floridorperezPor Gabriel Canihuante*

Si uno es algo acelerado, no va a ser fácil asistir a los talleres de poesía del maestro y poeta Floridor Pérez, porque él no tiene prisa, tal como lo demostró en las dos sesiones tipo taller que denominó “Sobre el arte de escribir y el trabajo de corregir”, realizadas en el marco de la XXVII Feria Internacional del Libro y la Lectura de La Serena (del 3 al 18 de febrero).

Es que el maestro se toma las cosas con calma, busca objetos en sus bolsos y no se irrita si no los encuentra al tiro. Y una vez que ha proyectado en una pantalla o muro los poemas sobre los cuales trabaja, de autores tan connotados como Neruda o Parra, tampoco se apura por avanzar.

Con toda parsimonia, se sienta, se levanta, camina por la sala, se pone y se quita los lentes, primero un par, luego otro. Mira a los presentes, le habla a uno u a otro, sin reparar exactamente en nadie. Y va preparando el ambiente. En su momento sacará uno de sus preciados objetos, lo mostrará, lo golpeará contra la mesa o el suelo y dirá solemne: esta es la principal herramienta del escritor.

En una de las sesiones de La Serena, ante un reducido número de participantes, mostró el poema “Autorretrato”, de Nicanor Parra. En distintas versiones, desde 1951, publicado en los Anales de la Universidad de Chile, a la versión de 1969, en el poemario Obra Gruesa. “En 18 años comprobé que el señor Parra hizo 28 cambios a un poema de 32 líneas”. Pero la observación no desmerece el poema ni mucho menos al autor, al contrario, valora en el vate esa capacidad de corrección y coloca esa disciplina como ejemplo, aunque no lo dice con estas palabras.

Aprovecha la ocasión para narrar alguna anécdota en relación a Parra y –de paso- declara su adhesión a la petición del Nobel para el hermano de Violeta. “Si no se lo dan, no importa, el Nobel se lo pierde”, afirma y sostiene la próxima será probablemente la última oportunidad de premiar con el máximo galardón al autor de Antipoemas, entre tantas otras obras.

Cristián Warknen, en su programa Una nueva belleza, conversó con don Floridor Pérez hace algún tiempo. En su introducción, dijo que Floridor Pérez “se ha destacado en un trabajo silencioso, sencillo, perseverante y de gran calidad en sus distintos libros de poesía”. El entrevistador admiró también su “labor inmensa en el campo pedagógico de la edición de literatura y poesía infantil”. En estos más de 45 años don Floridor ha publicado 41 libros, el primero de ellos en 1965: “Para Saber y Cantar”, y en 2010, su Antología “Con lágrimas en los anteojos”, el más reciente.

En ese programa, don Floridor se refirió a su trabajo en talleres literarios como el organizado en La Serena. “El taller muestra el camino, no enseña a caminar”, sostiene. A su juicio, en este tipo de actividades se busca “crear un ambiente donde pueda darse la poesía, con pasión, fraternidad, afecto, cariño”.

Me correspondió, por encargo de la Municipalidad de La Serena, presentar a don Floridor Pérez, a quien ya había oído en lecturas en ferias locales anteriores. Destaqué en mis palabras que Floridor fue Profesor normalista, e hizo clases en una escuela rural en Los Ángeles y fue también profesor de Castellano en el Liceo de Combarbalá, una de las 15 comunas de esta región de Coquimbo adonde había sido relegado. En Santiago, desde su creación, en 1988, ha sido director del Taller de Poesía de la Fundación Pablo Neruda y ha sido profesor en las Universidades de Chile y Católica de Chile, y en los últimos años en la Universidad Adolfo Ibáñez.

“Yo no me comprometería a enseñar a escribir, pero sí me comprometo a enseñar a borrar”, ha dicho en Una Nueva Belleza don Floridor y argumenta que “el trabajo de escribir no termina cuando uno pone el primer punto final. Ahí comienza el verdadero trabajo del creador, que es el recorrido entre el primer borrador y la versión definitiva”.

En otra entrevista, realizada por Patricio Tapia para el cuaderno “Artes y Letras” de El Mercurio, (del 13 de Marzo 2005) se describía la biblioteca que Floridor tiene en su casa: “consta de diversos apartados. Hay uno de diccionarios y obras de referencia, aunque la mayor parte está dedicada a la poesía, sobre todo, nacional. Así, hay varios anaqueles con libros de y sobre Gabriela Mistral. Una de las secciones más destacadas es la que él llama «el altar de la patria», donde están las obras de los poetas que más valora (su patria es amplia, pues allí figura César Vallejo). Otra sección, pequeña, es la «vanidoteca», donde reúne todos los libros de su autoría. Entre ellos, hay uno de tapas duras, en cuyo lomo se lee Obras completas bajo su nombre. Pero al abrirlo, resulta que es una caja vacía con un mensaje escrito en un papel: «¡Gracias por esperar!».

Y desde acá en La Serena, le decimos: Gracias por la visita, maestro.

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La Serena, febrero de 2012.

* Periodista, editor y escritor. Su última publicación es el volumen “La historia de don Crispín, doña Anita y el guaripola y otros cuentos”, publicado en 2009 por la Editorial de la Universidad de La Serena. Para contactos literarios, canimau@hotmail.com