Entrevista con Cecilia Palma

“Mi poesía es un intento a que el verso se palpe como manifiesto”.

Por Julián Gutiérrez

Cecilia Palma nació en Santiago en abril de 1962. Entre los años 1983 y 1985 participó en el Colectivo de Escritores Jóvenes. En 1992 colaboró con la organización y producción del Congreso Internacional de Escritores “Juntémonos en Chile”.

Ex Vicepresidenta de la Sociedad de Escritores de Chile, ha sido becada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, y recientemente premiada en el Concurso Nacional de Poesía “Eduardo Anguita”. Ha publicado: A pesar del azul (1992), Asirme de tus hombros (2002) y Piano bar (2007).

Sobre su poesía, Miguel Donoso Pareja, ha señalado: “Su expresión es escueta, simple y desnuda como un clavo, elemental en su sentido de esencial, sin adornos –no los necesita-, pura en sus componentes, envuelta en un juego agónico, como quería Lezama Lima”.

Respecto a sus comienzos y visión poética, nos ha querido compartir aquí. Escuchémosla.

¿Cómo ocurrieron tus inicios literarios, en términos de ambiente, amistades e inquietudes?

-Mis inicios literarios en serio –porque antes de ello eran sueños que arrastraba desde niña, acurrucados en un cuaderno que cargaba conmigo sin ser mostrado demasiado, por pudor, aunque sí en los típicos actos cívicos o concursos en la educación básica y media- surgieron en el Duoc, donde estudiaba Diseño; antes que me expulsaran por conformar el Centro de Alumnos y por dirigir un paro general que duró tres meses. Allí conocí a Diego Muñoz Valenzuela, quien daba clases en las carreras matemáticas de la institución. Con él entablé una amistad profunda y me invitó a la Sociedad de Escritores de Chile, SECH, donde integré en esos años 80´s, el famoso CEJ, Colectivo de Escritores Jóvenes; por mi edad, era creo, la más joven participante del mítico grupo.

En ese ambiente de camaradería, unión y lucha social, mi mundo literario se abrió. Fue como un destape de cráneo porque allí encontré no sólo lo que enumeré antes, sino que tuve la oportunidad de conocer a grandes intelectuales y escritores de este país: Martín Cerda, Oreste Plath, Stella Díaz Varín, Francisco Coloane, Raúl Mellado, Jaime Valdivieso, Eduardo Anguita, Mariano Aguirre, Luis Sánchez Latorre, Jorge Teillier y Mario Ferrero, entre otros tantos. Conversar y sobre todo escucharlos fue una gran escuela y una experiencia que voy a llevar conmigo siempre. En este sentido, me siento una mujer afortunada y agradezco a la vida, cada vez que recuerdo la maravilla de personas que he tenido la oportunidad de conocer.

Mis cercanos de esos inicios fueron, por cierto, los jóvenes que nos juntábamos casi a diario, entre los que se encontraban: Diego Muñoz, Ramón Díaz Eterovic, Reynaldo Lacámara, Erwin Díaz, José Paredes, Gregory Cohen, Luis Alberto Tamayo; Omar López, Aristóteles España y, años más tarde, mi querida Lilian Elphick. Mis inquietudes de esos años tenían que ver fundamentalmente en cómo mi literatura y mi accionar apoyaban la lucha en contra la dictadura de Pinochet; parecía que no había mucho más en qué pensar, así que el trabajo político se unía a la poesía que llevaba por todos lados, a todos los rincones posibles, incluidos los baños de universidades y del mismo Duoc, a las paredes de la ciudad, a revistas furtivas o clandestinas de circulación casi siempre cerrada o muy restringida y también a peñas que se realizaban por todas las comunas y se esparcían como reguero. En un par de ellas tuve que salir corriendo, junto a los artistas, escapando. La poesía se encontraba a disposición de la libertad y era un instrumento para la esperanza.

¿Qué autores influyeron en tu trabajo de aquel entonces en términos de propuestas?

-En ese entonces, los poetas importantes para mí tenían que ver con la visión de la poesía que yo tenía en la época, así que mis lecturas eran acordes a ello: Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Neruda. También leía a Rainier María Rilke, Dylan Thomas, Walt Whitman, Huidobro, Gioconda Belli, Elvira Hernández y también sentí (y siento) mucha admiración a los versos de Stella Díaz Varín. Cada uno me iba llenando de intencionalidad, de ansiedad. No sé muy bien cómo explicarlo, pero había en sus imágenes algo fundamental. Me llamaba poderosamente la atención sus propuestas poéticas, había en ellos algo fresco, sin métrica (que era lo que leía desde niña, mucho), su soltura en la escritura y el lenguaje no convencional que utilizaban. Algunos eran más intelectuales; otros, más directos y populares, pero ellos se volcaban a sus versos con una pasión que yo sentía pero que todavía no sabía cómo sacar fuera.

Pensaba además, en esos años, que todavía tenía mucho que leer y estudiar; mucho que aprender y admiraba profundamente a aquellos que tenían voz propia. A ello quería llegar, temía mostrar mis textos sin esa voz, no quería que se asociase mi literatura a la de otro, porque sentía dentro de mí que tenía algo que decir, pero el cómo decirlo es lo que me complicaba; no me sentía segura porque además era pudorosa y tímida; sin embargo, aquellos textos que eran propios de la lucha, sí los recitaba y mostraba porque eran un instrumento que no sería visto con rigurosidad estética.

