DSCN0432Por Roberto Rivera

Consumado el golpe de Estado la Junta Militar rápida y bruscamente desmonta los sistemas de seguridad social solidarios y en los diecisiete años siguientes bajo férreo control y amenaza “disciplinará la fuerza de trabajo”  e iniciará un sistemático saqueo de empresas estatales, propiedades productivas fiscales y riquezas básicas, en un proceso privatizador -eufemísticamente llamado “modernizador”- consistente en entregar a privados a precios irrisorios o directamente gratis desde el agua, el gas, la electricidad completa, los mares y la pesca, las comunicaciones y telefonía, la gran minería, la salud,  y las jubilaciones, etc. etc. etc., los seguros incluso, a pagar con las utilidades, para devolver después los bancos quebrados a sus ex dueños a costo cero, a cargo de una deuda que no se pagará nunca, la llamada deuda subordinada, excepto el BCI de Yarur. Se estructura así un sistema de inequidad sólo comparable con los países más atrasados de la tierra. Este tema, la propiedad, es uno de los temas clave que hoy desvela a quienes se favorecieron con este inmisericorde saqueo al Estado de Chile, el tema del respeto de la propiedad privada, ante una eventual Reforma Constitucional. Oculto bajo el poncho constitucional hasta la fecha, el pecado original de tamañas fortunas, hoy asoma la cabeza… educación cara y pésima, salud precaria, jubilaciones ridículas, servicios irresponsables, cortes de luz, agua…delincuencia, abusos, y otra vez etc. etc. etc.

 

Sin duda, toda esta vuelta en 360 grados, o revolcón incluido el schock como política de asalto y sorpresa al Chile republicano, precisa de rituales simbólicos y oficios de sacerdotes, así la ceremonia de refundación de Chile se provoca específicamente en el Festival de Viña del Mar a principios de 1974, donde destaca como monaguillo propiciador el tenor Ramón Vinay traído expresamente del extranjero, y de allí en más se deroga la historia del país que conocíamos por un Chile nuevo, que nos deja atónitos, perplejos, pero cuya idea ya circulaba por las cabezas de la represión y del Imperio, no en vano se redacta una nueva constitución que no surge de la inocencia y la ingenuidad, sino de arteras y complejas psiquis, así como el padre Johan Joseph de Arriaga en 1616 daba a luz y ponía en práctica su “Extirpación de las idolatrías” entre los naturales a sangre y fuego, aquí, otro prócer lo emulaba con la “extirpación del cáncer marxista” y una completa generación de jóvenes es sacrificada en toda la América, 30 mil desaparecidos en Argentina, 3 mil en Chile, etc. etc. sin contabilizar fusilados, encarcelamiento, tortura, secuestro, etc. etc. una pesada mochila que nuestros institutos armados prefieren arrastrar en cómplice silencio.

 

Con esto se consuma una fractura respecto del desarrollo histórico de Chile, coincidiendo con un cuarto pacto de subdesarrollo en palabras de Tulio Alperin Dhongi, en un nuevo estadio de desarrollo tecnológico, quedando recluidos en el “nicho” de la exportación de materias primas básicas.

 

El proceso post dictatorial iniciado en los ’90 no logra, o en lo íntimo pareciera no pretende alterar en nada la estructura socio económica montada por la dictadura, antes al contrario, saca de circulación toda la prensa y medios de comunicación que podrían servirle de apoyo –y fuera de la entrega de algunos dineros asistenciales y subsidios- complementa este proceso privatizador entregando a privados lo que resta de la gran minería del cobre, teléfonos, gas, agua, dando curso a otro proceso generador de nuevas y mayores inequidades, un sistemático proceso de concentración económica, permitiendo fusiones e integraciones, con el resultado que, luego de los despidos masivos, una o dos empresas, máximo tres por rubro manejan íntegramente el mercado y superan por amplísimo margen los estándar aceptados de monopolización, así ocurre con los bancos, las farmacias, supermercados, tiendas, retails, comunicaciones, cable, radio, televisión, seguros, seguros médicos, fondos privados de pensiones, etc. etc., y en paralelo, masificando a la vez las tarjetas de crédito como medio de pago, dando curso a la llamada bancarización. Y en un segundo impulso –más despidos masivos de por medio- se les permite por ley integrar a bancos las empresas independientes de leasing, factoring y confirming, corredores de bolsa, seguros etc. etc.,  superando ya por amplísimo margen los porcentajes aceptados de participación de mercado, dando curso a un proceso oligopolizador, de modo que mercado y precios y por añadidura el mercado laboral son de su absoluto dominio y manejo, generando un amplísimo espectro de subempleo y empleo precario, que no son cesantes, pero son medio cesantes todo el tiempo. Sin contar los numerosos marginados sin remedio que descarta el sistema y ya que estamos en esta jerga, la consabida industria del delito cuya porosidad infiltra todas las capas sociales y ocupa una no despreciable masa de pícaros y delincuentes. Corona el desaguisado un pésimo transporte público.

