Azucena Franco
EsLicenciada en Historia, con Mención Honorífica, por la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudiante de la Maestría en Literatura Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM.
Ha participado en cursos y conferencias como el de Teoría Narrativa y Literatura Comparada impartido por la Dra. Luz Aurora Pimentel. Asistió como ponente al Sexto Congreso Internacional de Minificción, realizado en Bogotá, Colombia, en octubre de 2010. Fue responsable editora de la revista “Líneas Fronterizas” de los números 25 al 46, publicación avocada a la problemática de las fronteras y la migración en México. En 1992, la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos A.C. publicó su libro La Industria Maquiladora de Exportación en el Estado de Tamaulipas: Un estudio sobre condiciones laborales. Ha colaborado con diversos artículos en la revista mexicana “Alternativas”. Coautora del cuaderno Tóxicos en el hogar, 2009 edición Fronteras Comunes A.C.
Irreversible
Después de algunos besos, el príncipe se convierte en sapo.
El crimen
En el nido vivían tres crías, la pájara madre preocupada porque sus avecitas tuvieran su comida, salía varias veces al día a buscar el alimento, cuando estaba en el nido se acomodaba, ladeando su cuerpo cada vez para proporcionarles la misma temperatura a todos. La madre feliz veía orgullosa cómo crecían sus pequeños. Una tarde en que la familia estaba en reposo, la pajarita se dio cuenta de que algo subía sigilosamente por el tronco, el olor anunció que una enorme rata se acercaba con rapidez. La pajarita, en un impulso para salvarse, voló del nido y dejó a sus hijos a merced del depredador. Oyó de lejos la desesperación, la masacre, no pudo defenderlos, cuando el animal se fue, ella regresó, el olor era insoportable, vio los restos del exterminio, la sangre, partes de la cabeza de uno de sus hijos, la alita del otro, del tercero no quedó nada, la pajarita entonces lloró su culpa, su impotencia, su tragedia.
Un loco amor
El amor que sentía por Raquel era desesperado, la más leve duda de alguna infidelidad le provocaba un tremendo sufrimiento, tan solo el hecho de que otros hombres la vieran, le resultaba insoportable. Dejándose llevar por esa pasión arrebatada decidió hacer algo en lo que no cupiera duda del gran amor que sentía por ella, le demostraría su devoción más profunda, estaba seguro que en el mundo no habría nadie capaz de igualar su proeza. Frente al espejo, con la navaja suiza se cortó, de un tajo, la oreja izquierda. Aguantó un dolor espantoso. Rápidamente la sangre manchó su ropa, el lavabo; con un trapo y el cinturón pudo contener el líquido. Cuando se repuso de la autoflagelación, por fin logró curarse, luego cariñosamente limpió y envolvió su propio pedazo de cuerpo. Con el corazón en una mano y en la otra un estuche para regalo, fue a buscar a Raquel. Al encontrarla, sin más palabras, le entregó la caja. Ella la destapó, miró el contenido y luego dijo en un tono de fastidio:
-¡Ay Vicente!, cuántas veces te he dicho que no me gusta el cartílago.
Microcuentos leídos en el III Encuentro Chileno de Minificción “Sea breve, por favor”. Valparaíso, junio del 2011.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…