Muertes enamoradas

Por Artemio Echegoyen

«Cuando Monterroso despertó», dice uno de estos cuentos breves de Lilian Elphick, «Kafka se había convertido en un monstruoso insecto». No diremos aquí el desenlace de esta intertextualidad un poco de cajón, pero con un poco de imaginación podrá el lector adivinarlo.

El cuento muy breve, como hemos ya visto en más de un autor, tiende a la alegoría, aun sin proponérselo. Y el no tan breve también. En otra página de «Ojo travieso», este libro color crema, leemos que Clint Eastwood no se hallaba en antecedentes de la fuga del león de la Metro. En otra, Don Quijote le pregunta a Sancho quién es Miguel de Cervantes, quien, al decir del escudero, pretende ser el Caballero de la Triste Figura.

En «Blanco perfecto» se dice: «No le fue bien a Cupido con Guillermo Tell, aunque dos días más tarde, sus flechas quedaron olvidadas debajo de una cama de sábanas perfumadas». El sentido de este texto es equívoco y/o misterioso: las flechas de quién, por todos los diablos. ¿Homosexualidad, asumiendo que Cupido fuese varón? Y la manzana, ¿qué? En «Agradecimientos», acaso, la autora ofrece más luces sobre su concepción del amor: «Agradezco que no me hayas amado como lo hubiera querido. Somos dos fantasmas que no tienen de dónde agarrarse. Hubiéramos besado el aire, dado abrazos al espacio vacío. Y no hay nada peor que enamorarse de la transparencia». Ah, como dijo N. T., que es otro poeta, desconocido y chileno: «El amor, esa mentira / de la que juré ser cómplice un día». Tras la digresión, vuelta a Elphick: «Mmmmmm, mírame y mímame, Martín, moreno moruno, mulato melaza ( )»: se trata de unos tours de force a partir de letras, en este caso la noble M. Y es que hay discursos erotizados con la S y la P, al menos.

Dice Miguel de Loyola que «‘El ojo travieso’ de Lilian Elphick hipnotiza al lector, moviéndose en estos breves relatos por los intersticios más ocultos del alma femenina». Nos desayunamos: ¿existe el alma femenina? Amor y muerte y sus concomitancias estéticas en torno al deseo son una cosa; el alma, en opinión de N. T., vendría siendo «otro discurso», algo muy diferente. Dejo sembrada la inquietud. Y tampoco es que, necesariamente, hay un alma masculina. Pero, como si las hubiera, Elphick apunta sus escépticos dardos-palabras a la fantaseada unión de esas almas, con femenino talante. En fin, la autora es diestra e ingeniosa, como en «Más polvo enamorado», que debemos leer calándonos los quevedos: «Soñé contigo, Pelá. Soñé que te hacía polvo y que tú me lo agradecías». Si no fuese por el mecanismo lógico que importa, sería un poema.

OJO TRAVIESO

Microcuentos

Lilian Elphick

Mosquito, 2007. 88 páginas

En: La Nación