por Omar López

Hay gente que se aburre y su aburrimiento es tan poderoso que aburre a los demás. Parecido al mentado virus es contagioso y el efecto cuarentena contribuye eficazmente a expandirlo. Sin embargo, pocas veces nos ponemos a pensar en cuántos secretos y asombros pueden existir en los 1.440 minutos que tiene un día. Ya, descontemos las horas del sueño nocturno o una oportuna siesta, nos quedan más menos 700 a 800 minutos de lucidez o acciones concretas, cotidianas, rituales, necesarias, insalvables, etc. ¿No es tiempo suficiente para constatar, una vez más, que la vida presente, la del “aquí y ahora” es una herramienta gratis para crecer en la escuela simple de la naturaleza nunca repetida y la atención “al otro” que nos conversa o nos habita sin pausa ni vacíos?

Ayer escuché atentamente una conversación entre un periodista español y Gonzalo Pérez, psicólogo chileno de prestigio internacional, y me impactó su actitud y posición ante la vida. Me acordé mucho de Claudio Naranjo, otro gran maestro que tiene en su visión de mundo muchos puntos de contactos similares y de energía, me atrevo a decir, clarividente respecto al “oficio de vivir”. Ambos hablan a partir del conocimiento interior, qué caminos, qué símbolos, que zonas de los sueños y la pre historia personal gatillan la formación de nuestro carácter, de nuestros temores o la estatura de nuestros desafíos. Gonzalo es muy agudo en sus análisis, contundente como profesor de emociones ocultas y antepasados lejanos, muy lejanos, pero aún latentes en una millonésima de célula actual en nuestra sangre. Su actitud mística, su respeto por el latido de la tierra y su conocimiento de la ventana universal, me conmueve y me identifica. Es un ser libre, pleno, genuino y veraz. Son personas que han alcanzado un nivel de sencillez y profundidad en cada expresión de conceptos y sensibilidades y en consecuencia, gozan de la existencia con un agradecimiento, con una fuerza revitalizadora y creativa digna de imitación o modelo a trabajar.

Estos seres son como piedras preciosas, escasas, invisibles al mercado y las modas. Lola Hoffmann; Humberto Maturana, Patricia May; Francisco Varela; Gastón Soublette e incluso, Alejandro Jodorowsky más Naranjo y Pérez son los sabios y verdaderos pensadores humanistas. Sus inteligencias y neuronas han estado al servicio del ser humano como instrumento de cambios para defender al planeta y amar a todo ser, a toda materia inherente al cosmos o al sendero apresurado de una hormiga. Deberíamos aprender de su ejercicio de existir, aunque algunos de ellos, ya partieron de este mundo.

Luego… ¿puede uno darse el dudoso lujo del aburrimiento? Si estamos meses con días planos para el calendario y el tiempo embotellado en la tele de los matinales es un circo repetido y más allá del cortinaje un escenario de incertidumbres nos inquieta o nos conmueve, ¿es posible el asombro? Sí, de todas maneras. Hace una semana fui a comprar el pan donde la señora Rina, mi amable y bella vecina que tiene su almacén y no había ido hace más de un mes. Ahí, ella me regaló nuevamente una exquisita gota de asombro pleno: un paquete con doce pastelitos de chocolate llamados alfajores, saludándome por el Día del Padre, con cinta roja y dedicatoria. Casi me hace llorar, pero otra vez se impuso mi ángel malo.

Omar López, 25 de julio de 2020