Minificciones de Fabiola Morales Gasca
Por Fabiola Morales Gasca
EL MAR A TRAVÉS DEL CARACOL
Hubo un día en que te pusiste en el oído ese fantasma de molusco, escuchaste el mar a través del caracol de los sueños. Entonces todos los bullicios tuvieron como fondo el mar encrespado estrellándose en el puerto más lejano del mundo. Todo se alteró en ti ante ese mágico susurro. Columnas de aire revolotearon el ritmo cardíaco, corrientes oceánicas inundaron tu espíritu y lo aletargaron cantos de sirenas. Tus extremidades se transformaron en alas, tu piel fue un conjunto de escamas y tu risa se convirtió en burbujas apenas perceptibles en el agua. Feliz, dejaste de ser tú. Fuiste un pez nadando en estas historias de agua marina y letras con sal.
TEMPORADA
Un largo crujido sonó en el pequeño muelle de madera. Lenguas saladas lamieron los leños y dejaron sobre ellos la señal que todos los hombres del puerto esperaban ansiosos.
Enormes cangrejos de hermosos colores tornasol pasean trémulos bajo la luz del sol al despuntar. Los niños, felices, corren a su encuentro; el espectáculo de semejante desfile es único. Los humildes pescadores sonríen como jóvenes enamorados y se preparan para lucir recién bañados.
Sólo las mujeres del puerto odian esta época. Saben bien que la estación de sirenas no es buena.
PUZZLE
Te sientes abatida y sobre el sofá dejas caer tu decrepito cuerpo. Intentas respirar pero no puedes. Tu última hija ayer se ha casado y tu marido hoy deja la casa, te mostró el boleto de avión y ya ha pedido el taxi que lo llevará al aeropuerto. Sabes que es nulo lo que ahora hagas. La vida se cae en pedazos, no puedes hacer nada para reconstruirla. Ahora él con maleta en puerta también es un puzzle para armar. Una nerviosa voz te dice que te apures a limpiar la sangre y colocar su cercenado cuerpo en la maleta antes de que se la lleve el taxi.
COHIBA
Camina por las calles transitadas. Es de naturaleza tímida, ni siquiera el traje le puede dar cierto aire de seguridad. Apenas si levanta la mirada para ver en la otra orilla de la banqueta, si puede pasar. La luz escarlata le dice que ahí debe permanecer; mientras su mano va al bolsillo siente el Cohiba que le han obsequiado. Nunca tuvo un habano tan fino, él se coloca el extravagante regalo en la boca, saca del otro bolsillo una vieja caja de cerillos. Enciende el habano y aspira una enorme bocanada.
Aspira el humo con cierto temor, mientras el semáforo de enfrente se tiñe de color verde. Ahora él se ha puesto rojo y un poco hinchado. Camina tosiendo hacia el otro extremo de la banqueta, luego logra respirar. Hay una cascada de niebla en su nariz y boca. El tabaco cubano es para reyes y él sabe que no lo es. La neblina se estanca en su débil cuerpo y a medida que avanza la gente que camina a su lado o pasa en frente lo empieza a asociar con la nobleza. ¡Vaya gran hombre con título nobiliario!, tal sentencia, le hace fumar, luego sonreír y toser al mismo tiempo. Una seguridad dentro de sí empieza a emanarle. Pero quien lo mira por segunda vez, nota ya no el fino traje, sino la dorada nube celeste rodeando su cabeza; un ligero vapor sale por sus ojos. Todo aquel que pasa a su lado de forma mortal y precisa cae. Sin embargo, él no ve nada. Cada respiración suya alimenta esa, una nube andante, vaporosa, cuyo camino deja una estela de admiración y muerte. Él no lo nota pero ahora es un rey que se vuelve vaho. Se va difuminando, para perderse con el smog de la caótica ciudad.
REFLEJOS
Se observa a sí mismo a través del espejo. Ese, el de enfrente, más joven, imperfecto, loco y menos neurótico, sonríe sin malicia. Las contrariedades de la vida no le han afectado aún. Ese otro no conoce teorías sobre limitaciones y mucho menos las ha experimentado. El otro, reflejándose a un lado es más viejo, lobo de mar experimentado en decepciones, contempla con cierta envidia la piel joven que se desgastará. Amargado, resentido y más neurótico, sabe a ciencia cierta que el futuro no sonreirá al mancebo. El lobo acerca su boca al oído del joven y susurra palabras imperceptibles sobre las carencias cercanas. Uno pregunta y otro responde. Yo, observo a los dos contemplándose con vanidad en el espejo. Ninguno de los dos puede verme. La muerte nunca se refleja, sólo me presienten. Les sonrío de forma voraz, sarcástica, el futuro, no hay futuro, no hay nada; ambos tienen una eternidad en la oscuridad.