¿Cómo definirías tu proyecto poético o ejercicio escritural en término de intenciones o propuesta creativa?

-A través de los años, desde 1992, fecha en la que publiqué A pesar del azul, siento que he ido profundizando en mi propuesta creativa y consolidando mi voz interior. La postura que defino en mis textos se relaciona fundamentalmente con la intimidad del Ser enfrentado a sí mismo y a lo que lo rodea. El signo se va incorporando como elemento poético, gracias a su conceptualización, es decir, como objetivo y sentido de la existencia, como significante. El resultado de la emocionalidad trasciende a través de una elección interna y cobra sentido cuando soy capaz de captar la esencia de lo que veo día a día. La poesía se transforma en inasible e inefable; siento que la palabra tiene sentido en cuanto comprendo los silencios, las pausas, las miradas, la relación del Ser con el mundo.

Mi poesía es un intento a que el verso se palpe como manifiesto, la imagen es la significación que transmite mi imaginario y mi filosofía. Con Piano Bar (2007), mi tercer libro, siento que llego a lo que he perseguido todos estos años; a la voz que está adentro, viva, invadiendo mi corporalidad y mi mente; llenando mis pórticos con imágenes y llevándome, a veces, a entrar en pánico porque no dispongo del tiempo que ella me exige, debido a que tengo que dedicarme en demasía a la otra sobrevivencia, ya no la que podía llevarme a la muerte en los ochentas, sino a la que nos obliga a levantarnos de madrugada día a día. Esta exigencia me maltrata los sentidos y me hiere.

¿Qué factores consideras determinantes en el proceso creativo?

-En primera instancia, el sentimiento, la sensación, la inspiración, el llamado de uno de mis habitantes internos que ha sido tocado por alguna aguja que ha fisurado su equilibrio; la invasión de este estado me lleva a la creatividad y doy paso a la segunda etapa cual es, dejar que las palabras me posean libres. Una vez que se ha vaciado todo doy lectura a aquello y es como un engendro que va tomando forma a medida que le doy toques, que voy puliendo sus palabras agrestes, las que sobran, las que matan sus intenciones. Cuando estoy en todo este proceso siento una especie de felicidad perversa. La abstracción de la idea principal está plenamente identificada en este punto y en las múltiples revisiones que hago de cada texto, verifico que los componentes que lo arman estén combinados de manera armónica y conjuguen correctamente en la redefinición del lenguaje al servicio del poema. Ya en este punto, que puede durar minutos o meses; estoy cierta de que he escrito poesía.

Te confieso que me ha sucedido que leo los textos y parecen ser escritos por otra persona; cuando ello me ocurre, casi doy crédito a eso que dicen acerca de la inspiración y de que el poeta es sólo un instrumento de ella, que no nos pertenece. Esta amante exigente tiende a ser cruel en ocasiones porque te seduce y te abandona a su merced.

¿Qué criterios usas para identificar un buen poema?

-En general siento que es un buen poema cuando lo leo en voz alta y el corazón me salta; cuando razono y las palabras que lo tejen me atrapan dejándome a la intemperie, desnuda, sola; abandonada a su gusto. Luego de la experiencia, sé que estoy frente a un buen texto. Este ejercicio lo realizo no sólo con mis poemas sino con aquellos que leo de otros escritores. ¿Por qué en voz alta?…, no sé muy bien pero es como si las palabras entraran por dos partes; por mi visión, directo al cerebro y por mis orificios: oídos, boca, olfato, directo al corazón, con ellos escucho los versos, los saboreo; la inspiración y exhalación que requiero para intencionar las palabras se relaciona con el aire que entra y sale de los ventrículos.

Por eso aseguro que un buen poema me convierte en una hoja que se desprende del árbol y cae mecida por la intensidad del viento; si es suave, me llena quizá de ternura, si es un temporal, me dejara exhausta de esa motivación que el poema tuvo.

Son criterios, como ves, más bien emocionales; es cierto, pero con ellos mido no sólo la sensibilidad con que fueron escritos, sino también la estética, la estructura, el ritmo, la cadencia, el sonido, los silencios, la musicalidad de los textos y es que, finalmente, la poesía es parte de un universo paralelo cuyo desarrollo tiene que ver con la reflexión, el sentimiento, la emotividad y las palabras; ella misma es tan subjetiva como mi forma de medir su calidad.

¿En qué proyecto literario estás trabajando actualmente?

-Estoy trabajando en un poemario que probablemente se llame Vuelvo de Siberia esta tarde, aunque no estoy muy segura, no soy buena para poner nombres ni títulos; en él, el hablante se está enfrentando a sí mismo y a su percepción del mundo. El volver de Siberia es como haber estado muerto, escondido, ciego y regresar como un nuevo Ser a la vida, a la conciencia, a la libertad; cuando ello sucede tu visión de las cosas ha sido modificada porque tu experiencia de vida ya no es la misma; entonces nace la poesía. Tengo alrededor de 60 textos. Parte de este trabajo fue premiado en el concurso Eduardo Anguita, así que me siento conforme con él. Lo siento maduro y me gusta su propuesta estética. Espero concluirlo antes de fin de año, pero claro, no deseo apurarlo, él mismo me dirá cuando esté listo.

MUESTRA POÉTICA.

En: Hotel Nube.