Por John Oliver Simon
“¿Quién no cumple cien años?” preguntaba Gonzalo Rojas una vez.
El máximo poeta chileno Gonzalo Rojas nació en Lebu hace un siglo (según el registro parroquial el 20 de diciembre de 1917, pero en realidad un año antes), y falleció en Chillán, poco antes de cumplir una primera centena de años, el 25 de abril de 2011. A principios de mayo pasado, celebramos en España su centenario con un encuentro de sus traductores a seis idiomas. Los invitados eran Ekaterina Jovanovich (ruso), Cristina Sparagana (italiano), Reiner Kornberger (alemán), Fabienne Bradu (francés), Samir Moudi (árabe) y el suscrito John Oliver Simon (inglés).
Patrocinado por la Fundación de Estudios Iberoamericanos Gonzalo Rojas y la Fundación Chile-España, con la presencia de Rodrigo Tomás Rojas Mackenzie, primogénito del poeta, el evento se desarrolló a lo largo de cuatro días entre las milenarias Universidades de Salamanca y Alcalá de Henares, y la Residencia de Estudiantes en Madrid, antigua institución donde, en su tiempo, pernoctaban jóvenes como García Lorca, Dalí y Buñuel.
El poeta español Jordi Doce dio una conferencia magistral sobre los problemas de traducir poesía, descartando el fácil dicho de Robert Frost según el cual la poesía es lo que se pierde en la traducción. “Cada poema contiene en potencia infinitas traducciones”, señaló Jordi. “Traduzco lo que no puedo olvidar”, afirmó en una ocasión la traductora francesa Silvia Baron Supervielle. A continuación, se dio la palabra a los traductores para que armaran una fascinante radiografía de la difusión de un gran poeta a través de varios idiomas del mundo.
Ekaterina Jovanovich contó que la poesía rusa tiene poca experiencia en el verso libre y leyó una típica muestra de tetrámicas rimadas. Por eso, su versión de las largas y flexibles líneas de Gonzalo Rojas abrió un territorio ignoto en el mapa de la poesía rusa. No obstante, dijo que en un país de 140 millones de habitantes es difícil imaginar que un tiraje de mil ejemplares tenga mucho impacto cultural. Reiner Kornberger examinó unos versos bajo una lupa, enfocándose en las dificultades de reproducir los efectos fónicos del español al alemán y de encontrar aliteraciones equivalentes mediante expresiones afines.
Samir Moudi habló de la grata experiencia de trabajar en la obra de Rojas con un equipo de cuatro traductores en el Instituto Cervantes de Marrakech, mientras Fabienne Bradu se preguntó: “¿Cómo describir la música de Gonzalo Rojas? Está hecha, paradójicamente, de fluidez y de rompimientos, de espirales que descienden por el pozo de la página y abruptos cortes de versos que de nuevo impulsan la espiral a dar otro giro. Y al interior de cada verso, aliteraciones y acentos imantan las palabras entre sí, al tiempo que las dispara en múltiples direcciones como un estallido de cristales. A esta música mucho contribuyen las palabras esdrújulas para forjar un ritmo que también es un movimiento”.
Fue una experiencia insólita dialogar a lo largo de varios días en nuestro segundo idioma común con seis personas tan inmersas en la obra de un gran poeta. Tal vez los talleres de traducción que llegaron más al fondo del asunto, no se llevaron a cabo a la luz de día en las universidades sino muy de noche alrededor de una mesa de taberna. No sé si se grabó un recital que dimos en la Universidad Alcalá de Henares, en el que cada uno de nosotros leyó su versión del inolvidable poema de Gonzalo Rojas: “¿Qué se ama cuando se ama?”. Hubo seis voces en seis idiomas y se oyó en cada una las mismas cadencias del poeta.
¿Qué se ama cuando se ama, mi dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte?
Che si ama quando si ama, mio Dio: la terribile luce della vita
o quella della morte?
Qu’aime-t-on quand on aime, grand Dieu: la lumière terrible de la vie
ou la lumière de la mort?
What do you love when you love, my God, the terrible light of life
or the light of death?
Was liebt man, wenn man liebt, Gott? Das schreckliche Licht des Lebens
oder das Licht des Todes?
Что любим мы, когда любим, Боже? Грозный свет жизни
или свет смерти?
ماذا نُحِبُّ حين نُحب يا إِلَهي: أَ نُورَ الحياةِ الرَّهيبِ أَمْ نورَ المَمَاتِ؟
La última vez que vi a Gonzalo Rojas fue en el enero de 2001. En el huerto de su casa chillaneja, me contó que tenía entonces dos novias: una en Concepción y otra muy lejos: en Monterrey, México. Recién había dado un recital en esa ciudad, que la insistente tos de un fumador interrumpía a cada rato. El poeta gruñó: “no soy muy aficionado a la tos” y el inoportuno salió del recinto, todavía tosiendo. Luego le dijeron que el que tosía era el marido de su amante. “¡Cuidado, don Gonzalo!” le advertí. “Allá en el norte de México llevan pistolas, y capaz que lo maten”. El poeta se enderezó a su máxima altura de unos 160 centímetros. “MORIR”, me dijo, “a los ochenta y cuatro años, de la mano de un esposo celoso, ¡esa es la MUERTE de un POETA!”
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…