LA GOTA
La llevó al hotel después de tres copas. Ni siquiera la besó, la arrodilló enfrente a él depositando su pene con toda su ansiedad sobre la boca de ella. La frescura de sus labios hizo que vaciara hasta su última gota de semen sobre el pecho de la mujer. Él no se percató que, a medida que el esperma se deslizaba entre los senos, una luz azul emanó de la femenina medula ósea, extendiéndose por toda la habitación. La piel de ella se iluminó de tonos del arcoíris, pasó de simple mujer a hermosa hembra. Entonces la vio con lujuria exquisita y la penetró con la más furiosa lentitud para el líquido desintegrarse en el profundo espectro de ella.
ÉXITO
Atraviesa el amplio salón, a su paso deja su olor de rosa en primavera. Siente la agitación de todos ellos sobre el cuerpo. La música suena lenta y sensual, ella se balancea y mueve los hombros como un ángel. Muerde sus labios y desabotona con parsimonia la blusa negra de seda. Palomas de luz se desprenden al caer la tela, ellos lo saben y se excitan. Sus pezones pequeños están erectos, la luz roja sobre la piel los delata. Se hinca con voluptuosidad, abre las piernas, acaricia con sus dedos largos la jungla sobre su Monte Venus. Los hombres lo saben, lo huelen, cada vello en su piel crispado por electricidad se los dice. La música acaba, todos aplauden con frenesí, gritos y llanto de conmoción. Camina de regreso entre ellos. Ella ha sido un rotundo éxito, los ojos de los ciegos lo saben.
MENSAJE
Se miró al espejo, no le asustó su propia ausencia. Veía solo ceros y unos parpadeando. Desde hace algunos días se había marchado con el click al enviar el mensaje a esa mujer que lo volvía loco y era tan lejana. Ahora era un mensaje más extraviado en la red.
CIUDAD MUERTA
La ciudad una vez hecha ceniza, entumecida por el genocidio, extinta del oxigeno, se pudrió en sus palabras. Él descubrió un cuerpo muerto en esa caja. No, no es era el suyo, sólo se recordó desangrado por el olvido y alguna que otra bala.
BISTURÍ
Siento el metal frío, punzante, deslizándose en la piel. Me han partido el vientre en dos. Quiero cerrar los ojos y escapar, pero sé que cerrando mis parpados será peor. El pánico podrá alcanzarme y me desgarraría con su uñas filosas, entonces no será una, sino diez garras partiendo la piel. Los sueños proyectados se esfumarán y yo, cuerpo inerte, al igual que una hoja recién desprendida del árbol veré cómo vuelo sobre el aire hasta perderme en más remota calle solitaria, lejos del árbol. El plateado metal que sostiene las enormes lámparas sobre el quirófano me permiten ver como un pequeño espejo, ojo que todo lo ve, las hábiles manos de los doctores que se mueven dentro de mis entrañas. La enfermera pasa el material quirúrgico necesario. Me mantengo como un ser secuestrado sobre la fría plancha. Siento como si me jalaran el nudo que tenía atorado y olvidado entre mi cuerpo y mi espíritu. Cierro los ojos, no soporto; no alcanzo a ver más. Ellos, se turban, se mueven, dan términos que no entiendo, soy una pequeña hoja que vuela, que flota, que es feliz. Un sonido se mueve constante en el aire como mi alma que libre vuela lejos del árbol que la vio nacer.
MODELO
Enamoró a Elena con las imágenes de su cámara fotográfica, se fue a vivir con él a los tres meses de conocerlo. Desde niña le encantaba posar, a su padre le fascinaba lo fotogénica que era; a él también. Las fotos se multiplicaron. El amor se esfumó al medio año, los celos lo consumían. Elena tenía magia, no soportaba la belleza que emanaba ante el lente y objetivo, por eso golpeaba con fuerza, después con cámara en mano suplicaba arrodillado entre lágrimas que no lo dejara. Por cada golpe había una foto, le gustaba el color morado sobre la apiñonada piel. Un mes, hospitalizada, con tres fracturas, cesaron las fotos. Enamorada de él y de su cámara, regresó. Un día no lo soportó más, se cansó de ser modelo; tomó la última foto con la bala en su corazón de marchita flor.
A ella le gustó cómo era él quien posaba.
