Entrevista con David Lagmanovich

David Lagmanovich nació en Nicolás Bruzzone (Pcia. de Córdoba, Argentina), en 1927. Actualmente reside en la ciudad de San Miguel de Tucumán, República Argentina.

En relación a la microficción, ha publicado Microrrelatos (Tucumán, 1999); La otra mirada. Antología del relato hispánico (Palencia, 2005); El microrrelato. Teoría e historia (Palencia, 2006); El microrrelato hispanoamericano (Bogotá, 2007), y seis libros de sus propios textos de minificción, entre ellos La hormiga escritora, Casi el silencio, Menos de 100, Los cuatro elementos y su reciente Historias del mandamás y otros relatos. También ha escrito varios libros de poesía.

Es uno de los grandes referentes del género, admirado por los autores consagrados y los nóveles escritores.

1) ¿Qué denominación prefieres para el género brevísimo y por qué?

Prefiero «microrrelato», porque en sus dos componentes me parece que se define bien: es decir, el carácter del texto y las dimensiones del mismo.

2) ¿Cómo y desde cuando nació tu pasión por el microrrelato?

He escrito textos críticos sobre los que entonces considerábamos «cuentos» o «cuentos breves» desde la década de 1970. A partir del II Congreso Internacional de Minificción (Salamanca, 2002) mi interés comenzó a tomar un doble carácter: la escritura de microrrelatos y su consideración crítica.

3) Como escritor, ¿crees que existe alguna fórmula para escribir microrrelatos? ¿Cuál?

No, no creo que exista una fórmula única, y no creo que deba haberla. La escritura, desde la vastedad del ciclo novelístico hasta la brevedad formal del microrrelato, debe ser siempre el territorio de la libertad.

4) Como lector, ¿prefieres las antologías de microficciones o los libros de un solo autor?

Las antologías son útiles en cuanto nos alertan sobre figuras importantes en el paisaje literario. Pero el libro de un autor es su mejor carta de identidad, y no hay que convertirse en un lector de antologías, sino de aquellas obras unitarias que mejor representen la personalidad de un autor.

5) ¿Qué consejo les darías a los microrrelatistas que recién comienzan?

El mismo que vale para cualquier otro género: en primer lugar leer, leer muchos textos del género elegido, de diversas épocas y diversos orígenes («¿has leído a Kafka, a Örkény, a José María Merino, a Pía Barros?»); no ir a esa lectura con preconceptos; y luego elegir –para tu creación individual– el camino que mejor refleje tu visión del mundo y de los seres humanos.

6) Además de la literatura, ¿qué otras cosas te apasionan?

La música y la conversación con seres inteligentes, cultos o no.

Un libro: Jorge Monteleone (comp.), 200 años de poesía argentina.

Una película: «Amarcord», de Fellini.

Una canción: «A mi manera», o sea «My Way», en la versión de Frank Sinatra.

Una comida: La polenta, en el estilo de Udine y otras regiones del norte de Italia; y otros platos característicos de la cocina de los pobres de cualquier país.

Una frase: Cualquiera de las frases que inician un libro, y que con ello te atrapan.

Un equipo de fútbol: River Plate.

Un lugar en el mundo: De los conocidos por mí, Brujas (Bélgica); de los que desearía haber conocido, San Petersburgo (Rusia).

Un microrrelatista: José María Merino.

 

Títulos – por David Lagmanovich

Mi amigo escritor publicó un libro de microrrelatos que tituló La hormiga escritora. Los textos incluidos eran diminutos y tenían cierta mordacidad que evocaba la picadura del insecto. El libro, de distribución gratuita, fue bien recibido por sus parientes y amigos, entre los cuales tengo el honor de contarme.

Luego compuso otro volumen, llamado La tortuga veloz. No tuvo el mismo éxito porque, a pesar de las implicaciones del título, quienes lo adquirieron lo consideraron de lectura un tanto laboriosa, lo que perjudicó la venta de la obra.

Ahora mi amigo está a punto de intentar la publicación de un tercer libro de minificciones, al que no sabe si titular El ciervo perplejo o, tal vez, La mosca que no sabía volar. En esas dudas se le van los días, y el libro no acaba de ser enviado al editor. Éste, por su parte, propone un título alternativo: El zoólogo ignorante.

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En: Internacional Microcuentista.

 

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