“El cumpleaños”, de Rolando Rojo

Por Ramiro Rivas R.

 

El personaje protagónico de esta nouvelle ( El Cumpleaños, Mago Editores, 2010) es Alberto, el narrador, que mediante una suerte de corriente de conciencia, va exponiendo, desarrollando y cuestionando una existencia fallida, fracasada y sin sentido. Resulta ineludible recurrir al absurdo sartreano para entender esta obra y comprender a cabalidad al personaje. Sartre nos asegura que nuestro ser es absurdo en su término y en su origen.

Por tanto, la realidad humana es “conciencia desgraciada, sin posibilidad alguna de sobrepasar el estado de desgracia”. Roquentin, el héroe de La Náusea, o Meursault, de El Extranjero de Camus, están marcados por el absurdo, la náusea y la angustia existencial. Se sabe que la filosofía de Sartre condena al hombre al pesimismo y la desesperación. Pero esto viene de Heidegger y, en gran medida, de Heráclito, que quinientos años antes había definido al ser como un absurdo.

Esta introducción viene a cuento para poder interpretar esta nueva nouvelle de Rolando Rojo, caracterizada por esta posición nihilista de la vida. Ya desde la primera línea de esta narración nos expresa que “Todo el mundo sabe que morirá, lo que desconoce es cómo y cuándo. Sólo el suicidio tiene claro su fin”. En consecuencia, el suicidio juega un papel preponderante a lo largo de esta novela. En efecto, Alberto, al cumplir cincuenta años, inicia un recorrido introspectivo por su vida, rememorando especialmente sus fracasos, sus actos fallidos, su existencia sin amor, sin fe ni ambiciones de ninguna especie. La nada, el suicidio como única liberación y definitiva conquista de la libertad individual, como lo sería la locura para Nietzsche, parecieran absorber los últimos pensamientos del narrador, alterados sólo con la presencia enigmática y necesaria de la prostituta Soraya. La obsesión de Alberto por esta mujer lo conducirá a recorrer todo un escabroso infierno personal que lo transportará a la liberación aguardada. Todo el mundo que lo rodea es desacralizado: la moral, el amor, la fe, el matrimonio, los hijos, las buenas conciencias. Para él, la realidad circundante, la sociedad misma, no es más que una constante degradación que lo ha oprimido por cincuenta años. Para Alberto no existe más que la derrota, la frustración y el desconcierto. Su propia militancia comprometida lo ha destinado a un campo de concentración en el desierto nortino, su matrimonio en una rutina insostenible, sus amigos más próximos llevados al suicidio y la locura.

No hay puerta de salida para este sujeto que enfrenta al mundo como un inadaptado, que es abandonado por su mujer y sus escasos amigos, que es despreciado hasta por la prostituta Soraya que se desenvuelve en el mayor de los desamparos. La “náusea” es la constante en este relato; el soliloquio de Alberto su conclusión personal: “A los cuarenta, y no sólo en la mujer, se inicia la pudrición, el aviso anticipado al panteón”. El prójimo es alguien que constituye una barrera, un adversario indeseado que tarde o temprano lo reducirá a un estado de objeto. El prójimo, para Alberto, es el enemigo, el causante de la pérdida de su libertad. La sociedad es opresora, hay que saber desplazarse para no ser aplastado. Los cincuenta años son un lastre ineludible, un tiempo irremediablemente cumplido, sellado, su propio sentimiento de angustia ante la vida. La carencia de una fe religiosa lo deja solo frente a su conciencia. No hay lugar ni pretensión y menos aspiración a un acto final de trágica grandeza. El suicidio es la recta más fácil para un individuo derrotado de antemano por la vida. El mundo moderno lo ha despojado de su humanidad. En su desesperación, Alberto busca la presencia de Soraya, la prostituta que tiene la capacidad de despreciarlo y huir y desaparecer por semanas y meses y reaparecer con renovadas energías para su cumpleaños. El protagonista encuentra en esta mujer especial la liberación lógica largamente aguardada, el epílogo para una existencia arruinada. Soraya pareciera representar el último esfuerzo de salvación de un sujeto condenado desde siempre al fracaso.

Creemos que Rolando Rojo, con esta nouvelle, da un nuevo paso de consolidación en su carrera literaria. Desde sus primeros cuentos sociales, signados por un realismo duro, ha devenido en una escritura de mayor hondura filosófica. Esta nueva novela lo confirma y enaltece.

 

( 19/ 01 / 2011 )