Década, poesía de María Inés Zaldívar

Por Miguel de Loyola

Una reciente publicación española reúne la poesía de María Inés Zaldivar. Década, lleva por título, Ediciones Torremozas, S.L. Se trata de un libro precioso, como objeto y contenido. El libro contiene tres poemarios de la poeta y académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile: Artes y oficios (1996), Ojos que no ven (2001), Naranjas de Medianoche (2006).

La poesía de Mané Zaldívar está cargada de una suspicacia que tiene mucho de Parra y un erotismo semejante al de Neruda, y una fuerza de comunicación mistraliana. Las observaciones son precisas, instantáneas cargadas con la luz de una mente en alerta rojo. Y las pulsiones de placer están libres de las ataduras de la razón. Nos enfrentamos aquí frente una poesía que nos hace discurrir, que nos lleva por múltiples vericuetos para hacernos revivir, repensar, desde lo cotidiano a lo trascendente. Estamos aquí frente a una poeta en serio, que envuelve  con la magistral textura de sus poemas.

Ya no nos asombra en Chile que el reconocimiento provenga primero desde  afuera, como sin duda lo es esta cuidada publicación española. Vivimos adormecidos, ignorando el valor de las cosas que tenemos más cerca. La voz de María Inés Zaldívar trasciende los mezquinos deslindes de lo femenino y lo masculino. Se abre hacia ambas dimensiones instalando el sentir del ser integral, el uno, el todo, el hombre, la humanidad. El ser existencial.

Para una muestra un botón. He aquí algunos de sus poemas, elegidos al azar.

Arte de negociar

Se negocia con la

realidad

se negocia levemente

en carne humana

en sangre y huesos

unos pocos más unos pocos menos,

depende.

Se transa en la Bolsa y

al mejor precio en el

Mercado de los Pecados Capitales

se compra o se vende el

más o menos dolor

el más o menos

llanto

Se negocia con la realidad

con ganancia o con

pérdida, depende.

Depende con el cristal con que se

Mire

y, claro, del

ojo

Ellos negociaron y ahí están.

Yo negocio y

Ahí me ven,

gimnasia bancaria

que me estira los tendones

que me vuelve ágil entre

angustia, llanto, huesos, sangre y

otros valores del mercado

Realidad te atrapé, te

tengo controlada, dominada, financiada, casi

a no ser por una

punzada carnicera

enterrada en la

ingle derecha

que me obliga a galopar

con la silla de ruedas

incrustada en la espalda y

por ese ojo de vidrio que

lagrimea

como queriendo lavar,

una a una,

todas las culpas de la humanidad.

¿Sabía amor que me preparo religiosamente para verte?

¿Sabías que en la espera mi cuerpo

se transforma

que me voy poniendo bella

bella y atrevida, bella y silenciosa, bella y descarada?

¿que los huesos se me ablandan

y los pezones se me erectan? ¿y

que el eco de tu olor y de tu piel arremeten contra mi piel

y me arrasa, me invade y me ensordece?

¿Sabías que el recuerdo y la promesa de

tu risa fragante y caliente

se desliza reptando, aferrada a mi cuerpo y

penetra decidida por cada uno de mis poros?

¿Sabía que pienso en ti

y te amo ( y me amo)

y te contemplo ( y me contemplo) deliciosa y suave,

dulce y olorosa como miel que

se escurre espesa, lenta y transparente

y se desliza sobre el

tronco de un solitario olmo que yace bao

el sol del verano?

¿Sabías que en la espera recorro tu cuerpo

y el mío en la memoria

buscando pretextos para detenerte

en cada rincón a preguntar qué será

de ti ( y de mí) y al no tener respuesta abro

los ojos aterrada, me miro las manos, me cuento los dedos

y los días, uno a uno, y me transpiran

y las estrujo, y me convenzo de que es cierto,

de que es cierto, de que ya falta poco?

Mariposas amarilla

Los puños cerrados

se abrieron

Lentamente

y

por sus dedos

se escurrieron

mariposas

amarillas con huellas digitales

en las alas

Unos dedos solitarios

manchados

de polvo

dorado

que quemaba

hasta los huesos

se estrellaron

contra el sol

esa mañana

Hormigas

Cuerpo, emoción

calor, sol que ciega los contornos,

volumen de fuego acuoso

que se esparce

Día amaneciendo en las montañas

atardecer meciéndose en el mar

noche ardiente entre los brazos de la nada

Línea imperturbable que avanza

sin tropiezo de la tierra a la dulzura,

de lo profundo al borde de la mesa

de la cosquilla al picante de la boca

marcando el tiempo un dos, un dos,

un dos, como manecillas de reloj

Breve instante de puntos diminutos

inventándose una historia en el planeta

sobre esta insípida hoja de papel