Fernando Iwasaki nació en Lima, Perú, el 5 de junio de 1961. Es narrador, ensayista, crítico e historiador.

Ha escrito numerosas novelas, ensayos y cuentos. En relación a la microficción, ha publicado Ajuar funerario, Páginas de Espuma (Madrid, 2004) y «Fantasías Textuales», en Helarte de amar, Páginas de Espuma (Madrid, 2006).

Desde 1989 reside en Sevilla, donde es columnista del diario ABC y director de la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco.

IM: Como escritor, ¿qué elementos consideras que debe tener un microrrelato para ser eficaz?

FI: Para que no sea un chiste, ni un aforismo alargado, ni un poema en prosa, el microrrelato tiene que contar una historia y ser una mezcla de haiku, horóscopo y videoclip.

IM: ¿Cómo y desde cuándo nació tu pasión por el microrrelato?

FI: La verdad es que yo no quería escribir «microrrelatos», sino cuentos brevísimos como los de Arreola, Denevi, Cortázar y Borges. Ahora me veo conminado a formular teorías sobre el microrrelato, pero me salen cortitas.

IM: ¿Por qué crees que se ha producido el auge reciente de la microficción?

FI: Como nadie se ha hecho millonario escribiendo microrrelatos, descartemos los móviles económicos. Para mí, el auge se reduce a una intensa dedicación de ciertos editores, críticos, lectores y escritores.

IM: Como lector, ¿qué autores y/o libros nos recomendarías?

FI: Arreola, Denevi, Cortázar y Borges, por supuesto. Y Ana María Shua, Pedro Ugarte, Andrés Neuman y José María Merino.

IM: ¿Qué consejo le darías a los microrrelatistas que recién comienzan?

FI: Si recién han comenzado, que terminen rápido. No sea que les salga una novela.

IM: ¿Quiénes son en tu opinión los principales referentes del género en tu país?

FI: Julio Ramón Ribeyro en las «Prosas apátridas» y Ricardo Sumalavia con «Enciclopedia Mínima».

Un cuento: «El espejo y la máscara» de Borges.

Una película: «Sueños de un seductor» de Woody Allen

Una canción: «A Day in the Life» de los Beatles

Una comida: Cebiche mixto

Una frase: «Toda regla tiene una excepción. Esta es una regla» (Bertrand Russell)

Una ciudad: Nueva York

Una alegría: Los hijos

Un equipo de fútbol: La U de Lima, el Betis de Sevilla y el Newell’s de Rosario.

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El apócrifo Frankestein

Por Fernando Iwasaki

María sabía que era su culpa, que no tenía que haberlo reñido cuando echó a volar aquellos pajarillos de barro después de soplarlos. Por eso no quiso decirle nada cuando lo vio de nuevo jugando en el lodo. ¿Cómo podía saber lo que estaba haciendo, por Dios? ¿Qué le diría ahora a José? Cuando lo vio entrar -encorvado y arrastrando los pies- le hizo prometer a Jesús que nunca más jugaría de nuevo a soplar figuras de barro. Pobre José, un hijo más y siempre virgen.

Le llamaron Judas.

 

En: Internacional Microcuentista.