Por Matías Barahona de la Cerda
Las nubes ya se cernían, el aire era frío, pero lo podíamos enfrentar. Primero me reúno con dos de ellos, tienen caras preocupadas, se nota que nunca han hecho esto, se les nota el estrés en su temple, mas entro con uno de ellos al recinto escondido.
Ya dentro nos sentimos algo nerviosos, si esto no resulta, todo se irá al demonio, todo nuestro plan se verá destrozado si este primer paso no es efectuado. Pasamos por el angosto pasillo poblado de diversos elixires populares, corona, kustmann y otras más. Cerca ya del mostrador alzamos nuestra voz al ser que tenemos delante de nosotros. Pedimos cordialmente lo que venimos a buscar, el brebaje que nos quitará las penas, que nos alivianará la realidad. Más fácil de lo que creíamos, nos entregan nuestro apreciado objeto, le pagamos y salimos de aquel sombrío lugar al mismo tiempo que otros moradores de la noche vienen entrando.
Siempre es bueno conocer un lugar dónde se pueda conseguir algo prohibido fácilmente.
Apenas salimos del estrecho pasadizo nos reunimos los tres en el portal. No podemos creerlo, ha sido tan simple y sabemos que será grandioso el hecho de haberlo conseguido.
Nos sentamos cerca de aquel conocido lugar, saco de mi bolsillo el celular y marco. Tono de espera, vuelvo a probar, no hay caso. Intento otro número… hay respuesta.
—¿Aló?
—Aló, nico wn, pásame con Gary.
—Oka…
……………….
—¿Qué wuea?
—Loco, ya compramos el copete, estamos allado del Santander…
—Yaaa…
—Te tinca que nos juntemos en la esquina en… ¿20 minutos?
—Dale, vamos con mi viejo.
—Oka, y prende tu celular… chabela.
Siempre que los amigos dicen que se demorarán 20 minutos, es porque recién a los veinte minutos empezarán lo que les pediste.
Sin más, sus tres servidores se sientan en las escaleras de un banco cerrado. Chistes van, chistes vienen. “Cacha wn, ¡mi vieja!”, jah… si nuestros padres descubrieran lo que estamos haciendo, claro… al menos no es mi primera vez.
Esperamos y esperamos, el tiempo comienza a pasar pero no lo sentimos así. Son como las clases de historia, por más que trates de esperar y que el tiempo pase, sabes en el interior que no han transcurrido más de 10 minutos, con suerte.
Algo aburrido, me aventuro al interior del banco. Tal vez esté cerrado, pero hay una sala pequeña en la hay dos cajeros eléctricos, siempre abiertos a cualquier cliente, cualquier hora. Ya en el interior de la susodicha sala empiezo a hacer cosas que me identifican, simple y puro wueveo. Uno de mis amigos me advierte.
—Oye loco, hay cámaras en esas wueas.
—¿Y qué tanto? ¡Que me la masquen los gerentes wn!
Levanto mi dedo corazón hacía dónde debería haber una cámara, es una costumbre mía… pasar por alto la jerarquía de poderes, por lo mismo que creo que un cabro chico podría tener un cargo mucho más importante que un adulto, la inteligencia no se mide con la edad.
—¡Cacha wn!, los pacos.
Sin poder creer lo que dice mi camarada salgo de la sala. Así era, una cuca estaba pasando por las calles, con su sirena iluminando, su hilarante sonido a arrogancia y su andar de cabrón.
Odio los pacos, siempre lo he hecho. Ellos son los que “resguardan nuestra paz”, pero creo que dicho poder se les subió a la cabeza. Sin otra cosa que hacer les digo a mis compañeros:
—¿Y si los vamos a saludar?
—¿Pa’ qué?
—¿Y por qué no?, ya poh’ será divertido.
—No wueí… wn, ¿esa no es la camioneta de Gary?
Y así era…
Siempre que tengas la oportunidad de hacerte el payaso, aprovéchala. No sabes cuando volverás a reír, sonreír y alegrarte de ese modo. Más aún si estás en la calle, llena de desconocidos a tú alrededor y nadie más que tus amigos a tu lado.
Nos subimos al vehículo mientras este continúa detenido en medio de la noche. No podía dejar de pensar en ella, todo me recuerda su persona. La luna, escondida entre las lúgubres nubes, a su hermoso rostro, el reflejo de la luz en el apacible lago, su calmada actitud y su plena risa. No me podía contener, quería gritar a los cuatro vientos que la amaba, que de verdad me apestaba el hecho de estar peleado con la persona que más quería. Esos pensamientos llegan a su fin abruptamente… hemos llegado.
Lo de siempre, “chao tía, muchas gracias” bla bla, mucha palabrería. Pero, un comentario me llamó la atención.
—Y no tomen, cabros chicos no más.
Jaja, justamente ero era lo que íbamos a hacer.
Tocamos la puerta, esperamos mientras escuchamos el motor de la camioneta alejándose. Nos abre un ya conocido hermano, saludos, estrechadas de manos y abrazos, tiempo que no veía a este wn. Ya hacía meses que no echábamos una charla con lágrimas en los ojos y alcohol en nuestros cuerpos mientras peleábamos por superioridad.
Trata de verte con tus amigos lo más seguido que puedas. Mientras estés en el colegio no los dejes olvidados, ya que ellos son lo principal para mantenerte vivo y cuerdo. Pero, si estos ya se ha ido de tu lado, trata de frecuentarlos, aunque sea una vez a la semana, un fin de semana al mes o una vez al año.
