Mi último libro
EL TIEMPO DEL OGRO
Exorcizando el tiempo del ogro
Por Diego Muñoz Valenzuela
Mi libro más reciente es el volumen de cuentos titulado El tiempo del ogro. Son veintiún historias que abordan una variedad de experiencias en los años de la dictadura militar: persecución, secuestro, exterminio y tortura por parte de los servicios de inteligencia, así como el trabajo clandestino de la resistencia en un esfuerzo heroico para recuperar la democracia perdida. Hay también relatos que tratan sobre las consecuencias de las profundas transformaciones realizadas al alero de la dictadura, aquellas que siguen atenazando el presente y el futuro de nuestro país.
Es la historia de un tiempo que los chilenos aún no logramos dimensionar ni entender en toda su compleja influencia en la vida social, sobre la cual seguiremos escribiendo en tanto no seamos capaces de asumirla.
Son cuentos donde -como en toda experiencia histórica intensa y dramática- conviven esperanza, amor, humor, sexo, soledad, miedo, solidaridad, coraje, música, imaginación, idealismo. Monstruos reales y héroes anónimos pueblan las páginas de El tiempo del ogro creando un retrato caleidoscópico de una época que marcó a fuego y para siempre a Chile. Fantasía y memoria, testimonio y metáfora, ficción y realidad se entremezclan para construir una imagen, tal vez un espejo, donde el lector podrá imaginarse a sí mismo inserto en la trama que se desató a partir del golpe militar de 1973.
El libro está dedicado “A Héctor Garay Hermosilla y Remigio Muga Ruiz de Gamboa, extraviados en la neblina densa y terrible del tiempo del ogro”. Héctor Garay fue compañero de curso en la escuela básica No. 48 y luego en el Liceo 7, donde años después conocí a Remigio Muga. Son amistades tempranas y fundamentales. Héctor fue mi primer contacto con la desaparición producto del accionar de la DINA; esa impresión honda y estremecedora la narro en el cuento Bajo el bosque. En otro relato -Después de treinta años- retomo esa historia terrible con otros personajes, que se cierra con un tercer cuento que da título al volumen, escrito a partir de una conversación con Remigio Muga, a quien no vi por más de tres décadas. Remigio contó esa historia tremenda en una única noche de reencuentro ocurrida hacia 2003. Lo que el cuento refiere ocurrió tal cual y me tomó mucho tiempo encontrar la forma literaria para contar esa historia.
Los demás cuentos son independientes entre sí, y ciertamente son simultáneamente ficcionales, autobiográficos, testimoniales y fantásticos. Todo que se narra fue cercano y lejano a la realidad al mismo tiempo: ocurrió tal cual, pero de modo diferente. Las formas de escritura, tiempos y narradores escogidos para cada cuento son aquellos que consideré adecuados para transmitir al lector la complejidad de las tramas y los personajes, pero sobre todo para transmitir la emocionalidad de la situación.
Escribí este libro para plasmar una parte de la historia que experimenté de primera mano en esos terribles años del tiempo del ogro, porque me pareció que podría contribuir a su registro y conocimiento, sin pretender imponer conclusiones al lector: ahí están los relatos, cada cual sacará sus conclusiones. Intuyo que siempre se acercará el peligro de repetir la historia, si es que no la estudiamos y comprendemos a fondo. Lo que aprendí en esa época es que los monstruos están allí, esperando su momento, y pueden regresar en cualquier momento, en la medida que los intereses de los poderosos puedan sentirse de nuevo amenazados.
El proceso de gestación del libro fue muy largo: abarca cuatro décadas de pensamiento, concepción y escritura. Un espacio de tiempo mucho más largo que el periodo que la propia dictadura militar.
El título del libro lo entrega el último cuento, que considero muy relevante, porque contiene claves encriptadas que no comprendo en todo su alcance. El título tiene que ver justamente con eso: un tiempo ominoso y terrible, marcado por la oscuridad, el dolor y una crueldad sin límites. Como si existieran seres espantosos que esperan la oportunidad de salir a ejecutar su misión de muerte; una pesadilla latente que convive con nosotros. El huevo de la serpiente. Eso es el tiempo del ogro, que tiene diversas formas de expresión en la larga historia de la humanidad: el holocausto del nazismo, las camisas pardas, las policías secretas, el terror estalinista, las casas de tortura, los campos de concentración. Mientras no seamos capaces de mirar esa terrible faz nuestra, no podremos desterrar la posibilidad del horror. Cuando comencé a escribir el cuento, el título vino como un campanazo, nítido y repentino. Y al momento de compilar el volumen comprendí que era el mejor título para el conjunto.
