Por Jorge Volpi
Nada tan pernicioso para la vida intelectual como los prejuicios: se adhieren a las mentes, ocultan los hechos y, peor, los simplifican. La pereza es su aliada: qué necesidad de revolver el pasado, documentar las opiniones o inconformarse ante los clichés cuando se puede repetir lo repetido (o ir a Wikipedia).
Las mentiras se superponen unas sobre otras, en capas cada vez más rugosas, y el esfuerzo por taladrarlas se multiplica. Enumeremos algunas relacionadas con la literatura latinoamericana:
1. La característica que la define es el realismo mágico; 2. El realismo mágico fue el arma de batalla del Boom; 3. El éxito planetario del realismo mágico y del Boom opacó a las generaciones posteriores; y 4. Los escritores más jóvenes no han tenido más remedio que enfrentarse violentamente con sus mayores para destacar. El guión es perfecto: una trama lineal, con dosis de ambición, perfidia y celos, conforme a las reglas del culebrón típicamente latinoamericano. Pero es una visión llena de imprecisiones, y mentiras.
1. La literatura latinoamericana tiene dos siglos de existencia; en este tiempo, sólo unos pocos autores han practicado lo que se llama, por comodidad, realismo mágico; como en todas partes, hay escritores que han preferido el realismo, la literatura fantástica, el folletín, los géneros de misterio, aventuras o ciencia-ficción, e incluso todos los anteriores; 2. De los escritores del Boom, sólo uno de ellos, García Márquez, hizo uso del realismo mágico (y no siempre); Fuentes y Cortázar tienen textos fantásticos, pero nada cercano al estilo de su amigo; Vargas Llosa ni siquiera eso: siempre ha sido un escritor descaradamente realista; los compañeros de ruta del Boom (Donoso, Cabrera Infante, Edwards) tampoco hicieron uso del realismo mágico; 3. Muchos de los autores supuestamente opacados no pertenecen a la generación siguiente, sino que son sus contemporáneos (Elizondo, Saer, Pitol, Scorza) y otros, en cambio, son mayores (Yánez, Revueltas, Uslar Pietri); sí fueron un tanto olvidados, no por el Boom, sino por algunos escritores más jóvenes que imitaron sin tregua las fórmulas del realismo mágico (Allende, Esquivel) y por la perniciosa -y falsa- idea de que la realidad de América Latina es «mágica»; y 4. La dinámica de matar al padre no explica la tradición latinoamericana; ningún escritor latinoamericano ha querido asesinar al Boom o a García Márquez; en todo caso, algunos se han enfrentado ásperamente a quienes practican, por comodidad, el realismo mágico; de las generaciones posteriores, tanto los nacidos en los cuarenta y los cincuenta (Bolaño, Piglia, Villoro, Aira) como en los sesenta y setenta (Gamboa, Fuguet, Paz Soldán, Roncagliolo) no se enfrentan al Boom sino que se miden con él y prolongan así la tradición literaria latinoamericana. En resumen, es imposible fijar una característica distintiva de la literatura latinoamericana. En su seno conviven todas las tendencias posibles, como en cualquier tradición. El Boom representa su momento de esplendor, pero sus miembros han alcanzado la inmediata condición de clásicos y por ello su sombra no ha ocultado a los escritores posteriores, sino que los ha animado o revuelto (uno se bate con los clásicos, no los elimina). Aun así, hay grandísimos escritores latinoamericanos desconocidos o poco leídos en el resto del mundo. Me limitaré a mencionar dos: la mexicana Inés Arredondo y el argentino Antonio Di Benedetto.
Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) es autor, entre otras, de En busca de Kilngsor (Seix Barral) y El fin de la locura. (Seix Barral).
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…