Teoría de una Práctica Amorosa

Jessica Atal, Ed. Bonnefont

Por Josefina Muñoz V.

Al revisar el panorama de nuestra literatura de mujeres desde hace varios siglos, podemos comprobar que, tanto en prosa como en poesía, ha sido abundante, rica, interesante, rupturista, crítica, política, reveladora y denunciante de mundos ocultos. No la conocemos lo suficiente, porque lo habitual en nuestro país es una edición de pocos ejemplares, que desaparece al cabo de pocos años y, raramente, es reeditada, lo que afecta a toda nuestra producción literaria.

Las posiciones feministas han ido derivando por diversos cauces y opciones teóricas, éticas, estéticas y políticas, desde los tiempos de Elena Caffarena y Olga Poblete; la lucha y resistencia contra la dictadura expresada también en una importante producción poética que unió la palabra y el cuerpo; los años posdictadura en que el modelo neoliberal ejerce una violencia contra la ciudadanía en su conjunto, afectando fuertemente las condiciones de vida, y donde surgen voces nuevas desde la literatura y desde la academia.

Jessica Atal ha incursionado en la prosa y la poesía; es escritora, editora, crítica literaria, y su obra ha sido traducida a varios idiomas. Teoría de una práctica amorosa está dedicado “A Patricia Sánchez y a todas las mujeres asesinadas, abusadas y maltratadas…”. Luego, cada uno de los 46 poemas que conforman el libro va dedicado a una mujer, en su mayoría escritoras, pero hay también cantantes, actrices, feministas, algunas chilenas y las más del ancho mundo.

El prólogo de la autora destaca y denuncia el tema de las relaciones abusivas, con expresiones físicas y psicológicas que ejercen los hombres sobre las mujeres, así como el alto número de femicidios en Chile. Señala explícitamente que “Este libro tiene por objeto la denuncia”, y a continuación sitúa a la poesía en un espacio revolucionario en que las palabras, desde su particular disposición, se transforman en armas.

El objeto libro está muy cuidado en términos de diseño, tipografía y fotos que contribuyen a enfatizar la temática de violencia contra las mujeres. El color azul oscuro de la portada, parece recortado por las letras blancas del título y del nombre de la autora, lo que agrega un toque de extrema sobriedad.

Podríamos suponer que las 46 mujeres a las que dedica cada poema son personas admiradas por la autora por muy diferentes razones; también es posible una situación de empatía y de identificación con aquellos fragmentos que conocemos de sus vidas, a menudo expuestas en comentarios o biografías en su calidad de personas “famosas”. que sabemos de sus vidas y aquello que imaginamos (o deseamos) que hubiera podido suceder.

En general, los versos son cortos, a veces una sola palabra que carga sobre sí una multiplicidad de sentidos, pero hay poemas que sobrepasan los cien versos. Las palabras que dan forma a estos poemas tienen una calidad testimonial, a manera de huellas del amor y el desamor, sombras de todo lo perdido luego del despojo, la soledad y el abandono. Son palabras – huellas arqueológicas de aquello que alguna vez pareció ser o creímos que existió, lo que dota de un espesor de metales pesados a esa soledad total que invadió todos los espacios, no solo los visibles, sino también aquellos que no lo eran, pero que ahora extrañamos en la pérdida.

El poema “Fuegos”, dedicado a M. Luisa Bombal es una condensación mágica de ferocidad y maravilla en apenas cuatro versos: el amor / fue / mi primera / soledad. En otro extremo, el poema “El hombre”, dedicado a Marta Brunet, sobrepasa los cien versos; este hombre genérico la despoja de todo, del cuerpo y del pensamiento, experimenta en ella todos los verbos de despojo y de violencia. La cubre y la descubre como si todo sucediera en un tiempo eterno, en el que solo existen sus acciones que, paradojalmente, hacen que esta mujer permanezca viva en una no vida que solo le permite decir lo que le acontece:

el hombre me huele
me esculpe
el hombre me tapa la boca
el hombre me calla
me traga/me muerde
/la piel tramada
el hombre me digiere
me hierve adentro

lee sobre mis entrañas/ el hombre
me vierte vino y me vierte agua
rebalsa mis óvulos verdes
/más de mi corazón
me remacha el hombre
en un bastidor
me adoctrina el hombre/
me esboza/ me sugiere
me encuadra/ me frena/ me corre
me traza el hombre
me nombra/ me deforma

El poder de este hombre es tan inconmensurable, que logra que ella vaya describiendo con una voz incesante todo lo que él ejecuta, como si estuviera separada de su propio cuerpo vulnerado y abusado, pero siendo testigo de sí misma.

El poema “Desarme”, dedicado a la poeta chilena Elvira Hernández está muy bien logrado, en tanto la primera estrofa describe una problemática que ella ha planteado sobre su propia escritura:

¿quieres decirme algo
poesía?
¿no?
¿por qué me haces
escribir entonces
como esperando
mis respuestas?

En los poemas citados se logra una “iluminación” poética sobre obras y autoras, sobre sus ideas literarias y sus formas de escribir, así como las temáticas que, de alguna manera, las definen y caracterizan. Creo que este volumen tiene poemas muy bien logrados, al igual que estos comentados específicamente, pero cuando todo un conjunto se plantea para dar cuenta de un objetivo preciso, está latente el riesgo de caer en lo discursivo, alejándose de la voz poética en sentido estricto.

Por otra parte, no dejo de extrañar en este conjunto de mujeres notables, las voces de otras mujeres vulneradas en sus derechos: obreras, trabajadoras, mujeres de pueblos originarios, pobladoras, que son parte de nuestra sociedad y caminamos con ellas.

Algunas obras de Jessica Atal: Variaciones en azul profundo, 1991; Pérdida, 2010; Arquetipos, 2013; Cortina de elefantes, 2014; Carne blanca, 2016; WhatsApp, amor, 2016;
Ella también se va, 2018