Ignacio Herrera López (Curicó, 1986), escritor, vive en su ciudad natal. Fue incluido en Camada (2015), antología de la poesía joven maulina, En el año 2016 obtuvo mención honrosa en el concurso literario Stella Corvalán (I. Municipalidad de Talca); el mismo año recibe también la primera mención honrosa en el concurso literario Fernando Santiván de Valdivia con su texto Caballos sin pelajes, publicado en Concurso Santiván de Poesía (Ediciones Kultrún, 2016). En 2020 aparece Mala Luna, su primer libro (Ediciones Etcétera, Concepción). El mismo año aparece su segundo libro, llamado Nahuilte (en la colección Ínsula Barataria, de Editorial Kultrún).

Nahuilte

Para Nahuilte fuiste condenado
ciudad de los caballos más silentes
tapianda en sertralina anda la gente
no miran ni un galope a su costado.

No vayas a Nahuilte por invierno
ni mucho menos vayas por verano
no quedan ni recuerdos de tu hermano
aquel muchacho duro pero tierno.

La madre no cocina, pasa en cama
el perro silencioso no te espera
se pudren tus juguetes de madera
y el gato del vecino está en la rama.

Pero aprovecha el viento de la tarde
el frío que entumece los pelajes
no seas campesino, cambia el traje
acá ya valoramos al cobarde.

Pasteros del potrero

Los barrios te consumen con su gente
se va secando el sauce sin el río
los ojos de un caballo tienen frío
forjándote un potrero que está ausente.

Los cabros fuman pasta por la esquina
flaquitos se consumen demacrados
debes estar tranquilo, ten cuidado
me dice en sus sermones la vecina.

Debes tener cuidado mi Nachito
los cabros son traidores con los sanos
mataron el recuerdo de tu hermano
quieren ver tu semblante más marchito.

Cuidado, ten cuidado mi Nachito:

vivir en este pueblo es un delito.

Mi perro perdiguero

Mi perro perdiguero se ha perdido
lo dejé en la carreta de mi hermano
en una noche amarga del verano
cuando yo no sentía mi latido.

Yo estaba en otro mundo distraído
contando un mal soneto con mi mano
persiguiendo la forma de lo vano
que a todo lo tedioso da sentido.

Cuando salí a buscar al perdiguero
la noche se iba haciendo más espesa
pintando de amargura mi tristeza

con su pobre ladrido en mal agüero.
El perro perdiguero en mi cabeza
me lleva a los lugares donde muero.

No entres al potrero

Allá donde comienzan los potreros
se ven los ojos parcos de las vacas
han perdido a sus hijos: los terneros
apenas se han parado de tan flacas.

Por eso yo no quiero ir al potrero
entrar al descampado y ver la muerte
con rostro blanquecino en mala suerte
llevarse para siempre a mis corderos.

Seguro está maldito el descampado
noté que queda poco, me despido
tocando mis tristezas sin el ruido

de la terrible muerte que me han dado.
Al entrar al potrero me he encontrado
con mi cadáver roto y desvestido.

El no nacido

A Américo Reyes

Si estoy por las raíces
y sangro al desatarme
mejor me quedo triste
sin que me note nadie.
Escondido y sangrando
aunque no tengo cuerpo
sobre mí los arados
escarban lo que siento.
No estoy en los lugares
me niegan las miradas
mejor será ser nadie
en esta vida esclava.
Duele tanto nacer
mejor aquí me quedo
sin ser lo que se fue
negándome al recuerdo.

Casas curicanas

Casas Curicanas
con sus gatos ciegos
y niños pensando
que no existe el cielo.
Con cabezas gachas
aturdidos perros
lamen la osamenta
de sus amos muertos.
Dentro de una pieza
suenan los maderos
despiertan las sombras
que no encuentran cuerpos.
Casas Curicanas
labran nuestro miedo
miedos que mostramos
y no conocemos.
Niños solitarios
juegan con recuerdos

encontrando al padre

cosiendo sus sueños.

Luis el pensante

En calurosos sillones
Luis el pensante se acuesta
a divagar sobre el hambre
y la forma de las mesas.
El pensante dormitando
siente un calor de cortinas
y en el piso las arañas
tejen los tedios que brillan.
Por los felpudos sillones
Luis el pensante se duerme
con la fatiga del odio
que algunos miedos desprende.
Capaz se pudra durmiendo
igual que aquellos estantes
llenos de libros mohosos
que de sus sueños son parte.
Quizás despierte abrumado
odiando todos sus sueños
y nos diga con miradas
sueños que no conocemos.
Hoy te despiertas pensante
con esa duda que duele
¿A dónde va lo deseado
cuando la vida se pierde?
Hoy duda más de tus sueños
que adentro de las preguntas
se abren hermosas cancelas
con las verdades que asustan.

Héctor quiere morir

Quiero morir cantando mis pesares
Aparecer difunto por papeles
Beber el zumo negro de las mieles
Llorando pena muda por los bares.
Quiero robar los pasos de yeguares
En las nieblas aguadas de las pieles
De vacas ciegas entre los tropeles
Bebiendo sal umbría por los mares.
Quiero morir domingo por la noche
Quiero morir tranquilo sin palabras
con mis huesos quebrados dando boche
Cantando en voces gritos de las cabras.
Quiero morir completo y sosegado
Sin tumba, ni penar, ni desagrado.

Ignacio

Apenas nace el día de tan viejo
en los ojos de Ignacio ya se olvida
que lo mejor vivido de su vida
ha sido una mentira, un mal reflejo.

Se ha levantado triste, con el dejo
que deja lo invisible en su partida
y se refugia sano en las heridas
que le forjó Nahuilte en su pellejo.

El cielo le parece envejecido
y calienta sus manos con los leños
de su cuerpo golpeado forma de un nido

para que se crezca vasto lo pequeño
y se vayan del canto los quejidos
de las aves dormidas sin un sueño.