Por Jaime Magnan Alabarse
El amor es una herida potencial, y exponencial. Una vez que llega, irremediablemente, producirá alegría, ensoñación, felicidad, abandono, desamparo, dolor, explicado así a modo de una campana de Gauss, aunque, no del todo, simétrica.
El amor es, por sí, el sentimiento más complejo que experimenta el ser humano en su existencia, ya que en éste se involucran todos los sentidos, en una suerte de transformación. Los poetas, desde que el mundo inició sus primeros pasos y en él aparece la palabra escrita, han buscado su definición.
De hecho, la poesía es un ensayo permanente de esa búsqueda. Y concurre con mucha más frecuencia de lo que se cree, que sobre el amor todo está dicho, en forma, contenido y mensaje. Y no son pocos quienes son reacios a leer un muestrario de poemas de amor… Debo confesarlo: yo soy uno de ellos.
Cuando Manuel Caro –Mac Caro-, joven escritor de Los Álamos, a quien tuve la oportunidad de reseñar sus trabajos en prosa publicados en “Cuentos para todos”, del colectivo de poetas y escritores Sol naciente de su ciudad natal, me pidió que prologará su poemario “Un corazón rutilado en 29 grados”, sin saber a ciencia cierta de qué trataban sus poemas, me encontré con un par de sorpresas.
La primera, el manuscrito correspondía, según aprecié en una somera lectura, a poemas de amor, lo cual me colocó en el dilema de abandonar la empresa o cumplir con cierta reticencia.
La segunda sorpresa –y esta me hizo cambiar toda mi predisposición inicial- fue la sutileza del lenguaje que maneja Mac Caro, sin mayores pretensiones, para desnudar su alma, en un ejercicio que, al igual que el amor, rutila el corazón.
Y a mi modo de vivir el poemario -porque la poesía se vive-, logré descubrir que varios versos quedaron atrapados en mi dermis. Y se encuentran ahí. No molestan, pero están ahí y me obligan a decir algo.
“Un corazón rutilado en 29 grados” es un poemario de rápida lectura, pero de lenta asimilación, porque hay un universo por descubrir en cada una de las propuestas poéticas que nos presenta su joven autor, donde el giro de la intencionalidad se produce en el momento menos pensado, al igual que en un cuento, pero aquí no hay historias ni vivencias, hay sentimiento neto.
Mac Caro, en una especie de declaración de principios advierte que: “he tomado un puñado de piedras de otros poemas” para construir sus propios poemas, pero no es así. De las ruinas de lo que fue un edificio de gran esplendor –como lo es la manoseada temática del amor-, el autor genera su propia arquitectura, un laberinto donde no todos los caminos conducen a Roma. Porque el trabajo de nuestro amigo no sólo comprende un muestrario de poemas de amor, no; además incluye un poema, de fuerte contenido social, circunscrito a nuestra propia contingencia dedicado a Lorenza Cayuhan, “…la que sojuzgada recibió al fruto del amor. La que resistió la pesantez cruel del juicio mal formado. La que baja los brazos únicamente para tomar a Sayen.”
El poema genera exabrupto, porque la concepción del amor no es idílica; es parte de la cotidianidad y por eso, imperfecta, aunque duela.
Pero también hay otra línea, el amor filial reflejado en ese determinismo que radica en nuestras costumbres. En “Yo bebo mate, como mi padre, como mi abuelo”, el autor construye un mundo en cada verso, la sumatoria de un universo registrada en la dialéctica de la memoria, que alcanza su clímax con esta declaración de principios: “En todo momento, siempre en mi casa de madera de pino, hubo un mate”.
No puedo dejar de citar un pasaje del poema que me ha quitado el sueño. Me refiero a “Chalvajismo”, título equívoco, un acto de provocación poética necesaria:
Ella te habló de mí…
Yo me hubiese quedado colgando de un anillo de Saturno,
Esperando caer puntual, sobre el algodón más simétrico.
De esos que se transmutan en nubes, las mismas que sobrevuelan lugares portentosos como el que refutaste; que resististe descubrir conmigo.