CANSANCIO
Un día le pregunté ¿si tuvieras dinero, qué harías? Y muy serio me respondió –Dormir todo el día. Al ver sus ojos pude contemplar el cansancio infinito del incesante movimiento de las olas, el deambular de los meteoritos, el peregrinar eterno de las ballenas en los océanos buscando el mejor clima para tener a sus crías, el nado de las medusas trasparentes y el milenario paso de las tortugas por las corrientes marítimas. Alcancé a apreciar interminables caravanas de camellos a través del dorado desierto, el paso lento y fatigado de familias de elefantes buscando ríos subterráneos, la migración eterna de ñus y antílopes. Vi el insistente paso de cabras a través de escabrosas montañas y el rodar de cometas extraviadas sobre el viento juguetón del final de verano añorando regresar a casa.
No hablé más, no dije nada. Fue suficiente para querer, como él, dormir todo toda la vida.
ALTOS VUELOS
Una vez, hace mucho tiempo, cuando era niña, leí que el amor era mariposas en el estomago y entonces, cuando ya adolecente me enamoré, no sólo sentí las mariposas en todos sus vuelos y migraciones al cambio de estaciones. Sentí todo vuelo de aves, como si mi estomago fuera la isla Galápagos poblándose. Me volví una isla encantada, donde águilas, colibríes, quetzales, flamencos realizaban majestuosos vuelos y se conglomeraban para seguir el rito del apareamiento. Yo misma fui la más bella ave naranja con plumas de alabastro que al primer vuelo se cayó. Se veía tan fácil volar.
Conocí después otra cita en un libro que hallé empolvado al fondo del último librero en una remota biblioteca: “El odio, como el desamor, son las avispas de la memoria.” Cuanta sabiduría en aquel libro viejo. Ahora sus celdas están construidas firmes en mí. Ahora todas ellas y su delicado exoesqueleto no toleran el peso de una ilusión, cada vez que llega una, se van a aguijonearla, en piruetas, ejecutando sus altos vuelos.
PAPIROFLEXIA
Envuelvo con sumo cuidado los amaneceres naranjas, el violeta de los atardeceres. Envuelvo las sonrisas y la impresión de las calles llenas de bicicletas. Empaqueto los olores, las rabietas, las cosquillas. Doy forma caprichosa al papel de los fugaces momentos. Hago avión a todos los besos, y los dorados abrazos. Doblo los orgasmos y anticipo las emociones desbordadas a papeles rojos o verdes. Guardo todo. Al final sé que desenvolveré cada cosa; por si acaso la muerte me llega, por si acaso la vida no me basta. Atrapo cada instante, la papiroflexia no es fácil.
PREGUNTA
–¿Me amas? – preguntó de forma melosa ella–. Él, temiendo dormir sólo esa noche al no dar la respuesta correcta, sólo acertó a susurrarle –Claro que sí, hermosa muñeca– Ella sonrió. Al día siguiente lo primero que hizo él fue ir a reclamar a la fábrica de robots el grave error en los algoritmos y en la programación.
MÁQUINA EXPENDEDORA
El tercer tuno siempre es el más pesado. Te lo dices una y otra vez caminando rumbo a la máquina que expende golosinas. Tal vez unas galletas mermen un poco el hambre y te espanten el sueño. Llegas frente a la máquina, y en cada compartimiento, por extraño que parezca, hoy no hay golosinas, sólo partes humanas. ¡Qué diablos pasa! ¿A quién se le ocurre semejante monstruosidad? No entiendes nada. Ves piernas, manos, ojos…te alejas con pánico. En la esquina inferior derecha ves un par de hermosos pechos. Sientes la única moneda en el bolsillo de tu pantalón, sonríes y la sacas pensando que es una oportunidad que no se debe desperdiciar.
BAJO EL PLENILUNIO
No era un secreto para ninguno de los dos, que ese día los planetas se alinearían y que la luna, bajo el signo del Rey, dispondría el orden perfecto en el universo. Ambos verían la misma luna llena de agosto y se pedirían uno al otro. Tan concentrados estaban en los cálculos matemáticos que se pasaron de largo.
Bajo la espiritualidad no hay coerción, no se puede forzar su encuentro. La siguiente alineación perfecta para ellos será en doscientos cincuenta años.
TORMENTA
Algo me habitó en la noche de tu partida. Dentro de mí había un líquido que adquiría mil formas. Era como una serpiente de luz que me devoraba por dentro. Las separaciones nunca son fáciles, por eso tomé el primer barco para Marrakech. El extraño líquido que se había agazapado dentro de mí protestó e intentó saltar de mi lengua. Una contracción de gotas se contuvo en un suspiro y aquella serpiente de agua se mantuvo a flote en mí.
