Objetos del silencio

Novela de Eugenia Prado Bassi. Editorial Cuarto Propio, 2007.

 La escritura de Eugenia Prado habla desde la imposibilidad de la palabra. La palabra cercada, todos estos secretos de infancia son una historia apenas revelada por la confesión, la letra, el epistolario familiar, por el desborde de la escritura.

En contraposición a ese no decir, aparece esta revelación que nombra estos «pequeños cuerpos habitados por una lengua», que se atreve a nombrar desde la multiplicidad de voces y sujetos que entrecruzan e intervienen el discurso de lo silenciado. Aquí aparece la denuncia y el arrojo de trazar esas declaraciones sobre los márgenes de la palabra y por sobre la clausura de estas bocas, rescatadas por la autora desde su propio registro y que operan como marca, como una cicatriz permanente del recuerdo, articulando un testimonio desde el amor y desde el miedo. Los «aterradores objetos» de esta novela están inscritos desde el reclamo del cuerpo amordazado por la histeria del deseo. «¿Qué haces que siento que me muero?» de ese amor (terrible) que debe habituarse al encierro. Los primeros deseos que crecen en ausencia de las madres, en ausencia de la autoridad que castiga. En este libro, todos son víctimas y cómplices, todos están instalados como resistencia contra el horror de volver a enmudecer. La novelística arriesgada de Eugenia Prado desafía todas las formas de género al plasmarse en fragmentos de poesía, documentos, bibliografía, discursos; exigiéndonos una lectura desde esa deconstrucción, para poder dimensionar la significancia radical y la inscripción estética de esta propuesta.

Diego Ramírez, poeta.

Objetos del Silencio, Editorial Cuarto Propio.

Qué me haces que siento que me muero, que me agoto y ya no puedo levantarme y la luz de la mañana me encandila y me pone tan triste. Qué me haces, cuando éramos tan niños. Por qué me duele ahora la idea que me sitúa como presa única de tus movimientos feroces. Por qué me besas. Me besas tanto. Por qué lo haces con tanta insistencia. Por qué me tocas. Me chupas tanto, que casi me gusta cuando lo haces y la costumbre a tus hábitos me obliga a soñarte. Te sueño en pesadillas con los ojos brillantes, repasando cada movimiento que me vulgariza de tu hostilidad. (Fragmento).

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Mi adultez se construye desde una precaria lucha entre fuerzas antagónicas. Vivimos una infancia atrapada, cercados entre muros de habitaciones enormes, nuestra casa era una fortaleza sellada para el mundo. Despierto atrapado por deseos que desconozco, corro a encerrarme en el baño, con todo creciéndome entre las piernas, sin que nadie, ningún adulto lo advierta. Me quito el pijama, mis manos se deslizan por mis muslos, el torso, los brazos, buscan las manos hacia abajo, recorren, cerca del ombligo, incómodo tiemblo de aquello que pulsa y me agita por dentro, mi sexo palpita, reacciona, crece… (Fragmento).

