¿Se atreve usted, don Jano?, novela de Cristian Cotett

Por Julián Avaria Eyzaguirre

 

“Hay algo en él que parece complacerse con todo este cruel proceso”, escribe George Orwell sobre la obra de Jack London, señalando su eterna atracción hacia el tema de la lucha por la vida y la crueldad de ésta.

Bien podríamos plagiar la frase del autor de la afamada La rebelión en la granja para referirnos a la primera novela de Cristian Cottet, el poeta, hasta entonces Jano –el protagonista- es un hampón atraído por la aventura (quizás sea más correcto decir desventura). Un gañán cuya única maldad es querer ganarse el pan del día y por cierto, una cervecita para bajar la sequedad de la marraqueta añeja.

Leyendo a Se atreve usted don Jano, es imposible no recordar a Aniceto Hevia. Si entrelazáramos párrafos de Manuel Rojas y Cottet, sería difícil percibir de quién es cada línea. Si bien Aniceto le gana al Jano con los kilómetros recorridos, y por ende, posee más horizonte, más creación, Jano supera con creces muchas escenas, especialmente aquellas de cárceles y calabozos provincianos. Antros de suelos terrosos que te dejan un sabor de incómoda verdad y nada tienen en común con las briosas prisiones de película hollywoodense.

Y ya que Hollywood sale a colación, cómo no mencionar la cruda película Midnight cowboy (1969) de John Shlesinger, con las recordadas actuaciones de Dustin Hoffman y John Voight, que interpretan de forma brillante el arquetipo de los Aniceto Hevia, de los Jano, de los Martin Eden.

Debutar en el género de la novela cuando se tiene la chapa de poeta, no es tarea fácil. Lo sabe con creces el endémico Raúl Zurita y El día más blanco. O viceversa, citando por ejemplo, los Poemas de un novelista de José Donoso.

Pero hay casos como el del rancagüino Óscar Castro donde la pregunta queda latente. ¿Poeta o novelista? Tras leer La vida simplemente y Llampo de sangre uno concluye: Ambas, qué duda cabe.

Tampoco queda en duda la prosa de Cottet. Una narración en primera persona donde el Jano habla de forma atarantada, sin pausa, sin permitir interlocuciones. Como aquellos viejos beodos que te topas en La Piojera y lo único que quieren es que los escuches y te calles. Les perdonas los deslices ortográficos y lo reiterativo de su perorata, porque son viejos choros, que a pata pelá y chuzo en mano, te llevan varios cuerpos de ventaja.

En principio, no se entiende a qué se debe la inclusión de esta novela en la serie Crímenes Criollos, de editorial Mosquito. Antes que una novela policial, ¿Se atreve usted, don Jano? es una novela de aventura. No hay asesinatos. No hay persecuciones a sicópatas. No hay detectives como Heredia o Cayetano Brulé. El único crimen que queda en evidencia es la injusticia social. Aquella realidad, triste y absurda, donde los que nacen rompiéndose el lomo, morirán con el pe$o de los ricos sobre sus espaldas jorobadas sin llegar a casarse nunca con la hija del patrón. Este sí que es el crimen perfecto. ¿Dónde están estos homicidas?