 

Como decía un senador de la República no hace mucho a modo de descuento: “pero ay más cosas sobre de la mesa”, lo cual, siendo absolutamente cierto, -si bien en épocas que producen mucho más que antaño, automatización de por medio- aporta un carácter casi ficcional al imbunche, ese consumidor imaginario propiciado por la clase dominante, como marco o eje que sirve de base y sustento a la instalación neoliberal. Así, sin solución de continuidad, tratando de ponernos al día, nos encontramos con un mundo siempre sonriente, del mejor humor construyendo un imaginario del consumo y la felicidad, de parajes incontaminados, piscinas y parques, seguridad, ocupando con sus viviendas las otrora plácidas praderas de los contrafuertes cordilleranos, un mundo aparte, segregado, con sus propios colegios, centros comerciales, centros médicos, etc. sin conexión ni voluntad de conectarse con el resto de la sociedad, excepto las carreteras exclusivas por donde bajan a ejercer el poder. Ese es el modelo que repiten incansables los medios, un paraíso familiar que roza la asepsia por un lado, sostenido ideológicamente por grupos católicos fundamentalistas, y por otro y al mismo tiempo, una muy curiosa promoción erótica general, permanentemente juvenil y erótica, desde la ropa interior, vale, cruzando todo el espectro del consumo, de un barrido a un trapeado, confusa, lesbo gay, en todo, en cuanto se coma, beba o se ponga encima; un mundo cargado finalmente de un erotismo que no es tal, porque en la vuelta de tuerca ya estamos en la pornografía pura, a un paso con sus divas de la banalidad y el escándalo, las mujeres de Chile en el imaginario del libre mercado, en el santo hogar y en el neo mercado del pubis pulcramente afeitado, así, santidad, asepsia y pornografía conviviendo armónicamente en el modelo de la desigualdad.

 

Justificar un sistema tan desigual y absurdo al fin con cremas dermatológicas, es sin duda una tarea ardua que precisa de una estrategia y de ingentes esfuerzos monetarios, un aparato ideológico despolitizador, y por supuesto un amplio espectro comunicativo en todos los planos, lo cual se cumple a cabalidad. Televisión, radios, diarios, todo en poder de privados, conglomerados afines, con una cantinela constante tipo Orwell ´84 con los beneficios del sistema y el horror a lo distinto, y hacia el mundo popular una estupidización completa, de pies a cabeza, mensajes tramposos y abyectos, desde la publicidad, el comentario interesado y perverso, la banalidad y el reality como la noticia del momento, el fútbol que se lleva medio noticiero, 24 horas de desinformación y un férreo control laboral en todos los planos en la empresa y en la calle los piquetes de fuerzas de represión.

Aceptada la camisa de fuerza como normal, aparece la batería cultural sedante de atrás, un cine de fácil digestión, una promoción del arte sin la meditación consiguiente, de pasar sin ver, de novelas “geniales” de autores que luego desaparecen, la moledora de música, una banda tras otra, la extinción de la crítica, para que todo dé lo mismo, la biblia junto al calefont, generando con esta carencia de valor, una suerte de nivelación hacia abajo, a piso, que resta toda importancia al que sabe y al saber, y que augura tiempos aún más complejos para la literatura y el arte. Como decía Milán Kundera, qué querría decir la palabra artista hoy en día, ¿Un pintor convertido en decorador de interiores? ¿Un Poeta? Se pregunta y responde: ¿Existirán todavía los poetas?

