Ferrante, Elena 2016: La amiga estupenda, Lumen, Santiago de Chile, pp.386; Un mal nombre, Lumen, Chile, pp. 554; Las deudas del cuerpo, Lumen, Chile, pp.477; La niña perdida, Lumen, Chile, pp.538.
“… comprendí que la memoria ya era literatura” (E.F)
por Berta López Morales
El seudónimo Elena Ferrante es solidario con el hiyab, que oculta el rostro de Sherezade, ya que no se sabe quién o quienes se esconden bajo el nombre de la autor(a) de la saga Dos amigas, que corresponde a la tetralogía: La amiga estupenda (2012), Un mal nombre (2013), Las deudas del cuerpo (2014), La niña perdida (2015); solo el año 2016 la editorial Lumen las dio a conocer en nuestro país. Las reediciones de estas novelas, sus traducciones a más de cuarenta y dos idiomas nos hablan de un éxito sin precedentes, en su país de origen, Italia, como en el resto de Europa, Oriente y América. Lo cierto es que estas novelas nos devuelven el placer por la lectura perdido a veces en el tráfago de otras, modeladas por cánones establecidos, o por la urgencia de lo contingente.
Las respectivas novelas se muestran como un mosaico que en su origen parece un simple relato de vida, pero que van continuamente mutando para desbordarse en un espacio temporal que arranca en la mitad del siglo XX y concluye en la primera década de este siglo; ambientada principalmente en un Nápoles de posguerra, en los suburbios donde la vida miserable, cruel y sin horizonte pareciera determinar el porvenir de sus personajes, especialmente de mujeres y niños. Las dos primeras novelas recuerdan el neorrealismo italiano muy acorde con la época a la que remite la narración.
La voz narrativa, en primera persona, oscila entre lo visible y lo oculto, entre lo evidente y lo opaco creando una suerte de telaraña que seduce, encanta y atrapa sin concesiones al lector; crónica que se impone sintetizar una historia que es lo que es a contracorriente de simpatías o antagonismos y que, por lo mismo, despliega una verdad profunda, colectiva y universal. Las condiciones sociales y económicas de la clase baja napolitana: artesanos, dependientes de negocios de barrio, vendedores ambulantes, conserjes, ferroviarios mezclados con usureros, empresarios de oscuras raíces y negocios torvos dan vida a una desigual y variopinta gama de existencias transidas por la penuria económica, el maltrato, el dolor físico y psicológico, pero que de un modo inesperado, mágico, rayano en la hechicería destruye la lógica de las acciones y la tragicidad provocando la voracidad del lector.
Narrada in extrema res cada novela de la tetralogía corresponde a un período de vida de la protagonista: infancia, adolescencia, madurez y senectud con sus respectivas elipsis y quiebres temporales, asociando cada etapa no solo con la problemática inherente a ellas, sino con los conflictos que, paralelamente, surgen en el tiempo histórico: la propagación de las ideologías de izquierda (comunismo, trotskismo, terrorismo), el naciente feminismo, el cuestionamiento a la masculinidad, la corrupción política y otros fenómenos propios de la sociedad italiana como la Camorra, organización criminal que surge en el siglo XVI y que operó, principalmente, en Nápoles hasta 1984.
La saga Dos Amigas, narración formidable no solo en cuanto a rigurosidad histórica sin ser agobiante es además una fuente de muchas lecturas, que derivan de las diferentes aristas del relato. Sin afán de hacer política feminista, Lènu busca dentro de sí misma los significados de ser mujer en su época, situación común para todas las nacidas alrededor de 1950, que en el decurso de sus existencias debieron: “masculinizar la propia cabeza para que fuera bien recibida por la cultura de los hombres” (III, p.318), hegemonía masculina a la que contribuyeron hombres y mujeres. Es en este universo narrativo donde la protagonista tendrá que descubrir mediante una autorreflexión cómo los modelos impuestos por la sociedad han influido en su forma de ser y estar en el mundo.
En efecto, esta saga puede leerse como una Bildungsroman (novela de formación), ya que la diégesis per se está destinada a que la narradora-protagonista alcance un conocimiento auténtico de sí misma: “Me decía que la madurez consistía en aceptar el curso que había tomado la existencia sin agitarse demasiado, trazar un surco entre la práctica cotidiana y el aprendizaje teórico, aprender a verse, a conocerse a la espera de los grandes cambios” (III, pp.401-402). Así, la formación (Bildung) de Lenù tiene múltiples visiones, por una parte, implica la construcción de su yo verdadero y por otra, la comprensión de su escritura como parte de su autodescubrimiento, sin dejar de lado el cuestionamiento de las relaciones madre-hija, de su relación con los hombres, con sus raíces y su incursión en los problemas del barrio y sus amigos.