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Casi no recuerdo pero era muy chica creo que tengo cuatro años y ya me siento mala y es por eso que vivo con miedo porque me habían dicho que cuando uno hacía cosas malas allá arriba había alguien que todo lo sabía y que todo lo veía y que de seguro me iría al infierno desde entonces vivo inquieta asaltada de presentimientos terribles a riesgo de algo muy feo y muy malo que cambiará mi vida de un momento a otro pero como también decían que hasta los siete iba a seguir siendo un angelito deseosa espero el momento en que me pondría mala para siempre y como ya sabía todo eso mis deseos no se calman con los arrullos de mi madre ni con los encuentros con otros niños en el colegio así fue como me atrevo en algo que crece en mí de un modo inmanejable y lo disfruto tanto porque ya sabía yo y lo supe desde antes de cumplir los cuatro años que pronto vendría el infierno y ya no me importaba tanto y aunque los otros niños tienen sus amigos yo tengo algo que es sólo mío y que no compartiré con nadie es lo que aprendo de cuando vivíamos en una casa grande que tenía un patio enorme y a mí me gustaba tanto jugar sola y ya ni me sentía tan mala porque al final uno se acostumbra a todo y hasta el miedo mismo me protegía porque «para los grandes» todos los demás son una amenaza pero la mamá se preocupa mucho de mí porque siempre quiero estar sola y porque ya no sabía cómo consolarse por el abandono que yo le manifestaba a los demás y a ella misma entonces se le ocurre una genial idea y se va a visitar a una vecina que vivía justo frente a nuestra casa que tenía varios cabros chicos y le dice que lo único que yo tenía era timidez y que la mejor manera de que se me pasara era jugando con otros niños y la vecina que también era una mujer inteligente aprovechó de librarse de uno de sus tres chiquillos que sí era malo como un pequeño demonio y lo peor es que antes de concertar nuestra primera cita ellas lo sabían y aún así las dos madres nos obligaron a las juntas yo apenas vi al chiquillo sabía lo que nos iba a pasar entonces nos encerrábamos en el closet y cuando más nos gustaba encerrarnos era cuando su mamá no estaba y venía la nana y nos perseguía con la escoba -chiquillos inmundos -nos decía- salgan de ahí altiro que va a llegar la señora y los va a pillar a los dos -salgan de una vez antes que los moje con la tetera -y nos salía persiguiendo entonces yo me empezaba a reír y mucho mucho me reía porque estábamos obligados a juntarnos así que día a día aprendimos eso de los juegos y poco a poco pero bien de a poco empezamos a entendernos en eso de los secretos que a mí tanto me gustaban y que a él también pero igual nos llenábamos de culpas porque a mi amigo le venían las mismas culpas que a mí me daban desde que le conté lo que los adultos decían del pecado y que bastaba con tocarse un poco y nos iríamos al infierno pobre creo que su mamá de pura pena no le contaba en cambio yo con horror sabía que él y yo tendríamos secretos y después nadie supo que a mí me gustaba tanto mi amigo porque tenía la piel café y los ojos raros muy grises y una mirada como de maldad que descontrolaba a los grandes y por eso lo castigaban en el colegio hasta que de tanta visita y juego empecé a disfrutarlo aunque a veces sus hermanos más grandes nos molestaban diciendo sus bromas porque qué sabíamos nosotros de andarse dando besos delante de todos así que yo me ponía furiosa pero muy furiosa porque lo que los grandes no sabían era que el niño hacía cosas feas pero bien feas y que a mí a veces ya ni me gustaban pero que hacía igual aunque a la fuerza y tengo que reírme y tengo que hacerle caso cuando aprendo su crueldad y hacía tanto daño para ser tan chico que los otros niños salían corriendo apenas lo veían y nos gritaban cosas era el único amigo que tenía para despertarme la imaginación al chiquillo le gustaba hacer explotar mi cabeza ¡no! miento ¡sí! miento estoy mintiendo no es verdad siempre miento porque todavía soy muy mala y nunca se me quitó lo mentirosa pero nada de eso era tan importante como cuando apareció el terror…(Fragmento).

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La presentación de la novela Objetos del Silencio estará a cargo de Marisol Vera, Editorial Cuarto Propio, Malú Urriola, Dauno Tótoro y Diego Ramírez en el UVA, Av. Irarrázaval 3467, Ñuñoa, (al lado del Café de la Isla) el martes 6 de noviembre a las 20:00 hrs. En esa ocasión también se presentará un video de Carolina Tironi.

Eugenia Prado Bassi  (Santiago de Chile, 1962)

Se titula como diseñadora gráfica en 1987 en la Universidad Católica de Chile. El mismo año publica El cofre (Ediciones Caja Negra). En noviembre de 1996 Cierta femenina oscuridad y en 1998 Lóbulo (Editorial Cuarto Propio). A fines del año 2003 estrena Hembros: Novela Instalación, puesta en escena de artes integradas. En el año 2004 obtiene la Beca Escritores del Gobierno de Chile para la creación de la novela Objetos del silencio. Desórdenes Mentales es su última obra en dramaturgia, estrenada en enero de 2006.

En: Escritores y poetas en español