 

Este aparato, este montaje ideológico que sostiene el sistema neuronal adormecido, sin profundidad ni espesor, se esmera en generar sensaciones epidérmicas de totalidad, con poco, turismo empaquetado, paraísos infernales como Cancún, gurúes y santones/as de moda, baños especiales, gimnasias varias, etc.; procesos falsos de individuación en jornadas deportivo laborales con compromisos de tiempos, metas, comentarios introspectivos, con la intención de generar una valla de contención al humano criterio, haciéndote escuchar a líderes ejemplares del solipsismo y la individualidad, profetas ridículos y aparentemente convencidos dictando charlas y cursos de integración eficaz, finalmente con el objetivo de alterar el sentido común y dar por cierto lo que de ninguna manera en otras condiciones aceptaríamos como tal, un autoanálisis de corte muy menor que justifique el doble o triple papel con que el individuo debe a diario lidiar, omitiendo y callando, ignorando, hasta dejar de ver, generando esa suerte de impunidad que ha logrado imponer el sistema, desvinculando al individuo de sí y de toda responsabilidad social y medioambiental.

 

Lo primero que surge entonces es silencio, incredulidad y silencio, es la voz del arte, luego la primera novela que se genera después de este silencio de muerte, como tema principal toma la denuncia de los mismos hechos, no puede, no podría apartarse y tomar distancia de la desaparición, la tortura y la represión sistemática y constante. Un Chile en penumbra cruza el espectro creativo.

La literatura generada a partir de este momento y hasta hoy se podría asegurar, pierde todo vínculo con la crítica y la Academia acorde a los dictámenes de las estructuras de poder dominante que determinan e imponen al sentido común, desconocer e ignorar. Lo cual constituye otra de las fracturas promovidas y subvencionadas por el golpe militar.

La denuncia deja en claro la salvajada social, ética y cultural que se está perpetrando. Los bárbaros han desplazado a la inteligencia y nos hacen tragar el habla, horror de por medio, por años. Las primeras novelas después del golpe de estado se publican en el exterior y sus autores son fuera de Fernando Alegría, todos exiliados, destaca su carácter testimonial por sobre lo ficcional.

 

 “Tejas verdes” – 1974 – Hernán Valdés

“A partir del fin” – 1981 – Hernán Valdés

“El paso de los gansos” – 1975 – Fernando Alegría

“Soñé que la nieve ardía” – 1975 – Antonio Skármeta

“Los búfalos, los jerarcas y la huesera” 1977 – “Abel Rodríquez y sus hermanos”

Ana Vásquez.

“La sang dans la rue” – 1978 – Guillermo Atías

“La guerra interna” – 1979 – Volodia Teitelboim

 

“Salvador Allende” – 1973 –de Enrique Lafourcade, la excepción, la única novela inmediata al golpe de Estado, pero que no puede dar cuenta de lo ocurrido, antes bien, lo soslaya.

 

Nadie lo puede explicar porque explicación no tiene.

Un segundo impulso creativo novelesco, ya con otro aire, luego del descalabramiento social provocado por el golpe, surgirá después del interior sorteando con mayor o menor suerte la censura y auto censura que se vivía y practicaba, en todo caso con otro tono que permitiera al menos su publicación, obras como:

 

“Los convidados de piedra” – 1978 – Jorge Edwards

“Un día con su excelencia” – 1981 – “El himno nacional” – 2001 -Fernando Jerez.

“El informe Mancici” – 1982 – Francisco Rivas

“Los recodos del silencio” de Antonio Ostornol

-El gran taimado” – 1984 – Enrique Lafourcade

“La casa vacía” – Carlos Cerda.

“Actas de Marusia” – 1993 – Patricio Mans

“Cien águilas” de Germán Marín.

 

Y desde el exilio surgen novelas como:

 

“Rojos Copihuex” de Ariel Dorfman y cuya edición no señala año

“Viudas” – 1981 – “La última canción de Manuel Sendero” – 1982 – Ariel Dorfman

“Casa de Campo” – 1978 – José Donoso

“No pasó nada” -1980 – “La insurrección” – 1985 – Antonio Skámeta.

