Consecuencias

Por Ricardo Alberto Bugarín

(Microconsecuencias anotadas)

CONSECUENCIAS DE LA ENSEÑANZA

Mi tutor era un hombre riguroso y malvado. En la mirada ya se le notaba la intencionalidad de modelarnos a su antojo. Mi padre había dispuesto mi educación con la intención de sacar de mí un hombre letrado y dominador de alfabetos. Las jornadas de instrucción comenzaban con el alba y no se daban por concluidas hasta muy entrada la noche. El tutor todo lo supervisaba y si por alguna razón se le había faltado a la enseñanza recibida, a puro golpe nos lo hacía saber a la par que no dejaba de gritar su sagrada consigna: la letra con sangre entra. Mi padre, a quien no volví a ver hasta mi madurez, no hubiese aceptado de mí ni el más mínimo reproche.

No sé si ustedes compartirán conmigo el hecho de que hay aprendizajes que nos marcan para toda la vida. “La letra con sangre entra” retumba en mis oídos. Ahora, cuando entremos en Alejandría, vamos a saquear y quemar su renombrada biblioteca.

 

CONSECUENCIAS DEL FRÍO

Este invierno hace un frío estrepitoso, con decir que se nos hiela hasta la escasa sombra que logramos proyectar con este sol tan débil y melancólico que tenemos.

Las gárgolas parecen como entristecidas en la altura y más de una se hubiese tirado al vacío si no fuera que conservan conciencia turística y recuerdan que son uno de los atractivos mayores del pueblo. Pero una de ellas se hizo la loca y se bajó una noche y se acomodó en la izquierda del ábside.

Hoy nos conocen como la iglesia de las diecisiete gárgolas. La número dieciocho se sigue haciendo la loca en su nuevo emplazamiento y no hay tu tía de que se vuelva a su lugar. “Al menos hasta que pase el frío”, nos dijo.

 

CONSECUENCIAS DE LA POBREZA

Éramos tan pobres que lo único que teníamos para comer eran hostias fritas en grasa de velas. Mamá las traía el domingo y las racionaba para toda la semana. Después, en el tiempo de las brevas, mejorábamos la dieta. De ahí, dicen las tías, nos viene esta piel traslúcida y nacarada que nos da caritas de ángeles, esta esmirriada figura que parecemos muñequitos de altar, estas dulces miradas que nos dan un aire celestial. ¡La languidez tiene tantas transformaciones!

 

RICARDO ALBERTO BUGARÍN

(General Alvear, Mendoza, Argentina, 1962)

Escritor, investigador, promotor cultural.

Publicó “Bagaje” (poesía, 1981). “Bonsai en compota” –microficciones-(Macedonia, 2014), “Inés se turba sola” -microficciones- (Macedonia, 2015) y “Benignas Insanías” –microficciones- (Sherezade, 2016).

Textos de su autoría han sido incluidos en antologías argentinas e internacionales.

Diversas publicaciones periódicas y revistas especializadas han publicado trabajos suyos como es el caso de Suplemento Literario de Diario “La Prensa” de Buenos Aires, la revista “Letras de Buenos Aires” dirigida por Victoria Pueyrredón y Suplemento Cultural de Diario “Los Andes” de Mendoza, entre otras ediciones argentinas. También ha sido publicado en Ecuador, España, Italia, USA, Venezuela, México, Chile, Perú, Colombia y Uruguay. Textos de su libro “Bonsai en compota” han sido traducidos al francés y publicados por la Universidad de Poitiers (Francia).

Integra las ediciones “Borrando Fronteras-Antología Trinacional de Microficción Argentina, Chile y Perú”; “¡Basta! Cien hombres contra la violencia de género” (edición argentina) y “Vamos al circo. Minificción Hispanoamericana” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), México.