Por Sebastián Barros M.
Patiperro desde su nacimiento (nació en Madrid en 1936), la vida de este escritor está plagada de viajes y de las consecuentes historias que le pudieran suceder o que pudiera ver o que pudiera imaginar en el extranjero un chileno con ojo de narrador. Por las calles del mundo (Editorial MAGO, 2009) es un libro con distintos cuentos, en diversos lugares del mundo, donde se desarrolla la noción de ese Chile por contraste, pero también del viajero como fuera de lugar, en el sentido de el extranjero de Camus.
No pude más y en mi afán por llegar
era un duende errabundo
que se perdió sin poderte encontrar
por las calles del mundo…
Tango “Garras”
El mismo día que hacemos la entrevista, esa misma tarde, Letras de Chile le rindió un homenaje a Poli Délano por su “trayectoria y aporte incondicional a la literatura”. Me dice Poli, una vez terminada nuestra conversación, que haciendo un conteo de sus publicaciones para preparar un discurso para la tarde, ha llegado a la conclusión que ha publicado más de cuarenta obras, sin contar aquellas que tuvo que escribir como escritor fantasma.
No hay dudas que es uno de los escritores chilenos vivos más importantes, y esto se termina de reflejar en el anuncio que se hizo en el lanzamiento de Por las calles del mundo: será postulado para que el próximo año le den el Premio Nacional de Literatura.
Dentro de este contexto, con muchos reconocimientos en el país hacia su obra, aparece su último libro, que recoge una parte importante de sus experiencias, que tienen que ver con sus innumerables viajes: cuando chico vivió en distintos lugares por ser hijo de un diplomático, después tuvo invitaciones en calidad de escritor al extranjero y a esto hay que sumarle su exilio durante la dictadura militar. Por eso los escenarios de los cuentos son Kenia, Nueva York, China, México, Suecia, Francia, etcétera.
Lo interesante de este libro, es que en los distintos patiperros que protagonizan los relatos (que podrían ser Poli como no), vamos poco a poco encontrando, en ese constante estar fuera de lugar, a un Chile, o mejor dicho a una idea sobre chilenidad. Entre más nos alejamos, pareciera que estamos más cerca. Porque claro, en la falta está el todo, en lo blanco está el negro; en lo que no es, está.
¿Que significa “Por las calles del mundo” dentro de tu extensa obra?
Hace un tiempo se hizo una antología de mis cuentos con el Fondo de Cultura Económica; el libro estuvo dividido en tres partes: la primera era “Juventud divino tesoro”, donde se recopilaban relatos juveniles, con personajes vitales, jóvenes; después venía “Por las Calles del Mundo”, que eran cuentos que pasaban fuera de Chile, en otros países, relatando un poco la experiencia de los viajes; y la tercera era “No todo es color de rosa”, donde se juntaban narraciones más sórdidas, más conflictivas, que apuntaban al fondo del alma.
Me di cuenta que en Por las Calles del Mundo había varios cuentos interesantes, y además tenía otros, de la misma línea, que no estaban incluidos pero que perfectamente podrían haber estado. Después de la publicación de esa antología, todavía escribí más narraciones de “viajes”, entonces se nos ocurrió con un editor argentino la idea de hacer una recopilación de cuentos patiperros en un solo libro. Y ese resultado es este libro.
En el prólogo del libro hablas que el nombre Por las calles del mundo lo sacaste de tu padre, ¿me podrías explicar eso?
Mi padre tenía una serie de artículos sobre distintas partes del mundo. Él pensaba publicar un libro que se llamara Por las Calles del Mundo, que contuviera todos los artículos de los países en los que él había vivido o de los lugares que había visitado. Pero nunca publicó ese libro, quedó el título flotando y yo lo usé primero en la segunda parte de aquella antología de cuentos que te mencionaba y para darle título a éste. Y el nombre viene de un tango que se llama “Garras”.
