Pedro Juan Gutiérrez: Carne de perro

Por Miguel de Loyola

Pedro Juan Gutiérrez repite en Carne de perro, tópicos y motivos recreados en sus anteriores y conocidos relatos. Nada nuevo, por cierto. Estamos aquí frente a uno de los exponentes más descarnados del hiperrealismo sucio de la lengua española, catapultado por la prestigiosa editorial Anagrama en su afán por apropiarse de los supuestos mejores, o más vendidos exponentes del género narrativo de los últimos tiempos.

Discípulo de Bukowski, aunque inexplicablemente el propio Gutiérrez niegue tal parentesco. Sin embargo, para cualquier lector la influencia resulta demasiado evidente. Gracias a una pluma ingeniosa, como la de Bukowski, y al morbo explícito en sus relatos, semejante también al del narrador norteamericano, y a los temas y motivos abordados, de igual modo sus relatos concitan interés en el lector masa. Si hundimos todavía más la mirada en el túnel del tiempo buscando influencias, podríamos asociar a Gutiérrez con John Fante, el verdadero padre de esta escuela narrativa caracterizada por la espontaneidad verbal, pero el grado de vulgaridad del cubano en las descripciones eróticas, sería una bofetada a ese candor natural que trasuntan los relatos de Fante a la hora de hablar de sexualidad.

La estructura de Carne de perro puede tomarse como nouvelle,  en tanto desarrolla un personaje único puesto en distintas situaciones, y cuyo desenlace abrevia un final semejante o posible para los cuentos. El protagonista, narrador en primera persona de sus propias andanzas, puede entenderse como el alter ego del escritor,  muy al estilo de los narradores norteamericanos ya citados. El relato introduce al lector en la vida de un supuesto escritor cubano, quien pasa sus días deambulando por la playa y la ciudad buscando la manera de matar el ocio. Su mayor preocupación intelectual es el deseo, el deseo de copular con cualquier hembra dispuesta a aceptarlo. Un deseo que cobra tintes pornográficos, por el detalle minucioso y desacralizado de las situaciones descritas. Estamos aquí frente a un exponente excepcional del machismo más radical y primario que ve a la mujer únicamente como objeto sexual, y de las cuales huye una vez saciado el deseo, para regresar cuando la necesidad así lo amerite.

Podríamos relacionar esta Carne de perro con El satiricón, o bien con alguna obra de otro autor cubano con tintes semejantes, como Guillermo Cabrera Infante, por ejemplo, en Ella cantaba  boleros, o bien Tres tristes tigres, pero la carencia de un mundo narrativo más rico y complejo en las obras de Gutiérrez, no permite establecer lazos pertinentes con obras literarias de mayor peso. Estamos aquí frente a una literatura que abusa descaradamente del morbo clásico del lector masa para instalarse, gracias a la Industria editorial,  como producto cultural, enmedio de un mundo ansioso de novedades, deseos insatisfechos, y, naturalmente, de ventas. La habilidad de Pedro Juan Gutiérrez para apropiarse de las claves del arte de la literatura es notable. Sin contar nada importante de contar, hipnotiza al lector hasta la última página. Aunque después el relato se disuelva sin dejar sustancia.

Cabe preguntarse si esta precariedad temática de Carne de perro, es resultado o espejo de la situación socio-política de la Cuba actual, donde reina la pobreza, la prostitución y el desempleo, o, sencillamente, una consecuencia natural del clima ambiental del trópico, donde la fuerza de los sentidos arrasa con la razón y se impone sobre cualquier otro tópico. La respuesta puede resultar simple. Hay, sin duda, muchos  escritores cubanos de talento notable que posiblemente no venden el número de libros de Gutiérrez, pero escriben desde otro ángulo, donde la sensualidad tampoco está exenta, pero se construye sobre la base de una solidez cultural más importante. 

En Confesiones de un burgués, el escritor húngaro Sandor Márai cierra su libro de memorias con algo que podría servir en este comentario: “quien hoy escribe pretende dar testimonio de las cosas para la posteridad…Testimonio de que el siglo en que nacimos celebraba, en otros tiempos, la victoria de la razón. Yo quiero dar fe de ello mientras pueda, mientras me dejen escribir. Quiero dar fe de una época en la que vivía una generación que deseaba celebrar el triunfo de la razón por encima de los instintos y que creía en la fuerza y en la resistencia de la inteligencia y el espíritu, capaces de detener el avance de las hordas ansiosas de sangre y muerte.”