El fascinante universo narrativo de Juan Mihovilovich Hernández

Por La Prensa Austral lunes 17 de agosto del 2020

Por Víctor Hernández, Sociedad
de Escritores de Magallanes

En las próximas líneas nos referiremos a uno de los escritores magallánicos más importantes e influyentes de las últimas décadas. Decimos y escribimos esto con sincera modestia, pero también, con absoluta convicción, conscientes que trataremos de brindar algunos conceptos a nuestros lectores, tanto históricos como literarios, que respaldan nuestra aseveración y validan la compleja propuesta creativa de Juan Mihovilovich.

Este narrador puntarenense y abogado de profesión, nacido en 1951, se ha convertido sin proponérselo, en uno de los autores más representativos de nuestra región. Y no deja de sorprendernos, toda vez, que Mihovilovich ha vivido gran parte de su existencia fuera de Magallanes. Porque de inmediato surge el siguiente dilema: ¿Cómo se logra plasmar en una obra literaria, anécdotas, recuerdos de situaciones y personajes, ubicados en un lugar y en un espacio geográfico en el que no se vive?

Porque, y -emplearemos el título de una de las obras de Manuel Rojas para graficarlo- “las imágenes de infancia y adolescencia”, cómo pueden ser tan importantes para un creador, que gran parte de la producción literaria de nuestro biografiado se circunscribe en el fino tratamiento que suele efectuar, en cada uno de sus libros, a los recuerdos de una ciudad, Punta Arenas y de un barrio en particular, el Yugoslavo, (hoy Croata) en donde descansan varias de las claves literarias de la obra de Juan Mihovilovich.

Aquello es aún más significativo si consideramos que hablamos de un escritor que cuenta con un palmarés, sin considerar reediciones, de dieciséis libros publicados. Se trata de una obra maciza que comprende un período de cuarenta años, en donde muchas ideas planteadas en un texto se reproducen, se amplifican o se profundizan en los textos siguientes, de modo, que resulta casi imposible separar una parte del todo. Aquí se presenta un gran desafío, tanto para el lector inicial como para el más avezado; para el comentarista novato o el crítico literario experimentado: no basta con hojear o leer uno o dos de sus textos para emitir un juicio valórico o estético; para comprender el trabajo de Mihovilovich se precisa una lectura completa de su obra literaria.

No es difícil caer en la seducción de sumergirse en su discurso narrativo, el que surge en 1980 con la publicación de su primer libro de cuentos “El ventanal de la desolación”. Es un texto clave para adentrarnos en muchas de las preocupaciones en que gira toda la obra posterior de este creador magallánico. Nuestro autor entregó algunas pistas en una entrevista ofrecida al periódico digital “Letras de Chile”, aparecida el 8 de julio de 2016, en donde rememora: “Debo asumir que partí siendo escritor de cuentos, de contar vivencias de personajes marginales que pululaban en mi barrio croata de Punta Arenas, en el extremo sur de Chile. Allí cohabitaban junto a nuestra infancia seres desarraigados: el loquito del barrio, el mendigo reconocido por todos, el “hombre del saco” a quien tanto temíamos, los visitantes a un prostíbulo cercano, los sueños de niño que veía la realidad como a través de un perpetuo espejismo, las andanzas de un grupo o pandilla que formábamos para sortear el tiempo. Esos cuentos fueron esbozando mi “visión de mundo” y luego, casi sin notarlo, pasaron a ser parte indivisible de mis novelas, solo que con un tratamiento lógicamente distinto”.

Hacemos hincapié, además, en que junto a esta galería de personajes y de situaciones, Mihovilovich inaugura con “El ventanal de la desolación”, el empleo de una serie de recursos estilísticos que caracteriza la narrativa de famosos escritores de la literatura universal como Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Juan Carlos Onetti y Gabriel García Márquez.