El barco permaneció arrullado por el oleaje, hasta que por disposición del cielo fue desafiado por las olas. Turbias nubes encendieron la ira del mar y con estruendo la nave se fue agitando. Conforme pasaban las horas, la tripulación fue perdiendo la esperanza de ser salvada. Los furiosos azotes eran incansables. Nosotros, muñecos de trapo, nos movimos a su antojo. Yo no recé, pensé en ti.
Mi lengua me supo a sal, mis manos desaparecieron, mi piel se llenó de escamas trasparentes y un olor de algas marinas emanó de mi cuerpo. Tu adiós se volvió la embestida de una ola fulminante y la serpiente que habitaba en mí eclosionó.
Fui luz y agua en el momento en que el barco se hundió.
GANGRENA
Sentada frente a la orilla de la playa, una astilla de espuma de mar se le enterró en el pie. Trataron de quitársela, pero todo fue inútil. Una gangrena marina le invadió el pie y la pierna, y subió rápidamente hacia el torso, hacia la cabeza y, por último, conquistó su pelo castaño.
Se convirtió en océano, con la mirada llena de melancólicos atardeceres.
CIEN PALABRAS
Como en los relatos de microficción, sólo dijimos cien palabras. Las palomas se acercaron a nuestra banca y, mientras nuestro amor agonizaba, su canto arrulló la despedida. Todo fue una película lenta, donde tu voz se percibía lejana. Una niña con un globo pasó frente a nosotros en el momento en que nuestro corazón colapsaba. Un carro de helados y dos perros de raza sirvieron de soundtrack mientras nos despedíamos. Ahora, éste y todos los parques me recuerdan esa disolución, mientras pruebo un helado en una tibia banca y cuento una y otra vez aquellas cien palabras antes del adiós.
VENGANZA VIKINGA
Vikinga la roja. Se dice que navegaba los siete océanos de sus sueños sin temor a naufragar.
Un día, los ojos de un despechado, que llegó como una sombra, la despertaron. Nunca más volvió a recordar sus sueños; murió a la orilla de su cama.
DRAMATURGO
Hastiado porque sus obras de teatro no tenían público, el hombre decidió escribir cada cinco minutos en su muro. Ahí había más concurrencia y más likes, buenos sustitutos de unos pocos aplausos.
STALKEAR
Me estás viendo, lo sé. Me estás vigilando constantemente, hora tras hora, publicación tras publicación. Lo sé bien porque te sigo en WhatsApp, Facebook, Instagram y aun Tinder. Sé tus horas de entrada y de salida. A mí no me puedes engañar, ¡deja de vigilarme!
Aunque nuestro amor duró pocos días, Internet es para siempre, él te lo recordará.
GRAN FINAL
Sabía que era el final de aquella vieja máquina de escribir que tantas satisfacciones le había dado. Se preguntó si todas las palabras del mundo entrarían en una simple hoja de papel. Obsesionado con todos los libros que había leído y escrito, pensó que ya no había nada nuevo que escribir. Así que, con una enorme sonrisa, soltó la hoja en blanco y dejó caer su cabeza sobre la máquina, como un huevo que se aferra al nido.
Era la hora de que el lector hiciera su trabajo.
Fabiola Morales Gasca es titulada del Instituto tecnológico de Puebla en la Licenciatura de Informática y egresada de la Maestría de computación en la Facultad de Ciencias de la Computación de la BUAP. Ha aprendido el oficio de Escritura en talleres literarios en la Casa del Escritor y la Escuela de Escritores. Terminó el Diplomado en Creación Literaria en la SOGEM-IMACP de Puebla. Ha publicado en suplementos literarios de la ciudad y en algunos blogs a nivel nacional como El Búho, Amaranto Arizona, el Sol de México, Revista Monolito, Revista Bitácora de vuelos. Observatorio Cultural Universitario BUAP, Suplemento de Cultura e-consulta y Revista 217.
Autora de los poemarios “Para tardes de Lluvia y de Nostalgia” 2014 y “Crónicas sobre Mar, Tierra y Aire” 2016 Editorial BUAP. Libros infantiles “Frasquito de cuentos” y “Confeti” 2017, BUAP y Libro de minificciones “El mar a través del caracol” Editorial El puente.
Seleccionada en cuento para la antología de ¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género UAM 2015, Finalista de cuento en el concurso de Puebla en cien palabras, convocado por IMACP 2016. Selección para la antología virtual de poesía contra la violencia. Exigimos paz. Seleccionada para la Antología poética internacional Mujeres y sus plumas III de Paraguay y Antología Virtual de Minificción Mexicana.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…