por Omar López, poeta y gato

Cada vez que aparece el ministro Jaime Mañalich, con su particular estilo, me acuerdo del siniestro Doctor Mortis. Este personaje que circulaba en las radioemisoras AM en nuestro provinciano Santiago tenía como contundente y espeluznante característica una carcajada estridente, demente y grotesca. Era su “caballito de batalla” para crear suspenso y terror a domicilio. Además, siempre acompañada de una pieza clásica del compositor ruso, Modesto Mussorgsky, titulada “Noche en el monte Calvo”. Tenía especial talento para relatar sus historias de sangre, (fantasmas y crímenes incluidos) creando en pocos minutos una atmósfera inquietante y misteriosa. En pleno desarrollo de su lectura, asomaba ya una mueca sonora de esa burla o la cascada repentina de risa y castigo. Pero este ya desaparecido médico de almas perdidas y sombras fatales es un niño de pecho al lado del señor Ministro de Insalud.

A diario, vemos un trío o un dúo de marionetas de cartón que tienen un idioma reiterativo y frío de emoción alguna; carentes de un verdadero sentido social y anémicos en convicciones porque son malos actores, pésimos tecnócratas que manipulan las estadísticas, ocultan hechos dramáticos o niegan el fracaso de sus medidas. Todo es una mascarada no una mascarilla: Primeros planos siempre para Lavín y su “astuta” nuera; primeros planos para alcaldes e intendentes afines al régimen; solo audio para gente que dice otras verdades y siempre interrumpidas por… “una pausa y ya volvemos”. Y ya estamos agotados de tantas pausas y “mensajes de nuestros auspiciadores” justo cuando fulanito de tal iba a poner no el dedo, sino la mano completa en la llaga.

Nuestro sufrido país, ex “ingleses de América”, tiene paciencia o aguante para todo tipo de desgracias. Desde la dictadura más sangrienta y prolongada hasta el terremoto casi siempre nocturno que nos sacude en pleno sueño. Tenemos, parece, fibra de mártires y porfiado empeño en volver a cometer los mismos errores. De lo contrario no tendríamos ni el Presidente de la República que tenemos y menos una clase política irresponsable, torpe, acomodaticia al plan de vuelo que ha impuesto el sistema mundial de un capitalismo desenfrenado, inhumano e insaciable en su afán de control y dominio. La famosa globalización vía tecnología de punta y ciencias aplicadas es otra forma de expansión de un modelo de convivencia absolutamente individualista, clasista, robotizado y dirigido a una futura generación de esclavos ambulantes y prisioneros transparentes.

Si cada día vemos a miles de personas atadas a su celular, pendientes de “sus grupos” de pertenencia virtual y sepultando definitivamente el diálogo interior o la observación del entorno natural, incluida la presencia de otros seres, estamos fritos. La gente es estimulada para que tenga su cerebro repartido en diez dedos y pocos milímetros de frente, pero no es que la gente sea tonta o ignorante, es el sistema imperante a nivel mundial. Es la penumbra disfrazada de amanecer y el olvido disolviendo la memoria.