En efecto, la utilización del montaje, (establecer varios relatos paralelos que en algún momento se entrelazan), el raconto, (contar una o varias historias desde el final alterando los tiempos en que transcurre la acción) y el flash back, (intercalar y trasladar la acción en forma recurrente a tiempo pasado y presente) modos que son propios del lenguaje cinematográfico, forman parte de algunas de las técnicas que se reconocen con más frecuencia en la narrativa de Juan Mihovilovich, lo que ya había sido apuntado por Ernesto Livacic Gazzano, en su clásico texto “Historia de la literatura de Magallanes”, quien, a propósito de la publicación en la Editorial Pehuén de la novela “La última condena” en 1983, emitió el siguiente comentario: “Ha ganado incontables concursos literarios con sus muy logrados cuentos, y ha producido una notable novela que, si bien físicamente ambientada en Yumbel, privilegia lo fantástico y lo psicológico. Su narrador “contempla el mundo desde el interior de un cerebro enloquecido”, como ha dicho Hernán Poblete Varas. Juan Mihovilovich es el mejor exponente de una narrativa magallánica de rasgos técnicos contemporáneos”. Esta obra había obtenido los premios Pedro de Oña y Gabriela Mistral en novela inédita en 1980 y fue reimpresa recientemente, en 2015, por la Editorial Windmills, en los Estados Unidos.

Antes de concluir su siguiente obra de largo aliento, Mihovilovich nos legó dos ensayos que a nuestro juicio, ameritan una reedición ampliada y mejorada. El primero de ellos, “Literatura y Sociedad”, publicado por la Editorial Universitaria de Cuenca en Ecuador, en 1980 y el segundo, una biografía en estilo del periodismo de investigación, titulada “Camus, Obispo” dada a conocer en Linares por la imprenta Rahue en 1988, en que revela aspectos desconocidos del sacerdote que se enfrentó en varias oportunidades a los servicios de seguridad de la pasada dictadura, en un momento histórico de profundos cambios en el país, y que coincidió con la etapa en que nuestro biografiado se desempeñaba como abogado del obispado de esa ciudad.

A nosotros nos parece que las dos obras que se suceden cierran una primera etapa dentro de la narrativa de Juan. La breve y bella novela “Sus desnudos pies sobre la nieve” y el tomo de cuentos “El Clasificador”, publicados por Mosquito Editores el primero, en 1990 y por Pehuén, el segundo en 1992, sintetizan las obsesiones y preocupaciones de nuestro autor. Ambos libros fueron elogiosamente recibidos por la crítica. Matías Rafide dijo de la novela: “El recuerdo de la infancia es eje central de una obsesión dulce y dolorosa a la vez. Hay un halo de angustia y ansiedad que recorren las páginas de esta nouvelle que emociona y se proyecta desde sus personajes y escuetas resonancias y el lector, que poco a poco, hace suyas las nostalgias y divagaciones del protagonista y sus fantasmas familiares: la madre, los hermanos y el autor”. Mientras tanto, Rosamaría Echenique escribió del volumen de relatos: “La lectura de todos y cada uno de los cuentos de “El Clasificador”, permite que el lector se sienta activo al tener que completar personajes, descifrar símbolos y llenar vacíos con lo que su lectura se transforma en una acción cómplice del mundo fantástico narrado por el escritor”.

Hacia la consolidación profesional y literaria

Durante gran parte de la década del noventa, Juan Mihovilovich fue combinando su oficio literario, con su actividad profesional como abogado. A ello sumó una importante labor periodística como columnista de opinión y comentarista literario de importantes medios de prensa escritos. Por lo menos, desde 1984 hasta 1996 escribió para los diarios “La Prensa Austral”, de Punta Arenas; “El Centro” de Talca; “El Heraldo” de Linares y “La Época”, de Santiago. Luego de trabajar por espacio de cinco años, (1985-1990) en el Obispado de Linares, asumió ese último año el cargo de Secretario Regional Ministerial de Justicia de la Región del Maule hasta 1994. Luego, por espacio de dos años fue jefe del Departamento de Readaptación Social de Gendarmería de Chile. A fines de 1995 fue nombrado juez del Juzgado de Letras de Curepto, llamado desde 2000 Juzgado de Letras y Garantía. En 2011 asumió como juez de Letras y Garantía en la localidad de Puerto Cisnes, en la Región de Aysén, donde reside actualmente.

