TTQC Hogar de Cristo.Talagante

Por Silvia Guajardo Pérez (Monitora)

A través de nuestra vida pasamos tantas veces por el lado de algún adulto mayor, los ignoramos  y no somos capaces de ver – parodiando a Neruda- sus coronas de reyes.

Se me ha dado la oportunidad de participar como monitora del programa “Tenemos tanto que contar” en el Hogar de Cristo de Talagante y allí he tenido el privilegio de conocer a un grupo adultos mayores que  han querido participar del programa entregando sus historias de vida. Me siento privilegiada verdaderamente, pues adentrándome en sus almas he llegado a ver sus “coronas de reinas y reyes”. Me han confiado sus experiencias de vida, sus amores y desamores,  sus penas y alegrías;  están dispuestos y  muy entusiasmados con la posibilidad de  traspasar sus historias a las nuevas generaciones para que no se pierdan en el viento. Ellos quieren- especialmente- mostrar cuán diferente era el Chile en los años en que ellos vivían su niñez o su juventud, para que así los chicos de hoy puedan tomar conciencia y valorar la vida fácil que en este siglo se les da “ en bandeja”. Estos adultos vienen del tiempo impensado de la carencia de luz eléctrica, agua potable, gas y televisión.

Así nos enteramos de que a la señora Inés no le permitían pololear porque, si un joven le tomaba la mano, ella tendría una guagüita; entonces el enamorado simplemente se la raptó y vivieron felices por más de cuarenta años y tuvieron varias guagüitas, pero por otros medios. Y el curioso caso de la señora Margarita, cuya pobreza era tal que no tenía zapatos. Su sueño era tener zapatos, pero de taco alto para que se escuchara fuerte su taconear, como  a esas  otras señoras que ella veía desde lejos… Y la solución le llegó cuando pavimentaron el camino: tomó alquitrán y se pegó un par de piedras en los talones; esperó que se secara… y taconeó dichosa por el pavimento.

Todos los integrantes del  Hogar de Talagante son de familias campesinas muy humildes, por lo tanto, sus vivencias son de  cerros, de tierras fértiles, de surcos y semillas… y de mucho dolor por las carencias materiales y afectivas. Y sin embargo, la mayoría son personas alegres, inquietas, pícaras y siempre agradecidas de la vida. Don Esteban Salinas, por ejemplo, no pudo resistir el estar mirando todos los días el sitio trasero del Hogar: árido, estéril, sin gracia… perdido. Por sus propios medios (paupérrimos)  compró todas las semillas que pudo, labró la tierra, la hizo cantar y  formó una chacra prodigiosa con todo tipo de hortalizas que ya han sido degustadas por los comensales del Hogar. La riega a pulso y alma. Es su gran orgullo.

Por eso veo sus coronas: una no deja de asombrarse ante el oropel que hay detrás de sus ropajes sencillos. En esos corazones entusiastas, positivos, emprendedores,  reina la grandeza más allá de los malos recuerdos, de lasnegras experiencias de vida y de lasenfermedades.

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Con gran entusiasmo y alegría se desarrolla el Taller TTQC en el Hogar de Cristo de Talagante. Los integrantes son personas cuyas experiencias de vida son tan ricas que deben ser traspasadas a las nuevas generaciones para  que conozcan el Chile campesino de los años pretéritos.

En la foto: Humberto Fajardo, Efraín Barraza, Ana María Guerrero, Margarita Rojas Soto,  Inés Zambrano Garrido, la monitora Silvia Guajardo, Esteban Salinas Sánchez, Yolanda Zapata Navarrete, José Zorricueta y Arturo Vargas.

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 Los amenos cuentacuentos Margarita Rojas, Humberto Fajardo e Inés Zambrano.

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Don Humberto Fajardo, la monitora Silvia Guajardo, la coordinadora Nyrée Gajardo y don Efraín Barraza.

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Don Esteban Salinas, orgulloso de la huerta que ha cultivado y cuya cosecha de papas, tomates, zapallos, porotitos, acelgas, lechugas y ajíes ya ha sido degustada por los adultos del Hogar de Talagante.

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Doña Yolanda Zapata Navarrete, excelente relatora.