Editorial LOM, 256 páginas.
Hace un puñado de años, si no es que dos puñados, cuando la Feria del Libro de Santiago se escenificaba en el Parque Forestal y lectores y escritores se encontraban al aire libre y compartían sin necesidad de pagar entrada ni unos ni otros, Poli Délano nos dijo a un grupo de escritores entre los que nos encontrábamos Fernando Jerez, Carlos Cerda, Juan Cameron y algunos más, si habíamos leído el libro de una niña que se acababa de presentar y a la que ninguno conocíamos. El libro se titulaba “Tejer historias” y su autora, Sonia González. “Esta niña –dijo Poli- nació para contar historias”.
Después que leímos el libro, motivados por aquella recomendación, no pudimos menos que encontrarle razón a Poli. Sonia González nació para contar historias. Y las cuenta cada vez mejor. Desde “Tejer historias” hasta “La línea del día”, hay un buen número de libros y de premios, que dan cuenta de una de las plumas privilegiadas de la narrativa nacional.
En la novela que acaba de publicar Lom, enfrentamos a una mujer que se gana la vida escribiendo, pero escribiendo para otros, por encargo. La protagonista, como autora, está más vecina al fracaso que al éxito. Y como ser humano no alcanza mejor perspectiva.
Su hermana menor, en cambio, es una abogada exitosa y la acoge en su amplia oficina, en la que le dispone un cuchitril para manejar sus asuntos. A este cuchitril llega, el día menos pensado, un hombre tan apuesto como Antonio Banderas, a ofrecerle de regalo su historia de amor. La protagonista, que tiene doble identidad, Lourdes Barrera y Blanquita Muñoz, acepta escribir aquella historia. Pero además debe escribir dos novelas para otros dos escritores que se aprovechan de su talento. Entonces Blanquita, o Lourdes, se ve envuelta en una situación en que participan también Greene y Camus (así nombra a los dos autores que la explotan), el apuesto Banderas y su amada distante, su hermana exitosa, su ex marido, su hijo ausente que de pronto aparece, y ella misma, acaso la persona más importante y al mismo tiempo la más dejada de lado en esta caótica situación.
Las complejidades de la vida diaria saltan de página a página, las personalidades diferentes de los seres que las habitan nos sorprenden y nos golpean, las expectativas aparecen y se esfuman, arrastrando consigo al lector, prisionero de una trama envolvente conducida con la magia de una prosa rica, que rinde tributo a la riqueza del idioma.
“La línea del día” se yergue como una novela profunda y amena, en la que el conocimiento de la intimidad de los personajes aparece nítido, sin rebuscamientos. El dominio del lenguaje de la autora le permite entregar con claridad los signos más abstrusos de personalidades complejas y apasionantes. Sonia González confirma con esta obra su plena madurez literaria, que ya insinuaba al tejer con timidez las historias cautivadoras que nos regaló en la antigua Feria del Libro del Parque Forestal, uno o dos puñados de años atrás.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…