Ave Fénix

El fabuloso pájaro de la mitología egipcia, cansado de morir en el fuego y renacer de sus propias cenizas, un día decidió cambiar de destino: sopló sus cenizas al viento y dejó de ser inmortal.

Pulgarcito

En un lejano territorio, habitado sólo por mujeres, había un ser extraño; tenía veintiún dedos: diez en las manos, diez en los pies y uno en medio del cuerpo. El dedo carecía de uña, era corto y gordito; por eso las mujeres, con cariño y resignación, le llamaban Pulgarcito.

Ícaro

Cuando el sol despegó las plumas de sus alas, volvió la mirada hacia el cielo y rogó a Dios inventar un milagro para evitar su caída.

Tarzán

El hijo huérfano de una pareja de aristócratas ingleses, que sucumbió en una tragedia aérea en un remoto lugar de África, fue adoptado por una gorila mangani. Ella lo alimentó con su teta y lo rebautizó con el nombre de Tarzán, le enseñó a sobrevivir en la naturaleza salvaje y lo convirtió en el rey de los monos. Así pasaron los años, hasta que un día, una chimpancé traviesa, a punto de caer de la rama de un árbol, se agarró por equivocación de la liana de Tarzán, quien por entonces no usaba malla corta ni daga al cinto. La chimpancé quedó colgada en el vacío, en tanto el rey de los monos, de puro dolor, estalló en un grito que vibró en la jungla: ¡Aaaooo-o-aa…!

Penélope

La Penélope de mi pueblo, al saber que su Ulises no volvería con vida de la Guerra del Chaco, destejió por última vez el aguayo, se cortó las trenzas y se entregó al primero que renunció a la guerra.

La princesa infeliz

Érase una vez un castillo. En el castillo vivía una princesa infeliz. El mal de sus males, aunque no lo crean, estaba en que no había nacido para ser princesa.

Cuando contrajo matrimonio con el príncipe azul de una lejana aldea, se sintió la esposa más infeliz que pisaba la tierra, hasta que un día, mientras el príncipe se marchó a la guerra, la princesa huyó del castillo y se casó con el labrador más humilde de su aldea.

Desde entonces, dejó de ser princesa para ser feliz.

Barba Azul

En la habitación prohibida, cuya puerta se abría y cerraba con una llave mágica, Barba Azul, el marido pudiente pero implacable, tenía sesiones de necrofilia con los cadáveres de sus esposas que fueron degolladas por haber visto lo que no debían.

El flautista de Hamelín

Las ratas de Hamelín, que desafiaban a los perros y los gatos, que mordían a los niños y se comían los quesos, decidieron deshacerse del Flautista Mágico, a quien, tras capturarlo como a un peligroso gato, lo desvistieron a dentelladas y lo ahogaron en las turbulentas aguas del río

Blancanieves

Cuando el príncipe resucitó a Blancanieves, los siete enanitos, atrapados por un torbellino de celos, desearon volverla a matar.

Peter Pan

Peter Pan, harto de vivir en el país de Nunca Jamás, harto de creer en los trucos de la hada Campanilla y harto de pelear contra quienes encarnaban el espíritu autoritario del Capitán Garfio, decidió crecer y hacerse un hombre hecho y derecho.

Alicia

Alicia atravesó el espejo sólo para mirar la realidad del mundo al revés.

–Ya ves –le dijo Lewis Carroll–, la realidad no es lo que uno mira sino lo que uno imagina.

Viejo cuentero

El viejo cuentero, experto en las artes del amor, dice que las mujeres bonitas son feas por dentro y que al primer disgusto se les llena la boca de sapos y culebras; las mujeres feas, en cambio, son doncellas encantadas que, al primer beso de amor, pueden trocarse en bellas de pies a cabeza.

El viejo cuentero dice que la mujer fea, a diferencia de la bonita, tiene dos llaves mágicas: una para abrir las puertas de su corazón y la otra para abrir el candadito escondido entre sus piernas.

Las princesas encantadas, dice el viejo cuentero, existen también en la vida real y no sólo en los cuentos de hadas.