Desde Talca, la abogada Trinidad Williams Fuenzalida ha enviado este poema en tiempos de pandemia.
I
Del dolor que arranca quejidos,
entumecidos por el ajetreo diario,
alza su voz desconsolada y con miedo,
luego sucumbe frente a su victimario.
II
No hay garras que rompan el hielo,
no existen lágrimas que humedezcan su dureza,
se escurre lentamente por su ropa,
derretida se esparce sobre la mesa.
III
Mas, si al gemir lograr pudiera, la escuchen,
si restablecieran algo, del cristal roto de su alma,
mas sus ojos cerrados y enceguecidos
apenas se abren, olvidan la imagen y el karma.
IV
Y se levanta, afirmada de lo que encuentra
erguirse es cuestión de vida más que de afrenta,
da un paso, luego otro y pronto camina,
tambaleándose en este encierro de muerte.
Es asombroso descubrir cómo se articulan las ideas y pasiones en torno a la poesía habiendo tanta distancia geográfica -nunca…