Viajero desde muy chico: un papá diplomático, después viajes que te tocaron como escritor invitado, el exilio durante la dictadura… ¿Cuánto influye en tu vocación literaria estos viajes?
Yo creo que fueron importantes, no sé si en la vocación, pero sí en la formación. Primero, porque uno al vivir fuera de Chile, entiende mejor lo que es Chile. Lo entiende mejor por lo que no son los otros lugares a donde a uno le toca estar. Por lo que no es México, lo que no es Nueva York, o lo que no es Suecia. Entonces, uno entiende con más relieve, con más tonalidades las características nuestras y de nuestro país, de su gente. Luego, está la idea de que en todos los lugares donde yo he estado, siempre me pasan o veo cosas que pasan o conozco a personajes a los que les están pasando cosas, y ese es un poco el espíritu de este libro. En el fondo, son cuentos que pasan en Suecia, Nueva York, París, en la selva africana, en Japón, Kyoto, Pekín, Hong Kong, pero siempre con la mirada de un chileno que está viendo lo que pasa ahí o que está viviendo algo que pasa por ahí.
Se nota mucho también el concepto de chilenidad, ¿cómo lo entiendes tú y cómo crees que se desarrolla en estos cuentos?
Por ejemplo en el relato “Como buen chileno”, hay un rasgo típico de nuestra idiosincrasia, de nuestra manera de conducirnos al mundo, que es la sospecha y la desconfianza en el prójimo.
De estas ciudades que salen en el libro, ¿cuál te marcó más?
Yo creo que Nueva York me marcó bastante y Ciudad de México; aunque no sólo la capital mexicana, sino que todo el país, porque lo recorrí bastante. Y China, por lo que estaba pasando ahí, por el cambio social que se estaba realizando, parte del cual fui testigo a fines de los 50.
¿De África y esta relación que haces con Hemingway y con el monte Kilimanjaro?
Yo anduve en África, ahí no viví. Estuve de paso en un viaje medio turístico que hice. Y anduve por la zona en donde Hemingway iba a cazar, en la selva de Kenia, en la frontera con Tanzania, que es donde está el volcán Kilimanjaro que casi divide a las dos naciones. Anduve ahí en un safari y eso es lo que cuento en “Un leopardo en la cumbre de un volcán”, nombre que es tomado de un epígrafe de Hemingway, que dice más o menos qué puede haber andado haciendo un leopardo en la cumbre de un volcán, porque se encontró en la copa nevada de un volcán a un leopardo congelado.
Otro tema importante en el libro es la emoción del de afuera, del viajero, que incluso se nota en ese cuento que pasa en Chile, donde el personaje principal parece estar siempre fuera de lugar.
De repente pensé que el patiperro chileno podría estar tanto adentro del país como afuera, y el personaje de ese cuento de alguna manera es como un extranjero, un foráneo.
En “Aria para la cuerda de sol”, cuento que sucede en Nueva York, hay muchos personajes reales, nombres de personas que existieron de verdad, ¿De dónde nace este relato?
Ese cuento transcurre en Nueva York durante un verano y es el recuerdo que yo tengo de algunas cosas que sucedieron allá. Yo conocí a todos los personajes que están ahí, en general chilenos relacionados con las artes: un violinista, un pianista, un pintor, etcétera. El personaje central del cuento es un violinista que fue mi profesor de violín. Era un tipo muy talentoso que yo creo que era un genio, dio su primer concierto cuando tenía sólo cinco años. Si hubiera persistido, si hubiera tenido más disciplina, tenacidad y voluntad habría sido uno de los mejores violinistas del siglo XX; pero la vida lo fue llevando por algunos vericuetos y se fue perdiendo poco a poco. Muchos años después cuando yo estaba exiliado en México, me enteré de la muerte de este personaje, que era un personaje real y me impresionó; ahí nació entonces este cuento cuyo presente es cuando el personaje se está muriendo, él está agonizando y revive los hechos de ese verano en Nueva York.
