La Ley de Moore
Un beso largo y pegoteado. Dos manos asidas como culebras. Cuatro pies entrelazados y confundidos. Ocho horas sintonizados en el mismo camastro. Dieciséis años de diferencia entre él y ella. Treinta y dos minutos para que el despertador encienda sus campanadas. Sesenta y cuatro libros desparramados en las gavetas de madera. Ciento veintiocho instantes de duda en las tardes de lluvia golpeando las ventanas. Sesenta y cuatro silencios incómodos en las madrugadas. Treinta y dos días que ella no viene ni llama ni escribe. Dieciséis páginas de una novela inconclusa. Ocho marcas de uñas que desaparecieron de los hombros. Cuatro veces su nombre a todo pulmón entre la muchedumbre. Dos ojos que miran con indiferencia. Un portazo.
Crimen y castigo
Muchos años después en Ruletenburgo, el día en que lo iban a matar, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto de cuyo nombre no quiero acordarme. ¿Encontraría a la Maga, en la biblioteca que otros llaman universo?Llamadme Ismael, dijo después, en el invierno de nuestra desventura un día miércoles en que llovía elefantes, porque los condenados a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra.Me gustas cuando callas, le farfulló Beatriz Viterbo, porque moriré en Paris con aguacero un día del cual ya tengo recuerdos, tal vez un jueves como es hoy, de otoño.
Un problema malthusiano
El tonto del curso llegó atrasado a clases, metió el mayor ruido posible al enredarse con las sillas y fue a sentarse adelante. Cuando se acomodó, giró la cabeza hacia nosotros, se puso las manos formando una corneta en la boca y, para el que desease oírlo, susurró: “(Voy a ser papá)”. El tonto del curso ya había sido padre el año anterior. Por eso, el bueno de Pancho, que se encontraba sentado junto a mí, se acercó y me dijo al oído: “Ves, así es como se están reproduciendo”.
El éxito
A mi querido profesor Leoncio Peláez, quien siempre tuvo fe en mí, creyó en mi talento y me apoyó para dedicarme a este oficio de escritor pese a que las editoriales no me respondían ni me devolvían mis impresos. Pero ahora, al fin lo he logrado. Gracias también al compilador de este volumen de cuentos, por acordarse de mi nombre.
Había una vez un pato que era muy feo.
TITO MATAMALA: es periodista y magíster en Literaturas Hispánicas, académico de la Universidad de Concepción y Universidad del Desarrollo. También se desempeña como redactor en el suplemento cultural del diario La Tercera. Ha publicado numerosos volúmenes de cuentos, novelas y ensayos humorísticos. Relatos suyos se encuentran en diversas antologías en Chile y en el extranjero. Su último libro, “El gran libro del bebedor chileno”, fue editado por Catalonia en 2007. www.titolandia.cl
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…