Lènu siente que ha sido modelada por las instituciones sociales: la familia, la escuela, el instituto, la universidad y que al comenzar a escribir, al rememorar sus experiencias se decanta la idea de sí misma, el punto de partida de su proyecto escriptural que le cuesta reconocer como propio: “…mi libro, pese a tener mucho éxito era realmente feo, y lo era porque estaba bien organizado, escrito con un cuidado obsesivo, porque yo no había sabido imitar la banalidad descoordinada, antiestética, y lógica y deformada de las cosas.” (III, pp.349-350). Proceso doloroso, sin duda, en que se resuelven sus enojos, su rebeldía, la rabia y, finalmente, la sabiduría para sopesar el concurso de los seres amados, despreciados y rechazados en el restablecimiento de su integralidad de mujer-escritora-madre.
Cualesquiera sean las lecturas, la obra de Ferrante puede entenderse como el testimonio de una amistad no en vano el nombre de la tetralogía es Dos amigas: la historia de la amistad de Lenù y Lila es el hilo conductor de las novelas, del mismo modo que Lila es el aguijón que impulsa a la protagonista en sus proyectos. Voz crítica, punzante y a ratos ofensiva, de manera presencial o ausente está allí en sordina a veces para aplaudir, en otras boicoteando e ignorando los éxitos de su amiga. Naturalmente inteligente, Lila se erige en la palabra confiable, autorizada y competente que opina no solo de lo cotidiano, sino también acerca de la creación literaria de Lenù; es una especie de alter ego que alcanza dimensiones monstruosas, como su propia existencia que permea todo el entorno en que vive; demonizada por sus vecinos, sobreviviente de la crueldad machista que asola el barrio, del que nunca ha salido, está marcada por el fatum de la violencia y la destrucción, a pesar de ello en nuestra lectura es la amiga brillante, ocurrente, creativa y siempre asombrosa niña, joven o adulta que renace del terror y de la tragedia.
Esta saga es también una reflexión sobre la escritura, sobre los sentimientos y la lengua que la expresa; por ello, el dialecto napolitano se opone al italiano; la primera es la lengua de la violencia, de la obscenidad y de las raíces que se opone porfiadamente, a la lengua adquirida en las aulas superiores. Sin embargo, esta lengua oficial terminará por alejar a la protagonista-escritora de su territorio, de su familia y de sus amigos, porque esta lengua deconstruye las relaciones sociales tradicionales; la felicidad conyugal y estabilidad asociadas al matrimonio no son tales, lo que los relatos maestros proponían y concluían con la celebración del sacramento y rito del matrimonio, queda desmantelado por el crudo y brutal relato de mujeres absorbidas por sus maridos, por la maternidad y por el trabajo en el hogar: “Habían sido devoradas por el cuerpo de sus maridos, de sus padres, de sus hermanos, a quienes terminaban por parecerse cada vez más…” (p.119,II). La ficción se complace en mostrar cómo en la primera mitad del siglo pasado, el horizonte femenino limitaba con las necesidades masculinas, en que la madre era la guardiana de ese sistema injusto que, de generación en generación, se transmitía sin variantes.
La figura materna, en el barrio y fuera de este, se yergue en símbolo de la seguridad sustentado por la formación de una familia con la procreación de los hijos. No es extraño que “el mundillo de lo femenino” reflejado quedase reducido al chismorreo, a la envidia y a la preocupación excesiva por las vidas ajenas con vistas a la moralidad sexual. La madre, voz activa del patriarcado exigía que las hijas cooperaran con las tareas domésticas, liberando de esta a los hijos; finalizada la etapa de instrucción básica, las niñas quedaban a cargo de sus hermanos pequeños o ingresaban a la vida del trabajo hasta que lograban “un buen partido”. Esta herencia, tradición o costumbre no deseada se presenta como un casus belli entre hijas y madres, las nuevas generaciones están dispuestas a rebelarse a costa de los hijos, del qué dirán, de maridos o amantes, reconociendo que la familia de antaño se ha perdido y que hoy adquiere nuevos contornos; esta se arma y se rearma por la fuerza de los acontecimientos que día a día minan el amor, la pasión y los intereses comunes.
El cuestionamiento de la sociedad patriarcal, de la corrupción política, del liberalismo económico, de la distribución del trabajo y del poder entre hombre y mujeres alcanza todos los aspectos de la vida de los personajes; además, de las relaciones madre-hija también se muestra a las parejas en su intimidad, evidenciando que las diferencias sociales, culturales y económicas entre los hombres no existen a la hora de comparar sus experiencias más íntimas aunque muchas bibliotecas los separen, siempre queda en común la violencia, la despreocupación por el placer femenino, la falta de diálogo, la dificultad por confiar al otro los gustos o preferencias, la satisfacción o insatisfacción. La hegemonía masculina se impone siempre en la práctica más allá de los discursos de liberación muchas veces periféricos, que representan solo líneas de fuga, que responden a los imperativos de las nuevas ideologías de la igualdad entre hombres y mujeres.
Concluida la lectura podemos entender el éxito editorial de esta tetralogía que encuentra su eco en los lectores más variados, quienes habrán incorporado inconscientemente sus saberes, experiencias, frustraciones, dolores, alegrías y liberaciones a los de Lenù y Lila, entendiendo que los finales son siempre enigmáticos.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…