Desde que leí el trabajo de mi estimado amigo –y pido perdón por la licencia de llamarlo así–, debo confesar que mi yo poético se ha reconciliado con el amor, temáticamente hablando, aun cuando me produciría vergüenza ensayar un poemario de esta naturaleza: Mac Caro ha dejado la vara alta y sólo queda admitir, por mi parte que “me he quedado colgando de un anillo de saturno”.
Selección de poemas de “Un corazón rutilado en 29 grados”
CON MANOS RECORTADAS
He tomado un puñado de piedras de otros poemas
Las recogí camino a las dunas, mientras el sol y el viento comían boldo.
He tomado un puñado de piedras de otros poemas
Algunas parlamentan de la madre tierra, de sucesos, de perspectivas y de ancestros.
He tomado un puñado de piedras de otros poemas
En ellas se quedaron ilustradas las huellas de los nativos y de los visitantes.
He tomado un puñado de piedras de otros poemas
Para moldearlas en la intimidad y luego ser usadas en cocinas dulces y amargas.
He tomado un puñado de piedras de otros poemas
No todas quisieron salir de pangue, aun así; enmudecieron y no enredaron su destierro.
He tomado un puñado de piedras de otros poemas
Y volveré por más, pues el pan no lo dan y hay que herir el hambre.
LORENZA CAYUHAN
¡Es Lorenza! la que tuvo que parir, entre cadenas y grilletes; víctima de la inhumanidad.
Es Lorenza Cayuhan, la que sojuzgada recibió al fruto del amor. La que resistió la pesantez cruel del juicio mal formado. La que baja los brazos únicamente para tomar a Sayen.
¡Es Lorenza! la que tuvo que parir, entre cadenas y grilletes; victima de la inhumanidad.
Es Lorenza Cayuhan, la que sobrellevó el peligro del metal en una cesaría. La que superfluamente esperó aspavientos de racionalidad. La que descubre su pecho fértil para alimentar a Sayen.
¡Es Lorenza! la que tuvo que parir, entre cadenas y grilletes; victima de la inhumanidad.
Es Lorenza Cayuhan, la que no concibe su desvalorización abominable. La que hoy no puede sembrar, para mañana cosechar. La que mira recluida el crecimiento de Sayen.
¡Es Lorenza! la que tuvo que parir, entre cadenas y grilletes; víctima de la inhumanidad.
Es Lorenza Cayuhan, la joven mapuche que perpetuará más allá de la muerte el 14 de octubre. La que por ser morena es tratada con poder desigual. La que sueña con un futuro más cordial para Sayen.
¡Es Lorenza! la que tuvo que parir, entre cadenas y grilletes; víctima de la inhumanidad.
YO BEBO MATE, COMO MI PADRE, COMO MI ABUELO
Las semanas en que el viento es patrono de las hojas y de todo.
Los periodos en que los aguaceros departen lenguas de diluvios.
Los días en que el aroma de las flores funda suspiros prendados por doquier.
Las horas de la tarde en que el calor se resiste a eclipsarse tempranamente con el sol.
En todo momento, siempre en mi casa de madera de pino, hubo un mate.
Yo bebo mate, como mi padre, como mi abuelo. No necesito nada más, quizás un pedacito de pan, pero nada más.
Mac Caro nace en Lebu (Chile) el 19 de febrero de 1988. Poeta y escritor. Reside en Los Álamos. Miembro de la agrupación de escritores Sol Naciente de Los Álamos. Encargado del Departamento de Cultura de la agrupación de jóvenes Zapatillas Rotas de Los Álamos. Como narrador, participó de la antología “Cuentos para todos” (Editorial El bote de papel, 2016) de la agrupación Sol Naciente. Mención honrosa por su relato “Algo quimérico” en el “5to concurso de cuentos breves” edición 2016, organizado por la ilustre municipalidad de Los Andes y la Biblioteca Municipal Hermano Emeterio José de Los Andes, en conjunto con la Agrupación de amigos de la biblioteca. Con “Suerte de provincianos” aparece en la selección de los 100 mejores cuentos de la IV versión de Concepción en 100 palabras, publicado en el 2016.
Durísimo cuento. Atento a las obras de este autor valdiviano.