias, relatos, configurando una obra que desde el primer momento el autor ha visto como un todo. Un legado literario en el que ha decidido que no sólo quiere dejar relatos aislados, temas coyunturales, fragmentos imaginarios sino una obra minuciosa y completa. No una radiografía, sino un scanner impúdico en el que se elimina cualquier posibilidad de hipocresía. Así, entonces, la obra de Roth se agrupa bajo la presencia de sus personajes o el rol del mismo autor en ellas, como las novelas de Zuckerman, de Roth, de Kepesh y las otras: 27 en total, más libros de ensayo y otras colecciones, para constituir una ópera magna que le ha merecido el honor de ser el único escritor norteamericano vivo que está siendo publicado en una edición completa y definitiva por la Library of America.

Merecidos reconocimientos para un escritor que no se doblega frente a temas tabú, para el que no hay convenciones estéticas que deban respetarse al momento de narrar. El ojo crítico es, para Roth, implacable. El único compromiso moral es contar, mostrar lo que está detrás de lo que se quiere mostrar, lo que verdaderamente es.

Así, Roth es de esos escritores que deberíamos importar, autor cuya divisa creativa debiese convertirse en paradigma cultural, narrador que debe leerse porque su lectura rompe la cáscara de los engaños y los falsos intereses, comprometiendo al lector con una mirada desmitificadora de lo que se suele construir como realidad, sin serlo. Entre sus textos breves, uno de mis preferidos es La Humillación, la historia de Simon Axler, un actor famoso que pierde la capacidad de representar y de creer en lo que hace, al mismo tiempo que descubre, con la llegada de la vejez, la desbocada reaparición de la pasión sexual. Escrita impecablemente, en este texto de sólo 155 páginas, Roth presenta la historia concreta de su personaje, la de muchos seres humanos que pasan por la misma crisis de identidad y, también, una aguda mirada sobre los Estados Unidos posterior a la crisis de confianza que ha generado los atentados del 11 de septiembre de 2011 y la crisis financiera del 2008.

Némesis o «indignatio»

Un ejercicio similar vemos en Némesis, obra que se inscribe en la tradición de Diario del año de la plaga, de William Defoe, y La Peste, de Albert Camus. En esta novela, Philip Roth vuelve a explorar las manifestaciones de la envidia, revancha, venganza e indignación como formas habituales del comportamiento humano ante lo que no entiende, le produce miedo o le resulta desconocido. Comportamiento irracional e inevitable, tan difícil de explicar o justificar como de erradicar, la némesis griega -o indignatio, en su traducción latina- se vuelve metáfora y explicación a través de esta historia que se desarrolla en su natal Newark, New Jersey, durante la plaga de polio que afectó a los Estados Unidos el año 1944.

Como es habitual en las obras de Roth, el texto descubre un tema de forma magistral y lo indaga, lo escudriña, con la precisión de un cirujano que hace gala de su buen uso del bisturí, cortando minuciosamente hasta llegar a lo más recóndito. Philip Roth nos lleva a entender no sólo el significado de los personajes en la concreta situación que los afecta en ese específico país, pueblo y año, sino también el de tantas otras formas de reacción indignada frente a los miedos que nos acechan, como silenciosos mecanismos: un virus o bacteria que se despliega sin control; la diferencia de una raza, una cultura, una creencia o un comportamiento que no entendemos; o el ejercicio por otros de una libertad que seduce, pero amenaza la seguridad del mundo conocido.

En Némesis, Roth maneja con oficio y astucia el suspenso de la historia, llevando al lector hasta un punto de quiebre implacable, que no admite subterfugios y que muestra la cadena de hechos que presenta como el resultado de una sorda maquinación del destino, la articulación del tipo de condiciones que llevan a un sujeto o a una colectividad a realizar el tipo de actos que en un momento parecen nimios y, vistos en retrospectiva, se descubren como un error fatal.

Y, aunque habrá quien sostenga que Némesis no pone a prueba la cuerda creativa del propio Roth, es indiscutible que esta novela confirma su incisiva mirada sobre la condición humana y constituye uno de esos textos que obligan al lector a pensar de qué modo, en qué momentos, su propia vida y la de los que lo rodean han sido víctimas de esta indignatio y de la mano de ella han adoptado decisiones que cambiaron para siempre la suerte -buena o mala- de sus destinos.

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En: Revista de Libros de El Mercurio