Presentamos a los nuevos camaradas a nuestro ya viejo hermano de crónicas.
—Chalo wn, te presento a Tino…
—No, si a este wn ya lo cachaba de antes. —Se adelanta Gonzalo.
—Sí poh’, ya nos conocíamos. —Agustín responde.
—Filo, entonces este es Twister, y el wn de allá que se parece a Caco se llama Nico. –Digo mientras apunto a nuestro camarada.
—Oh, la dura que se parece a Caco.
—Por algo le decimos Cacodos.
Risas. Atravesamos la casa saludando a la familia. Los típicos “Kiu tía, ¿Cómo va la vida?”, en fin, llegamos al patio.
En medio de algo que podríamos llamar “garaje”, se encuentra el auto. Gonzalo se mete dentro de el y saca el freno a mano mientras exclama.
—Ya wns, ¡empujen!
Mientras Tino, Gary y yo empujamos el auto, Twister y Nico van a buscar la mesa. La colocan en el medio y la abren, una perfecta cancha de ping-pong.
Ya tenemos la mesa, el copete y los amigos, ¿qué nos falta?, ¡la música pues! Cuando Chalo con Gary van a buscar vasos, yo voy en pos del aparato. Lo encuentro dónde me dijeron, encima de la cama de Gonzalo, tomo un par de CDs que traje de mi casa y los llevo hacía al garaje junto con la radio.
Al llegar veo cómo Tino se está sirviendo Manquehuito en un vaso justo arriba de la mesa que Gary y Nico usan para jugar ping-pong, Twister toma desde la misma botella de ron mientras Gonzalo le dice que todos queremos tomar así que se digne a usar un vaso. Apenas llego todos dirigen su mirada hacía mí.
—¿Qué me miran tanto? ¿Acaso les gusto, wns?
—¡No me gustan los gays! —se escucha desde el fondo.
Jah, con personas así da gusto convivir. Instalo la radio en un enchufe de una pared y pongo un CD. La música comienza a llevarnos en el mar de la discordia. Primero se oía el impulso de una guitarra, Nico la emula con sus dedos en el aire, jaja, pensar que recién comienza a entender siquiera como tocar una, aún así le pone empeño.
La canción la conocíamos bien, era sobre un prisionero, un prisionero que se sentía un hombre libre. Mientras me sirvo un vaso con pisco entono el coro.
—Not a prisioner, I’m a free man…
—… and my blood is my own now. —Alguien continua con mi estrofa.
Van pasando las horas, y con ellos las botellas se van acabando. Aún jugamos ping-pong, conversamos de lo injusto qué es la vida, en especial yo. Debo admitirlo, el alcohol te suelta la lengua.
—Wns, ¡estoy chato! Siempre me cagan las minas.
—Es porque erís mucho corazón y poco cerebro, piensa que te has enganchado caleta con ellas. —Me responde Chalo, de verdad que este wn me conocía, por algo era mi hermano.
—Eso es porque yo digo lo que siento.
¿O no?, y si ¿de verdad yo era muy sentimental?, ¡que me importaba!, no iba a cambiar porque las mujeres me dejarán… ya habrá alguna que me acepte tal como soy. De repente, una canción nace entre nuestro albedrío, una canción que muchos conocíamos, y si no, tendrían que aprenderla. Gary alza su voz.
—¡Cacha, wn! ¡Es el himno nacional del Tío Jano!
Tino pregunta casi sin preocuparse.
—¿Y ese wn quién es?
—¿Quién es? —Respondo yo. —¡Es el papá del metal chileno poh’ wn!
Himno nacional, qué buena canción. Es un cover del propio himno chileno, pero hecho por Alejandro Silva, por ende, mucha parafernalia con la guitarra. Comienza la sonata, todos entonamos nuestras voces de pie, algunos con la mano en el pecho, otros… en la botella.
Acabamos y no lo podemos creer, estamos muertos de risa. Cantar el himno nacional mientras tomamos, que buena forma de concluir la noche.
Ya no me importa que ella vuelva, no me interesa desahogar las penas en alcohol o drogas, ¿para qué? ¿Para qué, si tengo compañeros, como estos con los que puedo contar?
Mientras me pongo en la mesa para otra vuelta de ping-pong mexicana, agarro la botella de pisco, o más bien el concho de lo que queda y escucho la melodía. Era una canción de Gamma Ray, un tema sobre algo de que el cielo podía esperar… para otra noche más.
Los amigos son lo mejor de este mundo. Siempre puedas contar con ellos para todo, desde juntarse a tomar, hasta cantar el himno nacional acompañado de una buena guitarra y unos grados de alcohol en el cuerpo.
***
Matías Barahona de la Cerda
Edad: 14
Fecha de nacimiento: 22/04/93
Lugar de nacimiento: Santiago
Lugar de residencia: PuertoVaras
Antecedentes literarios:
Primer lugar del Cuento Varas en su versión 2006.
Premio lugar del cuento Varas 2007 – Censurado.
Clasificado entre los ocho primeros para el taller de poesía de Clemente Riedemann en el 2007.
Nota: Este cuento fue el ganador de una de las categorías del concurso Cuento Varas de este año. Pero fue inexplicablemente censurado por el director del colegio organizador y no fue publicado ni distinguido. Estamos contra la práctica de la censura que creíamos desterrada de nuestro quehacer y nuestro país desde hace mucho, estimamos que “Crónicas de un desesperado” fue el mejor cuento del concurso y que merece por sobre todo ser publicado y leído.
Yuri Soria-Galvarro
Mauro Campos
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