Después de un silencio de doce años, Juan retoma las publicaciones literarias con el libro de cuentos “Restos mortales”, editado en 2004, que inicia la colaboración con el sello editorial Lom. A continuación, en 2006, apareció el celebrado texto “El contagio de la locura” que, según el autor, comprende una trilogía novelística que continúa con “Desencierro” de 2008 y culmina con “Yo mi hermano” de 2015, todas impresas por Lom. Estas obras aparecen vinculadas por el fino análisis psicológico que utiliza Mihovilovich para dar cuenta a través de la alienación que afecta a los personajes de la trama, de la profunda soledad que padece la sociedad occidental.

Después de publicar en 2008 “Los números no cuentan” (cuentos reunidos), la siempre compleja y seductora relación entre el ejercicio de las leyes y la vocación escritural, encontró en la novela “Grados de referencia” de 2011, algunos puntos de contacto en que se manifiesta el vivo anhelo del hombre por tratar de encontrar y hacer prevalecer el sentido de la justicia.

A esta obra le sucederá “El asombro”, publicada por Simplemente Editores en 2013, que a nuestro juicio pone a prueba las continuas especulaciones filosóficas y las elucubraciones psicológicas que determinan la obra de Mihovilovich. Confrontado a un problema real -el terremoto de 2010, que Juan sufrió en carne propia- un hombre común se encuentra en unos cuantos minutos ante la devastación total, ¿qué hacer? Aquí el autor consigue que el personaje central acompañado siempre de un perro que ha sobrevivido a la catástrofe, mantenga la cordura, la racionalidad ante la muerte inminente. Pero, ¿qué racionalidad? La de la conciencia del miedo, que ayuda a ordenar lo externo a uno. Esa racionalidad es la que permite al protagonista evitar la locura, tratar de ayudar a los demás y salir de ese infierno.

En mayo de 2017, Juan Mihovilovich fue incorporado como miembro de la Academia Chilena de la Lengua. Ello coincidió con la visita que efectuó a Punta Arenas para presentar su libro “Espejismos con Stanley Kubrick, relatos novelescos”. El cronista literario de La Prensa Austral, Marino Muñoz Agüero se refirió a ambos episodios literarios. En cuanto a la nominación hecha por la Academia manifestó en su crónica de 18 de junio de 2017, que “el pasado siempre está presente en este escritor. La niñez y adolescencia transcurridas en ese antiguo barrio Yugoeslavo, con sus personajes, sus viejas calles empedradas, la cancha de fútbol, la chancadora, la escuela, el río de las Minas, el basural, los boliches de la esquina y esos negocios que alumbran el cielo cuando la noche llega de visita”. Del texto, señaló en su columna de “El Magallanes”, el 20 de agosto de 2017 que: “En este libro por primera vez el narrador, a diferencia de otros textos de Mihovilovich, tiene nombre y apellido: Iván Aldrich en primera persona singular y sin interlocutor trata directamente con el lector por medio de 26 relatos, cada uno con su título y que nos proporcionan la información necesaria para deducir cierta regularidad cronológica en ellos, aun cuando pueden ser perfectamente independientes entre sí. Los relatos combinan sueños de este narrador-personaje, con la exposición paralela de su existencia”.