Una de las cosas que se siente en este cuento, y que se va repitiendo en otros relatos, tiene que ver con la soledad. ¿Tú crees que una de las cosas que marcan al viajero es esta soledad, el sentirse y estar muy solo?
No sólo al viajero. Cuando yo junté los cuentos que iban a integrar mi primero libro que se llama Gente solitaria, le busqué un título. Como era primera vez que publicaba un libro, no sabía qué título ponerle. Le pregunté a mi padre y revisamos los cuentos y todos eran de personajes que andaban solos en el mundo, entonces de ahí salió Gente solitaria. Y eso ha sido también una constante: el solitario es uno de los marginados dentro de mis personajes.
Otra de las nociones que se nota harto en algunos cuentos es la del exilio. Tú estuviste exiliado en los tiempos de la dictadura, y en el cuento “Blowing in the wind”, que pasa en México, y dos que pasan en Suecia, “Nadie en Shepargatan” y “Marionetas”, tienen que ver con este tema.
“Marionetas” es un cuento escrito en los primeros momentos del exilio, en las primeras semanas, es un cuento escrito con mucho dolor, con mucha rabia.
Suecia fue un lugar emblemático del exilio chileno…
Y es donde yo llegué primero, antes de irme a México. “Blowing in the wind” es de un exilio más tranquillo, donde ha pasado tiempo, tiene que ver con el análisis del exilio pero ya con una distancia. “Marioneta”, en cambio, es lo contiguo, refleja la sensación inmediata de los derrotados, plantea una ruptura matrimonial no precisamente con el exilio, sino que con el retorno.
Ese contraste que se siente es claro, porque en el de Suecia vienes con Chile a cuestas, y en el de México pareciera que va a terminar con la vuelta al país. De alguna forma refleja lo que fue tu paso por tierras foráneas en ese tiempo, ¿Cómo fue esa experiencia para ti, el estar fuera de Chile?
Para mí no fue una aventura nueva estar fuera de Chile porque yo ya había vivido en México, en Nueva York, en China. Por lo que tenía cierta profesionalidad en estar en el extranjero, en viajar. Pero lo que sí fue una aventura fue el haber estado afuera como exiliado, eso es distinto, es otra cosa. Es una presión, un impedimento, una imposibilidad. Y no hay ningún exilio bueno aunque uno haga del exilio algo positivo. Hay personas que se echaron a morir y que se murieron finalmente, conozco casos. Pero también el exilio se puede convertir en algo positivo, en otra forma de lucha contra las circunstancias que lo produjeron. De hecho, en esa situación fue la primera resistencia brutal contra la dictadura. Y no estoy comparando la resistencia del exilio con los que estaban luchando aquí clandestinos, pero la imagen mundial de Pinochet se debe en gran parte al trabajo que se hizo
Piano-bar de solitarios es el nombre de una novela tuya, leí por ahí que es una de las obras narrativas chilenas más importantes que se hicieron en el exilio. Un poco con lo que estábamos hablando de lo positivo que se puede sacar del exilio, para ti también fue una forma de poder seguir generando una obra muy importante, y también lo que hablamos recién de la soledad, del impedimento y la rabia, ¿Cuánto influye el impedimento en tu literatura durante el exilio?
Claro, el exilio se introduce como temática, como fenómeno vital en ti. Muchas cosas de las que escribes, de las que crees, después o durante un exilio pueden ser profundamente marcadas, aunque no te lo propongas. Por ejemplo yo escribí en México una novela que se llama “El hombre de la mascara de cuero”. No tiene nada que ver con Chile, ni con la sociedad chilena, ni con la dictadura, ni con la represión, ni con el exilio. Los personajes son mexicanos y norteamericanos. Hay una vieja, una señora, y un luchador de lucha libre. Es una obra que pasa en los años cuarenta en Ciudad de México y sin embargo cuando uno la ve con detenimiento, los personajes son exiliados y están viviendo un extrañamiento con respecto a sus propios países. Y eso no fue una cosa que yo dije voy a escribir del exilio, pero me salieron esas historias. El gringo era un tipo que no podía volver a Estados Unidos por razones político-legales, ya que en una lucha sindical, en una pelea entre sindicatos, había matado a combos a un tipo, entonces no podía volver. Y la señora se había venido a México a enamorarse del pintor Diego Rivera y se había anclado obsesa con eso, y también había una nostalgia hacia su tierra.
