Por Damaris Calderón
El mito es un organismo vivo, posiblemente más vivo de lo que muchos creen, un organismo en el que el inconsciente colectivo o individual ha plasmado sus miedos, sus aprehensiones y sueños en el tiempo en forma de relato.
Su plasticidad, su capacidad preformativa, y el establecimiento de reconocibles paradigmas culturales, ha permitido que el mito sea permanentemente reelaborado, reinterpretado, recreado, reescrito.
Según algunos filólogos, en la etimología de la constitución de la palabra griega, mythos, está presente el asombro. Asombro que es, a mi juicio, constitutivo del relato mítico. El asombro que se convirtió en narración sagrada, primero, en paradigmas culturales, en relatos escritos, después de las sagas orales y también en los mitos locales universalizados.
Incorporando el relato oral, los diversos relatos orales, el cuento popular, las sentencias, refranes y distintos registros y formas del habla, los mitos pasaron a ser el arsenal de la literatura, deviniendo a veces en modelos y personales canónicos. Por ahí andan su Aquiles y su Odiseo, viajando de lengua y lengua en el tiempo y de país en país, una Penélope que no ha cesado de tejer una tela, o una Antígona que, desde el reclamo al tirano Creonte de dar sepultura digna a su hermano, sigue reapareciendo en el tiempo, hasta llegar dolorosamente a los pedidos de las madres de la Plaza de Mayo en Argentina, o en las mujeres, madres, hijas, esposas de detenidos desaparecidos que aún buscan a sus muertos y una lápida y un espacio y una sepultura desde donde honrarlos y prolongar el ritual.
Perteneciente a tan larga data en el tiempo e instalado en la tradición, ¿es posible conseguir una reescritura original , potente de los mitos? A mi juicio sí, es posible; es lo que ha hecho la gran literatura universal y lo que Lilian Elphick asume como un desafío en este libro. Probada ya en las lides del cuento extenso, con sólidas obras dentro del panorama nacional, donde ha dado muestras de su excelencia, Elphick explora el universo mítico occidental con una agudeza cortante. En sus reescrituras está presente el humor, que socava la narración tradicional del mito clásico canónico, está el inteligente manejo de la ironía, la incorporación del habla popular, donde una Penélope fuma Cannabis y le escribe a Ulises, “su rey”, mientras le vende la pescá (*). Una Aracné teje una tupida red de palabras donde se come a los hombres o una Sísifa se lanza al vacío y vuela, libre ya de la roca y del mito. Quiero decir, la voz femenina, excluida del relato mítico tradicional o traducida ( excelentemente por Ovidio en las Heroidas ), aquí recobra su poderío, su discurso, su otra visión de aquel relato heroico canonizado, para cuestionarlo, revisarlo, erigiéndose en otra visión y en un nuevo paradigma.
El gesto podría, en sí mismo, ser osado o gratuito, si la escritura no diera cuenta de la excelencia no ya compitiendo con los modelos, sino partiendo y separándose a un tiempo de ellos, proponiendo no sólo otra relectura sino otra historia mítica. Lilian Elphick se mete con los mitos cosmogónicos, con lo inmanente y lo trascendente, con lo pequeño y lo alto, con una mirada acuciante, un ojo no sólo travieso, sino también develador.
A mi juicio, otro de los aciertos de este libro, es haber escogido el uso de la carta, el recurso epistolar, subvirtiéndolo, y el microrrelato, en la mayor parte de los textos, donde, con una concisión admirable, con unas pocas líneas se consigue cambiar toda una mirada histórica y erigir una nueva arista de un personaje.
Me seduce este libro porque se maneja con inteligencia, con astucia, con belleza, desde una prosa lúdica a ratos; en otros textos , de una fuerza contundente, dolorosa, que cuestiona desde el principio la creación misma y la violencia ejercida desde esos remotos orígenes en la mujer, como es el texto “Adana”:
Mírame las costillas: hay cuatro rotas; te las doy así como están, y el ojo perpetuo en su tinta.
Luego harán de mí la boca incendiaria, el paquete inservible que se lanza al vacío.
Mira el sin refugio, la alambrada, la púa, el diente en el suelo.
Adana es mi nombre.
Repítelo.
Guárdalo en tu corazón para que otros me recuerden como el primer verbo crucificado en las casas de tortura.
Creo que, en el proceso de creación, de vida, las mujeres nos hemos sacado más de una costilla gestando otro universo. Eso hace este libro: a los viejos mitos clásicos consigue volverlos a hacer hablar con una lengua contemporánea y presente, les saca filo, punta, la mano arriesgada de Lilian Elphick, que así nos deja éstas, sus Bellas de sangre contraria.
(*) “Vender la pescá”, “Vender la pescada”: Modismo chileno. Estafar, mentir, engañar, envolver con palabras.
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Bellas de sangre contraria (Microrrelatos).
Lilian Elphick
Mosquito Comunicaciones, Santiago de Chile, 2009.
69 págs.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…