Por Juan Yanes
Nunca sabremos si somos nosotros o nuestra máscara, porque cuando nos miramos al espejo, mentimos.
J.Y.
Pasa la gente
Me pongo a ver pasar a la gente: pasa una mujer, pasa un hombre, pasan dos niños, pasa un gordo, pasan dos jóvenes, pasa el de la tintorería, pasa el ciego, pasa una señora elegante, pasa uno ambiguo, pasa uno corriendo, pasan dos guardias municipales, pasa una pareja besándose, pasa un obrero. Pasa la gente, pero no pasas tú.
Y yo aquí, sentado en la sillita de ruedas, esperándote siempre.
La pistola
Su padre tenía una pistola porque decía que era del somatén. La tenía guardada en una caja fuerte. Era una pistola bonita, plateada, con las cachas de nácar verdiblancas… Cuando se enteró que su hijo se había metido en el partido comunista, tiró la pistola al mar.
La secretaria
Es alta la secretaria nueva y bien parecida. Los de la oficina dicen que está buena, pero que es entenada del jefe. Esos no piensan más que en follar. A mí me parece una chica triste y callada. Lleva ya un mes. Nadie habla con ella, ni la saludan ni se despiden. Poco a poco se ha hecho invisible, no la ven. Ya nadie habla de ella. Ha dejado de existir, es un mueble.
Amargor
Francisco, el Loco, me recuerda la película de Fellini, se sube a un árbol y grita: “¡Quiero una mujer, quiero una mujer!”. Se pasa horas así, gritando. Es desgarrador. Cuando llega la noche se baja del árbol y se va a su casa. La madre le echa bromuro en el desayuno, pero ni así.
Andresito
Cuando se murió mi hermano Andresito de tifus, a los ocho años, lo metieron en una cajita blanquita blanquita y se lo llevaron al cementerio. Fuimos todas al entierro vestiditas también de blanco. Nadie lloró, ni mi madre. Antes no se lloraba por esas cosas.
IBM
IBM hacía el trabajo sucio del partido, trabajaba en las cloacas del aparato, de fontanero, era el que recolectaba el dinero para las campañas políticas, chantajeando a empresarios corruptos, negociantes sin escrúpulos, ventajistas y de toda esa fauna grasienta que vive pegada al culo del poder: constructores, intermediarios, importadores, inversionistas y banqueros. ¿Por qué lo llamaban IBM? Porque era una Inmensa Bola de Mierda, pero hacía bien su trabajo.
Del pasado heroico
Estuvo mucho tiempo en ese país, al otro lado del Atlántico. Vino hablando con el acento de allá. Vino hablando de lo grandes que eran las estancias, de las nuevas amistades. Hablaba mucho de un coronel retirado con el que entraba y salía. Un día puse el nombre del coronel en internet, estaba en todas las listas de torturadores del país.
Matar rojos
Era policía. Tenía periódicos accesos de locura durante la noche. Se despertaba cogía la pistola, le metía el cargador y empezaba a gritar y a registrar la casa para matar a todos los rojos de la tierra. Mi madre, mis hermanas y yo salíamos corriendo y nos encerrábamos en una habitación de la azotea, tiritando de miedo, a esperar.
El licántropito
Los papás del niño licántropo lo disimulan muy bien, siempre lo llevan vestidito de punta en blanco cuando va a jugar al parque con nosotras. Está obsesionado con que yo haga de Caperucita Roja y él de Lobo Feroz. Yo le digo que no, que no, que es un juego libidinoso. El otro día una niña me dijo que le había visto una mata de pelo negro horrible en el pecho asomando entre los botones de la camisa.
Mi tía Candelaria
Mi hermano y yo veíamos a mi tía Candelaria afeitarse los sobacos, todas las semanas, antes de emperijilarse. Fue el espectáculo erótico más fuerte de toda nuestra santa infancia. «El sobaco es uno de los sitios más inútiles que conozco», deciá ella, pletórica. «Algunos me han venido con majaderías perversas sobre ese lugar, pero no me las creo, ¿verdad que no, niños?», y nosotros alucinábamos.
Cualquier parecido con la realidad sólo coincidencia.