Has hecho clases mucho tiempo sobre literatura norteamericana, y estar en Nueva York, un lugar donde hay muchos escritores que te han marcado, ¿Qué produjo en ti?
Todo lo relativo a mi vida en Nueva York lo escribí en un libro que se llama Memorias Neoyorquinas. Yo viví en Nueva York la pre adolescencia, antes de ser escritor y antes de saber que iba a ser profesor de literatura. Pero leía, y ya en Chile cuando supe que quería escribir, elegí una carrera que me fuera útil para lo que yo quería, que fue pedagogía en inglés. Y ahí me largué a leer a los escritores norteamericanos y terminé siendo catedrático de literatura norteamericana en la universidad, hasta el día del golpe.
En el prólogo, otra de las cosas que dice es que en Nueva York aprendiste a usar los puños…
En cada barrio había que pelearse con el matoncito local para poder entrar a jugar, para tener acceso al núcleo de muchachos que jugaban al baseball o al hockey o que patinaban.
Es una sociedad bastante violenta, se siente también en sus escritores, en su literatura, ¿Tú crees que tiene que ver también con tu literatura, que te influyó esa violencia?
No, mi vida en Nueva York influyó en el hecho de que yo fuera escritor. Las experiencias que tuve ahí fueron cosas que se grabaron muy fuertemente en mi memoria, en mi disco duro.
Este año salió Memorias de Nueva York y Por las Calles del Mundo, libros donde se recoge tus vivencias, ¿Crees que ha llegado una etapa en donde la experiencialidad de tu vida va a influir en la literatura que estás haciendo?
Yo siempre he sido un escritor experiencial. Siempre he partido de mis vivencias, de mi conocimiento de los personajes del mundo, de la vida, más que de la imaginación o de las lecturas.
Pero qué etapa como escritor tú crees que está llegando…
Bueno, me metí en esto de las memorias; me resistí mucho al comienzo, me costó. Pero me metí y ahora estoy escribiendo las memorias mexicanas que saldrán al comienzo del próximo año, si lo termino bien. Entonces ,estoy en esto, en memorias. Pero al mismo tiempo estoy en una novela y la llevo bastante avanzada, tengo más de 300 páginas escritas. El personaje central iba a ser Jorge Teillier, pero se me fue disparando la novela y terminó siendo no de Teillier, sino que sobre esa generación literaria formada en el pedagógico. Y de un maestro que no era del pedagógico, sino que era amigo de todos, que era el escritor Rubén Azocar, un hombre mucho mayor que nos acogía en su casa. De alguna manera esa novela también es memorialista, pero es novela, aquí estoy inventando y estoy mintiendo, estoy contando cosas que no pasaron así, pero reflejando todo un período de mi vida y de la vida de estos personajes que es memoria.
¿Cómo tomas esta postulación que se hizo durante el lanzamiento de Por las Calles del Mundo al Premio Nacional de Literatura?
Hay un equipo de dos o tres muchachos que me dijeron que me iban a postular para el Premio Nacional y que van a hacer el trabajo. Yo les dije que bueno, cómo les iba a decir que no. Pero lo están haciendo ellos, no yo. Y bueno , creo que tengo una trayectoria suficiente, no digo que soy el único, pero tengo una trayectoria que puede estar en la competencia. Y este reconocimiento es una especie de mini coronación que significa bastante para un escritor que vive de su trabajo literario. No de sus derechos de autor, porque aquí casi nadie vive de eso, pero sí de su trabajo literario. Porque el Premio es una especie de jubilación, es una renta vitalicia que ayuda a pasar los años que quedan de mejor forma.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…