por Omar López Ll., Puente Alto

“CUANDO LOS BLANCOS LLEGARON, NOSOTROS TENÍAMOS LA TIERRA Y ELLOS TENÍAN LA BIBLIA. NOS ENSEÑARON A REZAR CON NUESTROS OJOS CERRADOS; CUANDO LOS ABRIMOS, ELLOS TENÍAN LA TIERRA Y NOSOTROS LA BIBLIA”.
(Dan George (1899 – 1982), jefe indio canadiense)

Si cada jefe tuviera la mitad de lucidez y poder de síntesis del personaje citado, otro mundo existiría. En tres o cuatro líneas, derriba mitologías y engaño; denuncia poder abusivo y colonialismo por décadas. Interesante constatar que la sabiduría y la visión de los pueblos invadidos, por una parte, desmitifica aquella acepción de “salvajes” y en cambio, el constante atropello a sus ritos, costumbres y dioses asociados a las fuerzas de la naturaleza se adorna con plumaje de “conquistadores”.

Hoy tenemos otro tipo de… “conquistadores”. Y la población avasallada es a nivel planetario. La fina ironía del jefe indio canadiense, hoy está en plena vigencia y son muchas las cosas que nos han ofrecido y cambiado con notable ganancias para unos pocos y enormes desigualdades para la mayoría. Desgastadas las utopías y los credos nadie tiene certeza de que nueva sociedad sería el modelo ideal de justicia y convivencia: nuestro planeta cada vez más expoliado por las grandes potencias o las transnacionales en sus recursos naturales se fatiga y su ansiedad se transforma en cambios climáticos, deshielo de los polos, sequía prolongada y devastación forestal. No es para nada, un panorama alentador y en gran medida, otros efectos nocivos como, por ejemplo, la anémica salud mental de una población ya automatizada, nos debiera hacer reaccionar de manera más comprometida o constructiva.

De repente, la orfandad de un perro callejero nos duele tanto como un incendio de bosque. O pisar un pedazo de vidrio en una playa es tan hiriente como ver a un muchacho drogado en una red de incoherencias y actos infrahumanos. Luego la sociedad es… ¿una jaula o un laberinto? Y el altisonante amor es… ¿una moneda de intercambio universal o el último recurso natural en vías de extinción? La filosofía individual o práctica de vida debiera ser siempre un vestido o una camisa nueva para luego descifrar una identidad comunitaria que nos refrescara la alegría de vivir. No sé si falta ánimo o decisión para esto. Sabemos eso sí, que el tema pasa por una infinidad de condicionantes de todo tipo: sociales, económicas, mentales, saludables y educativas. También una casi siempre pálida historia de descendencia y conductas de orígenes familiares rara vez invocados.

Bien, la idea es abrir la puerta de este dos mil 21 con lentitud de sombra milenaria. Nunca se sabe si la próxima habitación esconde un baúl de sorpresas o de fantasmas, pero la curiosidad envuelta en exploración didáctica es todavía un rescoldo de infancia y aquí el tiempo o los años recorridos es solo un accidente de la causa.