Por Camilo Marks
«Grados de referencia, su último volumen, es quizá la ficción más exigente y desgarrada de Mihovilovich. Contada en primera persona por un protagonista que se dirige a otro interlocutor en la forma educada que en Chile usamos para hablarla totalidad del texto está compuesta por la cultivada confesión del hablante».
Intenso, arraigado en lo tradicional y a la vez influido por técnicas modernas, Juan Mihovilovich ha incursionado con rigor y seriedad en casi todos los géneros literarios: la poesía ( Extraños elementos ), el cuento ( El clasificador , Restos mortales ), la novela ( La última condena , El contagio de la locura ) y la biografía testimonial ( Camus obispo ). Si hubiera que definir en pocas palabras un corpus extenso, sin concesiones a la moda ni a dialectos tribales o metalenguajes, a veces difícil y de apariencia intimidatoria, habría que decir que Mihovilovich parece jugarse entero en cada uno de sus libros y, aunque todos ellos sean, a primera vista, parecidos, el lector siempre encontrará hallazgos y se sorprenderá ante historias que retratan los hechos recientes de nuestro pasado, desde perspectivas un tanto lúgubres, si bien nunca con el pesimismo truculento y grandilocuente común a muchos autores de su generación.
Grados de referencia, su último volumen, es quizá la ficción más exigente y desgarrada de Mihovilovich. Contada en primera persona por un protagonista que se dirige a otro interlocutor en la forma educada que en Chile usamos para hablar, esto es, el empleo de «usted» -«Relájese. ¿Le gusta? ¿Se ha percatado cómo una palabra insignificante dicha al pasar puede alterar nuestra vida para siempre?»-, la totalidad del texto está compuesta por la cultivada confesión del hablante. Lejos del monólogo interior, pues se evitan las incoherencias y tanteos orales, sin mayor deuda con el flujo de la conciencia, donde se permite cualquier cosa, ajena al estilo libre indirecto, que objetiva la subjetividad, Grados… es, sin embargo, una curiosa y ardua construcción novelesca. En casi 300 páginas, sin diálogos ni participación de personajes ajenos al narrador, sin un solo punto aparte, en breves capítulos compactos, cuya misma tipografía sugiere densidad, asistimos a un discurso continuo, que sería monótono si no fuera por las distintas inflexiones de quien va exponiendo su vida a un oyente indeterminado. El procedimiento es riesgoso, porque a ratos es inevitable perderse en medio de esta marea verbal. Y también es peligroso, debido a que se presta para interminables digresiones: sobre la literatura, la fama transitoria, la frustración íntima, la incapacidad de ser trascendente, la amistad, la precariedad de la democracia nacional, los problemas gástricos y una infinidad torrencial de temas, algunos interesantes, otros algo prescindibles.
Grados… es un trabajo desembozadamente autobiográfico, aun cuando Mihovilovich se las arregla para disimular e incluso metamorfosear a un héroe que es él mismo. Todos los demás actores -Sergio, Ismael, Luciano, Natalia, Marina Cavieres, alter ego de la inefable Mariana Callejas- son meros nombres, apenas comparsas que acompañan la ruta vital e ideológica de quien resume su existencia en las recientes décadas. Asistimos, entonces, a los años como estudiante de derecho, al matrimonio y la paternidad tempranos, al período del exilio, a la lucha por los derechos humanos básicos, a las etapas de clandestinidad o semiclandestinidad, a la militancia en organizaciones opositoras proscritas, en especial la Izquierda Cristiana, o bajo el alero de la Iglesia, que aquí toman la denominación genérica de Cursillos de Cristiandad. Para ser francos, no eran precisamente asuntos teológicos o de catequesis los que se estudiaban en aquellas sesiones, ya que su amplitud superaba con creces las materias piadosas. Como sea, Grados… contiene la construcción de una personalidad, la evolución de sus gustos poéticos, estéticos, musicales -por ejemplo, al aludir a la gran soprano Jessye Norman-, el desarrollo intelectual del abogado y hombre de letras, en suma, todo lo que ha contribuido a que hoy sea quien ha elegido ser. Al respecto, es reveladora la enumeración de una serie de títulos que el propio Mihovilovich ha editado, con mención de premios y distinciones. Los turbulentos años 80 fueron, sin duda, los más dramáticos y cruciales en la evolución de este copioso novelista.
¿Estamos ante una sucesión de anécdotas egotistas, un ejercicio descomedido en la exhibición del yo? De ninguna manera. No existe la más remota posibilidad de crear textos desprendidos de elementos biográficos y que no reflejen nuestro tránsito por el mundo. Si el autor peca de ingenuidad y cae en excesos retóricos, ellos se compensan mediante la pintura cálida de una época en torno a la cual nada definitivo se ha dicho.
Me interesa tener el libro de Francisco Rivas. ¿Dónde lo puedo encontrar para adquirirlo? Vivo en sector rural de la…