A propósito de Foto de portada y otros cuentos, de Diego Muñoz Valenzuela
(Zuramérica Ediciones & Publicaciones, Santiago 2020, 159 pp.)
por Fernando Moreno Turner
Fernando Moreno Turner es Doctor en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos por la Universidad de Paris III (Sorbonne Nouvelle, 1980) y Doctor de Estado en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Poitiers, (1996).
Hasta 1973, fue profesor del Departamento de Literatura de la Universidad de Chile de Valparaíso y, con posterioridad, de la Universidad de Poitiers, donde fue Catedrático de Literatura Hispanoamericana y también director del Centro de Investigaciones Latinoamericanas (CRLA-Archivos). Actualmente es Profesor Emérito de esa misma universidad. Autor de más de un centenar de estudios, capítulos de libros y artículos sobre la poesía y la narrativa hispanoamericanas y chilena contemporáneas aparecidos en revistas especializadas en Francia, Europa y América latina. También ha escrito varios libros y coordinado textos colectivos, entre los más recientes de esto últimos cabe citar Roberto Bolaño. La experiencia del abismo (2011), Lecturas de Nocturno de Chile (2014). Publicó con Etnika editorial la novela inédita de Carlos Droguett, Según pasan los años. Allende, compañero Allende (2019).
Y la literatura, en cuanto expresión simbólica, puede articular un espacio de experiencia –un pasado siempre presente–, y un horizonte de expectativas –un futuro avizorado a partir de esa actualidad–, para así configurarse como el lugar de una memoria actuante, remodelada y revisitada. Es lo que sucede con las atrayentes narraciones de Foto de portada.
El año 2003 la editorial Fondo de Cultura Económica publicó, bajo el título Déjalo ser, un conjunto de diez relatos de Diego Muñoz Valenzuela (1956). El nombre del volumen correspondía al de uno de sus cuentos, aquel que alude directamente, en una de sus posibles traducciones, a una de las más conocidas composiciones de Los Beatles, Let It Be. Allí se narra el auge y la caída, profesionalmente hablando, del consultor estrella de una importante empresa en el contexto de una sociedad que ha ingresado en la impía mecánica del neoliberalismo, así como también la imposibilidad de concreción de sus afectos. Ahora, diecisiete años más tarde, estas mismas narraciones, revisadas y con un cambio de título, el de otro de sus textos, aparecen reeditadas bajo el sello de la novel y promisoria Zuramérica, una iniciativa que merece ser saludada, entre otras razones, porque permite poner al alcance de nuevos lectores estos destacados textos y dejar en evidencia, además, su sustancial actualidad.
Una vigencia que se explica sobre todo porque, aunque en un principio la caracterización pueda parecer paradójica, los relatos de Foto de portada se perciben como lugares de memoria, para utilizar la expresión acuñada ya hace varias décadas por el historiador Pierre Nora, quien identificaba bajo estos términos esos espacios, y también unidades de sentido, donde se instala, condensa, materializa, clarifica y expresa la memoria colectiva. Y la literatura, en cuanto expresión simbólica, puede articular un espacio de experiencia –un pasado siempre presente–, y un horizonte de expectativas –un futuro avizorado a partir de esa actualidad–, para así configurarse como el lugar de una memoria actuante, remodelada y revisitada. Es lo que sucede con las atrayentes narraciones de Foto de portada.
De hecho, esta dinámica aparece acentuada incluso por el juego que se establece entre la elección de este nuevo título y por la ilustración de la portada del volumen, en la que confluyen otros lugares de memoria. La imagen a la que se alude en el cuento es la que capta una protesta universitaria en tiempos de la dictadura, una expresión del descontento frente a la opresión y a la injusticia; la fotografía de la cubierta del libro reproduce la estatua del general Baquedano, situada en llamada ahora Plaza de la Dignidad, es decir el foco del estallido social de 2019, consecuencia de años de abuso y de desigualdad. Se produce así una suerte homología de situaciones que aúna pasado y presente, que da cuenta de los avatares de la historia, de su movimiento en espiral y sobre el cual los narradores de los distintos relatos invitan a reflexionar acudiendo a la memoria, al repaso de los buenos o malos pasos que han conducido a un presente desde el cual se evocan impresiones, acciones, convicciones, opciones, decisiones, así como encuentros y desencuentros –con los demás, con la sociedad y consigo mismo–, sueños dentro de la pesadilla, expectativas, anhelos rotos, y carencias, que a veces solo la literatura permite recomponer o compensar.
Es precisamente el proceso de remembranza el que hila y establece puentes entre la proliferación de registros incidentales de distinto tipo y factura que exhiben los cuentos que componen el volumen. Porque ellos recorren y cubren una diversidad de temáticas y situaciones: la certeza y la incertidumbre del heroísmo, las dificultades o imposibilidades de los lazos afectivos, las modulaciones de los vínculos filiales, las hipertrofias del liberalismo, las subjetividades deformadas por el consumismo y la alienación, las amistades peligrosas y las verdaderas, los indisolubles lazos de camaradería, las atrocidades de la dictadura política, la revancha posible, la ferocidad de la dictadura económica, la añoranza y el desengaño, la posibilidad de una nueva relación con la naturaleza, entre otras. Y, se habrá deducido, que todos esos narradores, personales o no, están desplegando los signos de la memoria pública de la llamada generación de los ochenta, la del propio autor, aquella cuya juventud se vio luminosamente envuelta en los esperanzadores proyectos en pos de una sociedad más justa, descabezados primero por la irrupción de la tiranía, talados más tarde durante la llamada transición a la democracia, donde para el existir y el sobrevivir prima el orden económico y social impuesto por la dictadura y el liberalismo a ultranza, y por lo mismo, los desequilibrios flagrantes, el individualismo extremo y la violenta competitividad.
Este ejercicio de memoria puede ser considerado además como una reacción ante la política del olvido, una corrección a los efectos negativos concomitantes con el silencio y el ocultamiento, tanto en la esfera de lo público –pues es así cómo se construye una historia tergiversada, incompleta, parcial, unilateral–, como en el ámbito de lo privado, donde lo inconfesado ha sido uno de los elementos determinantes del periodo.
Los narradores y personajes de Foto de portada efectúan una suerte de radiografía y balance vivencial, se abocan a escudriñar en el pasado en un intento por redescubrir y articular las vivencias fragmentadas y dispersas que se esconden en el magma de sus recuerdos y que, esperan, les ayuden a comprender sentimientos, grandes gestos y pequeñas gestas realizados en determinados momentos de sus vidas y, además, a entender y hacer frente a un presente difuso, pero que quizás contenga ciertos indicios esperanzadores.
No solo ateniéndose a las dosis de realismo requeridas para este tipo de narraciones, rozando a veces la ciencia ficción o sumergiéndose en lo fantástico, con doctas anécdotas, bien entretejidos, mostrando un hábil manejo del diálogo y del entramado temporal, Foto de portada nos ofrece una colección de relatos vitales y comprometidos, no desprovistos de humor, con narraciones de amores y clamores, de revelaciones y testimonios. Allí se entretejen experiencia privada y experiencia social, lo fáctico se vislumbra a través del prisma del mundo sensible, los avatares de la subjetividad aparecen engarzados con la Historia. Este libro oportuno y necesario ofrece con sagaz amenidad los materiales discursivos para pensar y analizar las presencias y sentidos del pasado nacional, activando así un pensamiento de recuperación y transmisión de la memoria que es, a la vez, íntimo y político.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…