Lengua de seasPor Claudia Vila

Entrar en la lectura de esta poética es sumergirse en un mundo extraño, a ratos sugiere trazos de distintas temáticas que quedan orbitando en esta atmósfera enrarecida que es un mundo propio generado por su autor. Sobresalen distintos ejes bajo los cuales descansa la obra, entre ellos la memoria y su sitio dentro de este cuento que se da por los asiduos regresos a lugares familiares que intentan contener ese mundo imaginado por los niños que, sin embargo, posee otra textura mucho más profunda, inaccesible y determinada por ritos cotidianos que transforman lo natural en impredecible porque en el fondo todo es otra cosa.  Aquí me refiero al constante flujo de simbologías que transitan por cada uno de los objetos nombrados por Winter en un recurso de simultaneidad que da movimiento continuo al escrito y lo mantiene girando, estático o reflexivo en la mente del lector, gracias a esta simultaneidad se prolonga el placer de un estado hacia otro más sutil, pero no menos poderoso que logra un juego interesante con imágenes nítidas que concatenan este gran espacio o estructura llamada poema :lo que ves es lo que es/ candelabros heredados/cuidan un reloj y el espejo que los enmarca muestra/ de dónde venimos/ la puerta de entrada/ los monos/también cuelgan de la esterilla y la lámpara metálica/ lo que está pasando y lo que no. Otro los focos de la calle adornan/el ficus del departamento/ un árbol de pascua es posible/ por la perspectiva del ojo.

También la palabra es la eterna problemática que ha complejizado a más de un poeta y crítico, porque no es capaz de contener todos los significados que se le atribuyen y entonces es insuficiente para resolver los conflictos existenciales determinados en el texto: cedía que la palabra/ es una cosa y si es una cosa/ lo más probable es que sea/ como la oreja una herida (…) cedía que la palabra es un encierro narrado con aire.Por ello es inasible es un encierro en ella misma que la contiene en forma hermosa, pero esa hermosura a la vez cárcel no tiene más salida que su misma habitabilidad. Asimismo, es interesante contemplar los rasgos de sensualidad evidente que emanan de ciertos poemas y versos lo cual se compara a lo mencionado por Clarice Lispector quien veía la lectura como un placer sensorial muy cercano al placer sexual u orgiástico: La araucaria que me diste cuando terminamos viste/seis centímetros por año alcanzará tu tamaño/cuando yo cumpla cincuenta será así mucho más lenta/en crecer desde el orgasmo….o también el agua que se evaporó de alguien como tú nadando en el lago/ cayó en la lluvia de otra como tú cubriéndose con los dedos o/no al lavárselos en la tina mientras espero a que salgas a tocarme.  Esta sensualidad emana de situaciones cotidianas y experienciales que gracias a la agudeza de Winter logran un efecto in-crescendo que seduce al lector y lo vuelca hacia distintas situaciones que pueden o no revivir gracias al poema, pero intentan de modo sutil y ligero despertar energías envolventes sugeridas en un trozo de papel. Si bien son movimientos suaves al principio otras veces suelen ser más bruscos y acompasados tal como se vivencia en el grito orgiástico que vive distintas cadencias y siempre logra superarnos.

 

Breve biografía

ENRIQUE WINTER (1982) ha publicado en ocho países los poemarios Atar las naves, Rascacielos (traducido como Skyscrapers), Guía de despacho y Lengua de señas (como Sign Tongue), y el disco Agua en polvo, reunidos en Primer movimiento y De ruidos para construcción y orquesta y seleccionados en Código civil, además de la novela Las bolsas de basura. Traductor de antologías de Charles Bernstein y Philip Larkin, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie Chapbook-in-Translation, entre otros. Fue editor de Ediciones del Temple y abogado, es magíster en Escritura Creativa por NYU y coordina el diplomado homónimo de la PUCV.