He recorrido el espectro de la narrativa escribiendo cuentos, novelas y microrrelatos, desde unas pocas líneas hasta centenares de páginas. Suman a estas alturas doce volúmenes de cuentos y cuatro novelas, reediciones y traducciones, más varias antologías. Los temas han sido diversos, desde los más terrenales a los más fantásticos, manteniendo como preocupación central la humanidad, aquello que da sentido a la literatura. Desde mis primeros días como lector la presunta frontera entre realidad y fantasía me pareció ilusoria. Me nutrí con libros que exploraban esos territorios tan distantes y encontré que trataban de lo mismo.
Mi literatura está poblada por una amplia galería de personajes que pueden convivir en una misma historia. Vampiros, luchadores clandestinos, policías, políticos, científicos geniales, ciborgs, torturadores, dioses, empresarios, verdugos, ángeles, fantasmas, héroes anónimos y locos mesiánicos. Las tramas están compuestas por materiales aparentemente antagónicos: mitología, represión, ciencia ficción, organizaciones criminales, conspiradores tecnologizados. Creo que esa abigarrada mezcla la hace más real.
La dimensión social proviene de mi propia historia. Me correspondió vivir la adolescencia a fines de los 60, cuando el mundo estallaba en esperanzas de cambios profundos. En el caso de Chile, el sueño utópico –una maravillosa confluencia de socialismo y democracia que echaba por tierra varios dogmas- acabó aplastado por un marasmo de sangre y fuego. Tenía diecisiete años cuando se inició la dictadura con su carga de muerte y terror. Me tocó vivir cotidianamente –viví y luché siempre en mi país- ese horror los siguientes diecisiete años. Ese hecho marcó mi vida más que cualquier otro. Por eso la solidaridad, las ambiciones, el odio, el altruismo, la venganza, el amor y el humor son intensos protagonistas de mi mundo narrativo.
El tiempo del ogro posiblemente representa la maduración de una vertiente importante en mi trabajo narrativo: aquel que se relaciona con la impronta histórica que dejó la dictadura en mi generación. También es el resultado de un trabajo extenso y sistemático en el género cuento, que conserva su vigencia y vitalidad como forma narrativa.
De otra parte, trabajo en el campo de la novela: hay cuatro publicadas y varias otras inéditas. La primera, Todo el amor en sus ojos, va en su tercera edición, aborda la narración de dos épocas: la previa al triunfo de Salvador Allende y, en una suerte de contrapunto, los primeros años de dictadura desde la resistencia clandestina universitaria. Es una novela que indaga en la historia con las armas del humor y un lenguaje narrativo desafiante. Las otras tres novelas conforman una serie iniciada por Flores para un ciborg, seguida por Las criaturas del ciborg y Ojos de metal, que irrumpe en la ciencia ficción, aunque tiene elementos de novela negra, social y de aventuras. Seguramente es mi obra más conocida, pues va en su tercera edición y fue publicada en España, Croacia e Italia.
El microrrelato es un territorio que exploro desde mediados del 70. Mis primeras publicaciones fueron microcuentos en revistas semiclandestinas, ilegales. El género me fascinó desde el inicio, porque pone énfasis en la concisión, el uso preciso del lenguaje, la densidad expresiva que promueve y la posibilidad de explorar en los límites con géneros no narrativos, como la poesía, e incluso en la complementación con las artes visuales.
Seguramente continuaré avanzando por estas sendas, tratando de responder preguntas imposibles de formular y -menos aún- de responder. Recoger la historia es uno de los motivos. Otro explorar la complejidad de la dupla realidad/fantasía, que es de una riqueza infinita. Juan Rulfo resumía el sentido de la literatura así: “contar mentiras verdaderas”. Sólo cabría agregar que la materia esencial de la literatura es una sola: la humanidad. Albergo la esperanza de que un día despertemos de verdad y que nunca más ocurran tiempos del ogro en nuestra Tierra.
En Revista Occidente, N° 479, enero- febrero 2018, pp. 60-61.
El análisis no solo es preciso en cuanto a los elementos identificados, sino también bastante concreto al momento de expresar…