“La casa de los espíritus” – 1982 – “De amor y de sombra” – 84 – “Eva luna” 1987 Isabel Allende

 “Frente a un hombre armado” – 1981 – Mauricio Wacquez

“La muerte de la doncella” – 1992 – Ariel Dorfman

“Cobro revertido” – 1992 – José Leandro Urbina

 

Con todo, este primer cuerpo de novelas tiene un vínculo y una añoranza con el Chile que se lleva el tiempo y el Chile que se borra por decreto y por bando militar.

 

Momento en que escritores como José Donoso y Poli Délano regresan a Chile, abren talleres y de alguna manera logran rearticular en parte un proceso de trasmisión generacional, de tradición y ruptura natural, que la fractura provocada por la represión, la censura y el exilio, arrojan a una suerte de caos creativo de literaturas formadas en otras tradiciones, o ninguna tradición o que ignoran voluntariamente la propia, y que algunos achacan a la pos modernidad. Como parte de esta estrategia, toda influencia nacional anterior, se asimila al criterio de borrar todo pasado en una suerte de refundación total del país, una nueva patria desde el 11 de septiembre de 1973, con nuevos escritores que no carguen con el lastre de quienes les antecedieron en la conformación de un espíritu de país.

Esta resistencia se ve reflejada en autores como:

 

“Todo el amor en sus ojos” – 1990 – Diego Muñoz

“La partida – 1991- Jorge Calvo

Prácticamente toda la obra novelística de Ramón Díaz Eterovic

 “Los años de la serpiente” – 1991 – Antonio Ostornol

“A fuego eterno condenados” – 1994 – Roberto Rivera

 “Tengo miedo torero” – 2001 – Pedro Lemebel

“Nocturno de Chile” – Roberto Bolaño

“Lumpérica” – Diamela Eltit

 

 

Mención aparte merece:

“Nuestros años verde olivo” – 2000 – de Roberto Ampuero que, en medio de la tragedia, quiere hacernos volver la vista a otra tragedia peor que la nuestra a su parecer, aunque gozó y disfrutó de los mejores néctares de ese equívoco. Salió pelando, como se dice aquí.

 

Otro referente nace desde editorial Planeta en los 90 bajo la edición de Jaime Collyer, y Carlos Orellana posteriormente, la que dio en llamarse la nueva narrativa chilena, entre cuyas características destacaba soslayar en lo posible o dulcificar el tema dictadura y que lo integran entre otros y con muy diversas vertientes:

 

Gonzalo Contreras – La ciudad anterior – El nadador

Carlos Franz – Santiago cero – El lugar donde estuvo el paraíso

Arturo Fontaine – Oír su voz

Sergio Gómez – 1992 –  Adiós, Carlos Marx – 1994 – Vidas ejemplares

Jaime Collyer  – El infiltrado

Ana María del Río – Óxido de Carmen

Narco Antonio de la Parra – “La secreta guerra santa de Santiago de Chile”

Darío Osses – Machos tristes

 

Y ya de otra generación les siguen en el proceso, la llamada generación de los niños, por sus espacios íntimos familiares y rezongos contra el abandono de los mayores, generalmente desperdiciando su tiempo en política o afines.

 

Alberto Fuguet – Tinta Roja

Andrea Maturana – El daño

Alejandra Costamagna – Ciudadano en retiro

Andrea Jeftanovich

Nona Fernández

Marcelo Leonart

Rafael Gumucio

 

Y apareciendo, ya casi sin relación con el proceso disciplinario ejecutado por la dictadura cívico militar, muy marcados por lo nuevo y el experimento:

 

Diego Zúñiga

Alejandro Zambra

Carlos Araya Díaz

Cristóbal Gaete Araya

Juan Ignacio Colil – “Tsunami”

 

Cuento aparte

Jorge Baradit

 

Restaría indicar las características generales que emparentarían cada grupo y las particularidades aportadas por cada narrador, lo cual lo dejaremos en virtud del tiempo para una próxima conversación.

 

Este texto es una versión ampliada de la ponencia de Roberto Rivera en la charla “Rastros en las sombras: novela en dictadura y postdictadura”, realizada el martes 12 de julio en el Café Literario Parque Balmaceda, y que forma parte del ciclo Literatura e Historia.