Por Bárbara Celis – Nueva York
Paul Auster y Enrique Vila-Matas dialogan en Nueva York sobre sus literaturas y sus obsesiones
Se admiran desde hace años pero, hasta el pasado jueves, sólo habían podido imaginarse. Y leerse. Cabe la posibilidad de que se hubieran mirado a los ojos en las solapas de sus respectivos libros, intuyéndose.
Y puede que por eso los escritores Paul Auster y Enrique Vila-Matas hayan escogido -primera casualidad- vestir chaquetas, camisas y pantalones negros, y zapatos prácticamente idénticos para su primer encuentro en persona, que tuvo lugar en el Instituto Cervantes de Nueva York. Allí acudieron para leer fragmentos de sus respectivas obras, coincidiendo con la reciente edición en inglés del libro de Vila-Matas El mal de Montano y aprovechando que comparten la misma editorial, tanto en Estados Unidos (New Directions, donde también se ha publicado Bartleby y compañía) como en España (Anagrama). Y ésta podría ser la segunda casualidad.
Aunque no es necesario forzar la búsqueda de puntos en común. Ni tratar de describir la situación como si ocurriera dentro de alguno de sus libros. La tentación es grande y ni siquiera Eduardo Lago, director del Cervantes y también escritor, puede escapar de ella al presentar el acto utilizando un inteligente juego cruzado sobre novelas y personajes nacidos en la imaginación de sus invitados. Más osada aún, se escucha una voz entre el público que se atreve a afirmar que ha visto al huidizo Thomas Pynchon, el escritor fantasma, y que se ha interesado por las creaciones literarias de ambos escritores.
Es lo que ocurre cuando se sienta frente a frente a Auster, «artista del azar», según Vila-Matas y al propio Vila-Matas, demiurgo de la metaliteratura. Que dan unas ganas irrefrenables de jugar con el lenguaje, las casualidades, la realidad y la ficción. A lo largo de la conversación con EL PAÍS, previa a la lectura, y durante su encuentro posterior con el público que abarrota el Cervantes, afloran las coincidencias de las que tanto se alimenta la obra de Paul Auster, Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Pero también las acrobacias entre ficción y realidad que han convertido la obra del barcelonés en una de las más valoradas y premiadas del panorama literario nacional e internacional.
Vila-Matas, con voz queda, se declara uno de los más antiguos lectores españoles de Paul Auster. «Descubrí el libro El arte del hambre y desde entonces lo leí todo», asegura. «Recuerdo con fascinación al detective de La trilogía de Nueva York. Y las dos veces que he estado en Nueva York he acabado, sin darme cuenta, en Central Park, acordándome sin querer de ese libro. Esta mañana a las siete ya estaba allí otra vez».
A ambos se les cuela la vida en la literatura, la ficción en la vida y, sobre todo, la literatura en sus novelas. Y de ello han hecho un arte. «En mi caso es una casualidad absoluta. Una vez escribí un texto en el que me planteaba esto mismo. Lo titulé De lo contrario sería Auster. Y en él me cuestionaba por qué no era Auster. Indignó a los lectores mexicanos de la revista Letras libres, porque dijeron que ya sabían que yo no era él». En el caso de Auster, en cambio, se trata casi de una reivindicación: «Siempre me ha extrañado que en las novelas la gente no lea libros. Así que en las mías, los protagonistas sí leen. Y me apasionan las historias que nacen de otras historias, no sé por qué».
Auster quiere saber si Vila-Matas cambia de registro cuando pasa de la novela al ensayo. «No», responde Vila-Matas, «pero a menudo me gustaría ser otro. Levantarme por la mañana y descubrir que soy, por ejemplo, Louis-Ferdinand Céline. Al final, sin embargo, siempre acabo encontrándome conmigo mismo». «Sí», añade Auster, «cada vez que huyes de ti mismo, al final te vuelves a encontrar contigo. A mí también me pasa».
Vila-Matas confiesa haber cometido el error de intentar a veces escribir pensando en otro, algo que Auster dice no haber hecho nunca. «Yo no escribo para nadie en concreto, escribo para alguien que no sé quién es».
Para Vila-Matas, «escribir es una aventura, y parte de esa aventura tiene que ser divertida». Auster coincide en llamarlo «aventura». Pero para él no es «divertida». Prefiere definirla como «una forma de abandono». «Yo me pierdo a mí mismo en las palabras y la historia», asegura.
Además de compartir pasión por la literatura francesa -ambos vivieron en París durante sus años de formación como escritores-, hay franceses más allá de la literatura que se han introducido en la vida de ambos y, de ahí, han dado el salto a sus libros. La multifácética artista Sophie Calle le pidió recientemente a Vila-Matas que escribiera un relato para ella. «De este modo tendría con qué llenar su vida el año próximo, me dijo». A Auster la propuesta le llegó años antes. «La idea me puso muy nervioso, porque si le decía que se hiciera terrorista ella lo habría hecho. Es capaz de todo», asegura Auster, que se inspiró en Calle para su personaje de María, en su libro Leviathan.
Vila-Matas escribió para la artista un relato que consistía en tener que ir a las Azores a buscar un fantasma. «Pero después su madre murió, hubo algunos malentendidos y yo me quedé Bartleby por completo. Así que, para salvarme a mí mismo, escribí un relato de ficción sobre esta historia real titulado Porque ella no me lo pidió». Forma parte del libro de relatos Exploradores del abismo, que se publicará en septiembre. Otro viaje entre la ficción y la realidad, de la mano de un instigador de la imaginación.
Enrique Vila-Matas ha publicado 17 novelas, 6 libros de ensayo y sus obras se han traducido a 27 idiomas.
Entre ellas, ‘El mal de Montano’, ‘París no se acaba nunca’, ‘Doctor Pasavento’ y ‘Bartleby y compañía’.
Ha sido premio nacional de la Crítica, Premio Herralde y Prix Medicis-Esttranger.
Paul Auster, más célebre en Europa que en Estados Unidos, es además de autor de ‘La trilogía de Nueva York’ y ‘Mister Vertigo’, guionista y director de cine.
En 2006 recibió el Príncipe de Asturias de las Letras.
Su película ‘The inner life of Martin Frost’ se verá este año en el Festival de cine de San Sebastián.
En: El País
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