En 2018, nos sorprendió con la edición de un volumen de cuarenta relatos breves, “Bucear en su alma”, publicados al igual que el texto anterior por Simplemente Editores, que mezclan la reflexión y la ironía. El crítico Cristián Montes Capó dio el siguiente espaldarazo a este entretenido libro:

“La obra de Juan Mihovilovich hace años ha devenido referente fundamental de la literatura chilena actual. Pocos autores han alcanzado la solidez de una voz tan potente y un estilo de tal consistencia. En los mundos representados, ya sea que estén centrados en el sur de Chile, en la provincia, o en los avatares de la ciudad o del país, resuena siempre una inquietud metafísica, una búsqueda espiritual, un deseo de otredad y un imperativo ético que otorga a su literatura un sello inconfundible. Y todo esto, vehiculado por una escritura precisa, una técnica sumamente depurada y un encomiable virtuosismo narrativo”.

Y este 2020 Juan nos acaba de compartir su novela “Útero”, editada por Zuramérica, que junto a una nueva reedición de “El ventanal de la desolación”, a cargo de Editorial Entre Páginas, nos augura una pronta visita. En palabras del cineasta Edgardo Viereck Salinas: “Útero, es un texto que nos sacude y puede perseguirnos un buen tiempo si no sabemos leerlo. Parafraseando otro de sus bellos pasajes, podremos comenzar a ser libres cuando descubramos que la jaula está hecha de pensamientos. Y entonces la nieve será blanca, pulcra y el ruido de la soledad seguirá nuestros pasos, y nuestras huellas, las huellas de nuestros abuelos, de nuestros padres, y nuestros hermanos serán la higiénica representación de la blancura más blanca que podamos imaginar. Sólo entonces podremos acompañar la memoria de nuestros padres como es debido, nos quedaremos con sus manos entre las nuestras y les diremos que se duerman. Pensaremos en Dios, en cómo la vida se escurre entre esos dedos contraídos y lloraremos en silencio mientras su único ojo desciende a las profundidades de un sueño lastimero”.

Algunas glosas y notas finales

Juan Mihovilovich ha sido distinguido con significativas distinciones literarias: en cuento, logró en 1978 dos importantes reconocimientos, el premio Derechos Humanos, Arzobispado de Santiago y Vicaría de la Solidaridad; y el otorgado por la revista Andrés Bello de “El Mercurio”; en 1982, fue galardonado con el premio “Cuentos de mi país”, certamen organizado por la Biblioteca Nacional y la empresa Bata. En 1985 obtuvo el premio Julio Cortázar, en poesía, por su volumen de versos “Extraños elementos”. Ese mismo año, representó a Chile en el Primer Congreso Hispanoamericano de Escritores Jóvenes, en Madrid, España. En 1989, logró el premio de cuentos Antonio Pigafetta, concurso organizado por la Universidad de Magallanes y la Sociedad de Escritores de Chile, filial Magallanes; ese mismo año su novela “Sus desnudos pies sobre la nieve”, fue finalista del prestigioso concurso Casino de Mieres, en Asturias, España. En 1992, la Municipalidad de Linares, le otorgó el Premio Municipal de Arte en Literatura y la revista francesa Porte des Poetes de París, le asignó una mención honrosa. Su novela “El contagio de la locura”, fue semifinalista del Premio Herralde, en España, en 2005; en tanto, uno de sus últimos celebrados trabajos, la novela “Yo mi hermano”, fue galardonada con el Premio Nacional de Narrativa Francisco Coloane, en 2016.

Pero tal vez, el reconocimiento humano más emotivo provino de los habitantes de la ciudad de Curepto, destruida parcialmente por el terremoto del 27 de febrero de 2010. Juan Mihovilovich, en conjunto con el párroco de la localidad organizaron un cabildo en la plaza del pueblo, constituyendo un comité de vecinos pro reconstrucción de la pequeña ciudad, entre las que destacó el levantamiento de la población Aysén, cuyas calles se denominan con nombres de árboles, a excepción de una, que por iniciativa de sus propios pobladores y de la comunidad, como una forma simbólica para agradecer y distinguir su liderazgo luego de aquella catástrofe natural, lleva el nombre de este querido amigo, escritor y abogado magallánico.

LA PRENSA AUSTRAL

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