Por Miguel González Troncoso
Ya estaba oscuro cuando ese domingo, el Tren del Sur, entró lentamente a la Estación Central y detuvo su marcha en el andén número 2.
Nicolás Evaristo nunca había estado en la capital y se sentía un poco nervioso. Con resignación, tomó su única maleta, bajó del tren, y dirigió sus pasos al hall central de la estación, donde lo esperaba su primo Raimundo. Éste había llegado a Santiago hacía ya cuatro meses y se había encargado de buscarle un trabajo seguro y de buena paga. Y lo había logrado. Nicolás debía comenzar a trabajar al día siguiente, como operario de máquinas en una gran fábrica ubicada en el barrio industrial de Quilicura.
Nicolás era oriundo del pueblito Roma, al interior de San Fernando, donde la mayor actividad era la agricultura. Había estudiado en la escuela industrial logrando titularse en “máquinas y herramientas”, diploma que fue el principal requisito para obtener el puesto de operario. Acostumbraba a acostarse y dormirse temprano, al igual que Raimundo, por lo que después de saludarse con un gran abrazo, caminaron en silencio y tomaron un taxi que los llevó hasta la pensión, donde después de ducharse y de aprender de memoria las instrucciones para llegar al lugar de trabajo – que le dio su primo -, se durmió profundamente.
A las 06:30 del día lunes, Nicolás hacía su primera entrada a la estación de metro. Se asustó cuando a su lado comenzaron a desfilar cientos de personas que se abrían paso a empujones. Cuando logró llegar al andén, se dio cuenta que había muchos pasajeros que estaban esperando que el tren abriera sus puertas. Sin pensarlo se dejó llevar y se paró detrás de los demás y junto con éstos entró al carro. No alcanzó asiento, pues los que entraron primero se abrieron paso a empellones para lograr uno, por lo que se acomodó al lado de la puerta y se aferró a una manilla.
Ya más tranquilo, miró a su alrededor y disimuladamente se dedicó a observar los rostros de los demás pasajeros. No le gustó lo que vio y se sintió desolado. La mayoría miraba el suelo, casi todos tenían el rostro cubierto por bufandas o gorros que les cubría hasta las orejas; algunos llevaban las solapas de sus abrigos levantadas. Nadie conversaba, todos iban en silencio; los que no miraban al piso, dirigían su vista hacia algún punto desconocido. De pronto, Nicolás fue presa de una gran pesadumbre. Se imaginó días oscuros, sin alegría, y se llenó de nostalgia por su tierra. Su mente se pobló de indecisiones.
Estaba por bajar del tren y regresar, pero algo lo detuvo. Fue un guitarreo y una voz melodiosa que se acercaba, a duras penas, por el pasillo del carro. Una mujer joven cantaba y tocaba la guitarra mientras se acomodaba en una de las puertas. Los pasajeros la miraron y escucharon atentos. Él también.
Nicolás dejó que el canto lo envolviera y el estribillo de la canción, en la voz cálida de la cantora, penetró fuerte: “Y ahí veo al hombre que se levanta, crece y se agiganta”*.
Cuando la mujer bajó del carro, uno de los pasajeros comentó en voz alta: ¡Qué bonita voz, cantaba como la Mercedes Sosa!
Nicolás como los demás pasajeros, había dado a la cantora unas cuantas monedas, y pudo observar que los rostros de los hombres y el suyo, también habían cambiado.
Cuando se bajó del tren y enfiló rumbo al nuevo trabajo, no se aguantó y comenzó a tararear: “Y ahí veo al hombre que se levanta, crece y se agiganta”.
*”Cuando amanece el día”, de Ángel Parra.
Miguel González Troncoso, comenzó su actividad literaria como integrante del Taller literario La Barraca, de La Florida, que dirige el poeta Amante Eledín Parraguez, logrando un exitoso inicio en su trayectoria narrativa, obteniendo importantes premios en distintos concursos y eventos literarios.
La profesora Liliana Maurelli, rectora IFD, Argentina, ha comentado: “Leyendo la obra de este escritor es posible dialogar también con Julio Cortázar, cuando dice que desde una simple anécdota o de un hecho trivial se puede derivar una historia con sentido, que da cuenta de lo esencial en los seres humanos” Sus obras publicadas por Editorial Amanuense Chile, son:
-Relatos y cuentos breves, 2013
-Helga de Berlín y Otros relatos, 2014
-Cuentos y Relatos, 2015
El relato “La cantora”, es parte de su cuarto libro que se encuentra en vías de publicación bajo el sello de Editorial Amanuense Chile.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…