Hugo Correa inicia viaje por El Infinito: por Marcelo Novoa

Hoy ha fallecido Hugo Correa, el principal escritor de Ciencia Ficción de Chile. ¿Pero, los lectores del presente auscultaron alguna vez esta verdadera esfinge del futuro? A manera de saludo póstumo, les informamos sobre su trayectoria siempre solitaria y sus poco difundidas obras, que ciertamente, abrieron el camino para que existan sitios, blogs y autores aún desperdigados por las escasas editoriales interesadas en el género fantástico.

En la misma colección de Editorial del Pacífico, donde asoma un joven Lafourcade con «La fiesta del Rey Acab», Hugo Correa publicó Los Altísimos (1959), una rareza por donde se le mire, pues esa colección no vuelve a incluir otros autores de ciencia ficción, además de adelantarse a clásicos como Larry Niven (Mundo Anillo, 1970) y Arthur C. Clarke (Encuentro con Rama,1973) al describir estética y exhaustivamente un mundo artificial en conflicto, sin soluciones facilistas ni ramplonas descripciones. Es claramente uno de los clásicos modernos de CF Latinoamericana, junto a Bioy Casares, Gorodischer y Arango. Pues, es el único escritor chileno del género que tiene publicaciones en España, bendecido por un sacrosanto Ray Bradbury, además de contar con traducciones al alemán, inglés, francés, portugués y sueco. Por cierto, su notoriedad será mínima, en relación a la «corriente principal» -realista a ultranza- que guió todo el siglo XX de las letras chilenas.

Luego vendría El que merodea en la lluvia (1962), donde enrarece un ambiente rural con la presencia del monstruo extraterrestre de rigor, en una lograda fusión de terror campesino e intriga existencial; Los títeres (1969) reúne cuatro relatos acerca de robots y sus amos humanos, quienes ya no quieren tener tratos ni contactos reales y para ello se sirven de estos verdaderos «alter egos».

Para llegar a Alguien mora en el viento, (nouvelle publicado en 1966) y luego incluido al final de la colección de narraciones: Cuando Pilato se opuso (1971). Es una bella y terrible historia de astronautas varados en una isla vegetal que flota en las apremiantes corrientes aéreas de Venus. Aquí brillan las virtudes literarias de la prosa de Correa, tanto para crear atmósferas opresivas, como para sugerir a través de diálogos breves todo el dramatismo de unos personajes enfrentados a conflictos universales, como la inmortalidad y el deseo por sobre al amor.

En Los ojos del diablo (1972) vuelve a incursionar en una variedad del realismo mágico terrorífico ambientado en el campo chileno. Sólo las reediciones de Los Altísimos (73 – 83) asaltan solitarios el paisaje desolado y apolítico de esa década de censuras, torturas y desapariciones.

Más tarde, publicará El Nido de las Furias (1981) que es su aporte a las distopías autoritarias tan queridas por el género a partir de los 70, con la creación notable de un dictador apremiado por poderes ocultos que no alcanza a manejar a su antojo. Luego, volvería sobre sus preocupaciones metafísicas, con su novela Donde acecha la serpiente (1991) que pone al mismo Lucifer como uno de los protagonistas de esta historia.

Y le toca el turno a su última novela: La corriente sumergida (1993) que contradictoriamente, cierra su ciclo novelesco con un retorno a la infancia y adolescencia, a través de una narrativa realista sobre cierta picaresca de bares y pensiones, que solía existir en los años cincuenta en Santiago de Chile.

Retirado de la escritura por mano propia, se le pudo ver y leer -por última vez- en la Antología de la Ciencia Ficción chilena de todos los tiempos: Años Luz (Puerto de Escape, 2006). Hoy cualquier homenaje será tardío, pero algunos podemos estar tranquilos de haber aplaudido y celebrado a este pequeño gigante de las letras de anticipación, cuando correspondía, en vida, rodeado de libros en la sala Ercilla de la Biblioteca Nacional.

Podemos concluir que la obra medular de Hugo Correa representa la maduración estilística de temas y recursos que, tímida pero sostenidamente, habían generado un espacio a la vera del realismo patrio. Y permite incluso, vislumbrar su influencia positiva en los autores de relevo, que sólo florecerán hacia el final de la década de los 80tas. Un adelantado de sí mismo.

Aunque este autor ya no recibió reconocimiento mayor (aunque el fándom local le conoce y admira), es entre los jóvenes lectores (des)informados donde sigue siendo una incógnita por resolver. Lo que nos invita a reflexionar sobre la diversidad de caminos que la imaginación suele tomar a la hora de emprender vuelo poético. Y la cada vez más necesaria generosidad de los lectores de una época, para reconocer a sus verdaderos talentos.

Hugo Correa viaja plácidamente por el infinito, y sólo nos queda alzar la vista y leerle en medio de las estrellas, nuestro hábitat final.

Lea la última entrevista a Hugo Correa…en:

http://www.puerto-de-escape.cl/01/01/index.htm