por Diego Muñoz Valenzuela
Gran acierto que este número 3 -edición especial- de la Segunda Época de la Revista Simpson Siete esté dedicado a la literatura china, pues nos permite conocerla en un breve aunque muy intenso panorama. Y digo breve por la vastedad y la relevancia que importa el conocimiento de esta literatura. Gracias a la dirección y excelentes oficios del profesor Sun Xintang, he tenido la oportunidad de irme adentrando en la gran literatura china actual, así como de dialogar con múltiples autores que han visitado Chile en los últimos años, un privilegio inesperado del que espero seguir disfrutando.
Suelo afirmar, y bastantes colegas están de acuerdo en esto, que la literatura escrita por autores de Estados Unidos fue, sino la más, una de las más importantes del siglo XX, por su dimensión, variedad, calidad y visión crítica de los fenómenos sociales. Esto de seguro fue de la mano con el crecimiento económico, el ejercicio de su dominio en todo el mundo, la acumulación desmesurada de riquezas y la creación de un mercado inmerso y diverso. Si tuviera que mencionar autores estadounidenses que a mi juicio revisten capital importancia para las letras, tendría que iniciar una letanía interminable.
En la medida que voy indagando en la literatura china actual, voy aumentando mi certeza de que estamos ante un fenómeno comparable en magnitud e importancia. Seguramente ocurre que, con el acelerado desarrollo de la economía china, ha venido aparejado un proporcional desarrollo de la cultura en todos los ámbitos. En la literatura esto es evidente: se nos ofrece un panorama heterogéneo, enriquecedor y vital a medida que las traducciones van poniendo a disposición las obras en idioma español. Cuando existe una barrera idiomática tan notable y una distancia geográfica mayúscula, el proceso de encuentro toma más tiempo.
En el pasado reciente, mediados del siglo XX, ha habido disponible una cantidad muy limitada de obras de autores chinos traducidas al español, y con ediciones y circulación limitada. Las traducciones, además de escasas, solían realizarse desde el inglés al chino y no en forma directa, como ocurre ahora. Esa fue la limitada porción de literatura china que alcanzamos a conocer, por ejemplo, antes de que la dictadura militar nos sumiera en una insularidad y aislamiento cultural de los cuales aún nos estamos reponiendo.
Por fortuna, el estado de cosas ha cambiado y comenzamos a contar con una significativa variedad de libros de autores chinos traducidos al español, y -de otra parte- el mundo literario global se ha abierto a sus contribuciones en varios ámbitos. El Premio Nobel de nuestra reciente visita ilustre, Mo Yan, ha significado una maciza contribución a generar puentes y lazos culturales, que tienen para los países tanta o más importancia que los vínculos económicos, pues contribuyen a la empatía y proximidad entre los seres humanos. Entre humanidad y literatura, como sabemos, hay una conexión necesaria e imprescindible.
Desde ahí es preciso valorar cada vinculación que pueda irse haciendo para aumentar el caudal cultural entre los pueblos, en este caso entre China y Chile, y toda Latinoamérica.
En cuanto al contenido de esta importante muestra, debo afirmar, que como me ha ocurrido en los años recientes, me asombran la calidad y novedad del material que leo. Encuentro este muy apreciado y vigoroso nexo entre historia y literatura, entre los asuntos humanos y los textos vitalizados por ellos. La energía contenida en las obras que incluye este volumen es de un notorio primer nivel; recomiendo sin vacilar su lectura porque los enriquecerá con ideas, dolores, alegrías, nuevas miradas de modo que atraerá sorpresas y asombros a través de la magia literaria.
Solo para compartir con ustedes algunas de las hondas impresiones que me causaron estas obras, me referiré a algunas de ellas.
Crear el sonido, cuento de Jia Pingwa, es una bellísima alegoría de la solidaridad humana, capaz de conectar a las personas más allá de cualquier diferencia. En este caso la barrera está dada por la presunta locura de un personaje pueblerino que cree firmemente en que los árboles pueden hablar. La historia se mueve entre el humor, el absurdo, la atmósfera kafkiana y la locura fantasiosa del personaje. Un hombre sensible, que forma parte del tejido burocrático, se interesa en el obsesivo y así accede a nuevas dimensiones de la realidad que pretende conocer, igual que nosotros.
