Operación inmobiliaria

El octavo en responder aquel día sábado a mi aviso inmobiliario fue un hombre de cara tan enfermiza y fúnebre que al descorrer la cortina a fin de que comprobase cuán luminoso era el piso (golpe de efecto que, tras siete visitantes, ejecutaba yo casi con maestría), no me sorprendió mucho hallar un paisaje diferente, más opaco y grisáceo que el habitual; por una vez vaya y pase, me consolé, pero qué serio problema si esto empezara a repetirse: sería por consiguiente el piso el que acabaría escogiendo a su comprador y no a la inversa, como yo lo había supuesto.

Buen gusto

 La mayor prueba de la tan mentada sabiduría de la naturaleza es que las sirenas no salieron al revés.

Historia

Era un país con tanta historia que los aniversarios y las fechas patrias duraban sólo doce horas, así lograban festejar de a dos por día.

Hágalo usted mismo

Inspirado en una novela de Leonardo Sciascia, el pintor y escultor portugués F. T. organizó una muestra irónicamente titulada Hágalo usted mismo, en la que se limitó a exponer veinte telas inmaculadas, sobre las que estampó sólo una firma. Los cuadros –si es que así pueden llamarse– se vendieron de inmediato. No obstante, al cumplirse diez meses de la muestra el artista publicó en el diario más leído de Lisboa una especie de aviso donde decía que apenas una de las telas llevaba su firma auténtica, ya que los demás autógrafos no eran sino imitaciones. Apremiado por los veinte compradores, que deseaban averiguar quién de ellos poseía la obra legítima, F. T. exigió ver las telas, una al lado de la otra, antes de responder a la inquietud. Pocos días tardaron los compradores en ponerse de acuerdo, en alquilar una sala y en alinear allí los veinte atriles. Había que ver paseándose a F. T., meciéndose la barba, soltando aquí y allá interjecciones. De las telas, la mitad había cambiado de dueño y diecinueve habían sido ya pintadas. El artista indicó que ningún dibujo merecía llevar su firma. Después se acercó a la única tela aún en blanco y con aire triunfal dijo: «Esta es la firma genuina, estoy seguro».

Cómo se salvó el gigante      

 

Pulcra como pocas, la mujer del gigante con pies de barro puso un felpudo de un kilómetro cuadrado y lo salvó, sin saberlo, de su también gigantesca debilidad.

Legado

Quiso dejarle a su hijo, como única herencia, toda la sabiduría acumulada en vida. El notario le explicó que era imposible.

El llamado

Para halagarme decía metafóricamente que el teléfono sonaba de una manera distinta cuando era yo quien la llamaba; pero ignoraba que a veces, en ese minúsculo instante antes de que la campanilla resonase en su antigua casa, yo creía oír una voz metálica, por no decir inhumana, que dirigiéndose vaya uno a saber a quién, susurraba invariablemente: «Es él… Es él que la llama otra vez».

EDUARDO BERTI es escritor, traductor y periodista cultural. Publicó las novelas «Agua», «La mujer de Wakefield», «Todos los Funes» y “La sombra del púgil”, dos libros de cuentos («Los pájaros» y «La vida imposible») y un libro de prosas breves (“Los pequeños espejos”), además de haber coordinado diversas antologías, entre ellas “Los cuentos más breves del mundo, de Esopo a Kafka” (recientemente publicada en España).