Minificciones de Juan Romagnoli

ASCENSO

Por las mañanas, al levantarse, se siente un desecho humano. Se sabe impotente, desvalido, está deprimido y no encuentra fuerzas. Apenas junta algo de coraje, se dirige al baño y se higieniza. Su aspecto es ahora algo más decoroso, pero sabe que no engaña a nadie. Sin embargo, siente que comienza a remontarse a sí mismo no bien se pone y abrocha la camisa. Con el pantalón gana en hombría, con los gemelos en los puños obtiene ese aire ejecutivo, y el broche de oro, aquél detalle que lo iguala con un héroe mitológico, es el pulcro nudo de la corbata. Una última mirada frente al espejo, y un guiño. Cuando sale, luciendo el virtuoso traje, ya ha recuperado la dignidad que le es propia.

HORMIGA IMPRESORA

Que yo escriba con tinta y pluma ya es bastante improbable, sobre todo en tiempos de las computadoras personales; pero que una simple hormiga atraviese el tintero y luego camine por mi hoja en blanco con los pasitos exactos para dejar en perfecta letra impresa una microficción maestra, ya excede lo razonable y bordea lo imposible. Sin embargo, aquí tengo mi pluma, allí está el tintero y la hormiga pasea y pasea sus patitas, como precisos inyectores de chorros de tinta, por sobre el papel. El texto está bastante avanzado; en pocos instantes habrá completado la última oración, ante mi vista atónita. Pienso: la posibilidad de que esto realmente esté ocurriendo debe ser una entre varios cientos de miles de millones… hasta el más crédulo de los hombres afirmaría que es lisa y llanamente imposible, y yo soy particularmente escéptico.

Con un mínimo roce del dorso de mi mano, dejo una mancha de tinta y ácido fórmico y antenas y tórax y patitas, en el papel. Adiós hormiga impresora; adiós microficción maestra. Tal vez, semejante prodigio no tendría mayores consecuencias, pero no estoy dispuesto a correr el riesgo.

CASO

Sorprendido en un delito, el hombre huye. Lo persiguen. Comprende que no soportaría el encierro. Próximo a ser alcanzado, llega a una vieja casona y entra. Acorralado, sube al último cuarto, traba la puerta, asegura las ventanas, tapa la chimenea.

JEKYLL Y HYDE II

Solo en un sueño logra el doctor Jekyll encontrarse, cara a cara, con su alter ego mister Hyde. Se paraliza de miedo frente a la intimidante figura, pero logra al fin hablarle:

-Este experimento se nos ha ido de las manos –le dice-, esta disociación no puede continuar, te has convertido en un asesino incontrolable, y no lo puedo permitir…

-Vamos… –interrumpe Hayde-, ¿de qué disociación me estás hablando?

PELEAS

Cuando discutimos, mi esposa suele decirme:

-Con vos no se puede hablar en serio. Te comportás como un niño.

Yo trato de controlarme y explicarle que no es así, pero me termina de enojar cuando me tapa la boca con esa papilla, y entonces la escupo y hago un berrinche.

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Entusiasta investigador e impulsor de la onirología, Juan Romagnoli nació en La Plata (Argentina) en 1962. Vivió toda su infancia en Mendoza y a los diecisiete años se instaló en Buenos Aires, donde empezó a escribir. Lector crónico, ha cultivado sobre todo el género del cuento y del microrrelato. La revista mexicana El Cuento ha publicado algunas de sus microficciones, como las tituladas “Historia”, “El niño y el mar” e “Invitación” (1999), recogidas estas dos últimas también en la antología “Dos veces bueno 3” (2002), de Raúl Brasca; antólogo que volvió a incluirlo, con “Juegos de Seducción”, en “De mil amores. Antología de Microrrelatos Amorosos” (2005). Otras cinco microficciones fueron recogidas por Neus Rotger y Fernando Valls en “Ciempiés. Los microrrelatos de Quimera” (2006). En el mismo año, once de sus relatos brevísimos son incluidos por Silvia Patricia Israilev en “Microrrelatos en el Mundo Hispanoparlante”. En 2007, otras 5 microficciones son antologadas por Laura Pollastri en “El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino contemporáneo”. Se puede visitar su sitio web de escritor en: cablemodem.fibertel.com.ar/