El sombrero de Irina, cuento de Tie Ning, nos pone en contacto con la experiencia de dos mujeres recién separadas que van a Rusia de vacaciones y enfrentan una cantidad de situaciones especiales, desafiantes, desconcertantes y divertidas que las van separando. La narradora declara ser hija de una escritora, de cuya profesión reniega, aunque nos va mostrando su talento narrativo compartiendo las peripecias del viaje. El gran protagonista de este cuento es la vida de los otros, en cuyo reflejo podemos encontrar las claves para descifrar la propia; una exacta metáfora del significado y resonancia de la literatura.
La lista de Chen Wanshui, de Chen Jiming, nos ofrece un extenso relato que aborda la hambruna de fines de la década del 50, donde murieron millones de chinos, tema profusamente tratado en la literatura china actual. Hasta los años 80 fue un asunto silenciado, luego objeto de polémicas de amplio alcance acerca de sus causas fundamentales. El relato se va estructurando en capítulos, los primeros de los cuales podrían leerse como la descripción de una historia distópica o apocalíptica -tan de moda en estos días- pero pronto vamos comprendiendo que es una historia abrumadora, terriblemente real, donde el centro está en la lucha entre la muerte y la sobrevivencia a todo trance. La horrorosa condición referida es manejada a través de un lenguaje de alto valor estético, que mitiga mediante bellas metáforas el terror de la experiencia del hambre letal. Tras los siete capítulos, la historia se completa con Reliquias y Anécdotas, mecanismos que permiten completar la trama con elementos anexos, pues abordan la historia posterior de los sobrevivientes.
Mensajería onírica, cuento de Fan Xiaoqing, me ha impresionado por su extraordinario vuelo, que une la más terrenal realidad (me refiero no solo al carácter general del relato, sino que asimismo a los recursos técnicos empleados y la lúcida revelación de los mecanismos sociales que dominan nuestro mundo) con la fantasía más extraordinaria. Un mensajero realiza su rutinaria labor con profesionalismo y detalle admirables: prolijo, cuidadoso, devoto, responsable, aunque reconoce que su principal motivación es obtener la seguridad y el sustento que su repetitiva labor le otorga. La observación de la realidad del consumismo y la superficialidad es profunda, graciosa y admirable; la densidad de significado que subyace no se percibe como tal, gracias a la maestría de la pluma. Surge, por ejemplo, la uniformidad de las ciudades, constituidas por edificios, calles, casas y barrios idénticos, habitados por seres uniformados por el mercado omnipotente. Es una radiografía profunda de nuestra sociedad, completamente trasladable a nuestro país, más allá de las fronteras geográficas y culturales. “Yo, un pobre y patético hombre, no tengo muchas personas cercanas”, así habla nuestro mensajero, como si el propio Kafka -gran develador anticipado de los tiempos que corren- lo animara. Un final desopilante y sorpresivo corona esta magnífica narración.
Inflando vacas de Hong Ke nos introduce al especial mundo de la etnia uigur del suroeste de China. Todo el universo me habla de Ai Wei nos regala la historia maravillosa de un ciego capaz de escuchar los colores. El pez del pueblo de Su Tong es una abigarrada mixtura de realidad y fantasía que funciona de manera simbólica, despertando la reflexión crítica del lector. Ensayos y poemas completan este número especial, entre ellos una personal reflexión de Ramón Díaz Eterovic sobre la obra de Mo Yan. Hay poetas de cuidado, que requieren de toda nuestra atención y capacidad de análisis, como el polémico y agudo Shen Haobo, o la carga emocional intensa de Yun Wa.
En suma, nos encontramos ante una rica y singular muestra de ese inmenso y extraordinario universo por conocer: la gran literatura china, que da cuenta de su historia y cultura milenaria. Un nuevo paso para adentrarse en ese espacio donde también es posible reconocer lo propio a través de la esencia misma de la humanidad, que no distingue continentes, lenguas o razas.
Diego Muñoz Valenzuela
Agosto 2019
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.