Lo llamaban Comandante Pepe

Novela de una nueva épica en Los Andes del sur

Por Patricio Osses Herrera

Es la historia de un joven estudiante de Ingeniería en Agronomía en la Universidad Austral de Valdivia, llamado Gregorio José Liendo Vera…también conocido como Comandante Pepe, a finales de la década del 1960; en los años 1968, 1969.

En un viaje como trabajo voluntario durante un verano hacia la pre cordillera de Valdivia, Región de Neltume, descubre la situación de miseria de miles de trabajadores forestales, la mayoría mapuches y también la mayoría analfabetos, explotados, desnutridos y mal pagados que viven en chozas con pisos de tierra en medio de una naturaleza prístina. Entonces, junto con un grupo de estudiantes secundarios y universitarios de Valdivia decide actuar para cambiar esta situación. Campañas de alfabetización, jornadas de educación, recuperación de fundos, recursos de administración, innumerables reuniones y asambleas, todo enmarcado en el proceso revolucionario del Presidente Allende. Toda esta gesta épica termina abruptamente el 11 de septiembre de 1973, y Rubén González Lefno rescata del tiempo estas vidas truncadas y nos las expone en la novela.

Si esta novela fuera esa historia solamente sería otro escrito más, cuyo tema es la dictadura militar, lo cual es importante, pero tiene otros elementos que voy a comentar.

En la primera página aparecen algunos elementos fundamentales que estarán presente en todo el relato: «poco a poco Choshuenco junto al lago Panguipulli…» se presenta la ubicación geográfica. En los Andes del Sur, en esta otra cordillera «Madre yacente» o «Serpiente Equinoccial» según escritores chilenos. Luego «se oyen los cascos de un caballo» (el caballo como símbolo de la búsqueda del destino en el hombre) Federico García Lorca y sus caballos. «Tal vez era Liendo» como el héroe sacrificado de «El reino de este mundo» se transforma en una fuerza de la naturaleza y al finalizar la página un hombre mayor recuerda una madrugada lejana, como el sobreviviente de «Ranquil», de Leonardo Lomboy o el viejo pampino de “Santa María de las Flores Negras”, de Hernán Rivera Letelier.

Es decir, ya en la primera página el narrador nos presenta atractivamente su historia. Además, es un narrador omnisciente propio de la novela épica, y en la segunda página plantea algo novedoso, el cuestionamiento del lenguaje para contar, dice: » hay que escarbar en las palabras intentando armonizar conceptos apropiados para narrar».

 

La historia comienza a desarrollarse a partir de los primeros contactos con campesinos del lugar y el asombro de los universitarios citadinos.  Se inician las primeras tomas de fundos y aparecen los personajes centrales, entre ellos dos jóvenes: René “Mono” Acuña y Pedro Barría; jóvenes que al igual que el personaje central del cuento «El hombre de la rosa» de Manuel Rojas», “atraía tanto a los hombres como a las mujeres» (en esta caso a perseguidores y perseguidoras), tanto así que cuando René Acuña es detenido en Santiago, en el cuartel de Villa Grimaldi el despiadado torturador del ejército Marcel Moren Brito exclama: «al fin caíste René Acuña». Ese es el porte de este combatiente.

Pedro Barría, un joven con discapacidad física que usaba muletas de madera, lugarteniente de Gregorio Liendo, pelo largo dorado, querido y respetado por los campesinos. Junto a este personaje aparecen reminiscencias de “Pedro Páramo», de Juan Rulfo.

“Me llamo Pedro Barría Ordoñez, sufrí de poliomelitis…horas antes de ser fusilado, mi padre rogará a los jefes militares…”

“Soy Sergio Pardo Pedemonte, estudiante de Biología Marina en la Universidad Austral de Chile… mi familia jamás conseguirá saber lo ocurrido conmigo…”

“Yo soy Luis Hernán Pezo, trabajador de la fábrica de Neltume… seré fusilado y sepultado en Valdivia…”

“Soy Sergio Bravo Aguilera «El Fuje»… seré detenido, torturado y condenado a muerte…”

“Mi nombre es Ernesto Reinante Raipán, soy mapuche, campesino… seré detenido con dos de mis hermanos y nadie sabrá nunca más de nosotros…”

“Soy René Roberto Acuña Reyes, Presidente del Centro de alumnos del Liceo de Hombres de Valdivia año 1970… mi nombre aparecerá en un listado de 119 detenidos desaparecidos…”

Las voces de los muertos narrando sus últimos momentos que nadie sabía, que otros quisieron ocultar y que ahora conocemos, gracias a esta novela.

Aparecen las descripciones de los bosques de Neltume, de la selva valdiviana: «y en silencio los exploradores mantenían la mirada en los abundantes raulíes respirando la humedad». El hombre y la selva como en «La vorágine» de José Eustaquio Rivera. Pero esta selva sureña no es agresiva, claustrofóbica, es una selva que protege, cobija y ampara a sus habitantes ancestrales que en sus ritos le piden permiso a la montaña para transitarla.

En la montaña también se practican los ritos ancestrales de los dioses del mal como en «El señor Presidente» de Miguel Ángel Asturias; ahora los poderosos queman la choza del campesino que no cumple con la cantidad de troncos labrados y los abandonan junto a su familia a las orillas del lago Choshuenco, como lo hacían los esclavistas en el profundo Misissipi, cuando los esclavos negros no cumplían con su cuota de algodón. Ritos ancestrales del mal que luego se cristalizan con los militares y en el intertanto mucho trabajo político, reuniones con obreros madereros, visitas, contactos y la figura de Gregorio Liendo creciendo como líder natural de este movimiento emancipador.

El narrador deja que hable un testigo presencial de esta epopeya: «Usted lo conoció entonces –claro que lo conocí, una vez fue a nuestra casa y compartimos unos mates, después lo mataron – susurró el anciano – y todos fuimos expulsados de los predios». Es el sobreviviente de «Ranquil» de Leonardo Lomboy, el pampino, de «Santa María de las flores negras», de Hernán Rivera Letelier.

Es en la montaña adonde llega la prensa buscando certificar el rumor de un enorme contingente revolucionario que recuerda «La montaña es algo más que una inmensa estepa verde», de Omar Cabezas de Nicaragua donde un pequeño grupo de militantes sandinistas inició la ofensiva victoriosa.

Durante todo el relato aparecen arquetipos de Karl Jung. El héroe Gregorio José Liendo, también conocido como Comandante Pepe; su viaje iniciático, la casa, su bautismo en la lluvia en medio del bosque, sus peripecias, su amor, las luchas en las tomas de fundos, el héroe y su caballo; su sacrificio y su posterior transfiguración «pasó a caballo, tal vez era Liendo».

Acerca del lenguaje, desde sus inicios el narrador cuestiona cómo decir, cómo entregar esta historia épica ocurrida en la cordillera de Los Andes sur: «y resulta mucho más clara la necesidad de darte un puntapié al lenguaje, estrujarlo y volverlo a estirar». «En la montaña se escribía con otro lenguaje…surge el desafío de sacudir los parámetros de la sintaxis tras la búsqueda de otro vocablo».  El lenguaje del dominador: «todos afuera de inmediato», «al fin caíste René Acuña», el lenguaje de Europa, de Castilla y sus parajes secos, sus árboles pequeños, su dominio imperial. El narrador necesita un lenguaje nuevo para una épica distinta.