1 Gaby VallejoPor Gaby Vallejo Canedo

La escritura de mujer ha producido en las últimas décadas reacciones de diversa connotación en Latinoamérica. Las más significativas tienen que ver con la negación, el silencio, o con la validación y el reconocimiento.

Cualquiera de ambos extremos, implica la percepción de su existencia; el desconcierto, en muchos casos. Un signo de que algo sucede en torno a la escritura y lectura de mujeres.

Si bien Simone de Beauvoir, Marguerite Yourcenar, impusieron talento, como ensayistas, Francoise Sagan, Anais Nin, Virginia Wolf, Elena Garro, Rosario Castellanos y otras, lo hicieron en la narrativa, fue necesario la riada de Rosario Ferré, Angélica Gorodischer, Isabel Allende, Luisa Valenzuela, Laura Esquivel, Marcela Serrano, Angeles Mastreta y muchas, atrevidas desinhibidas, exitosas, hiciera su irrupción, para probar que algo muy distinto y pujante se gestaba en ese territorio de la escritura de mujeres.

Las universidades de los Estados Unidos y de Europa han apoyado significativamente en la construcción del pensamiento crítico en torno a la literatura escrita por mujeres. Cursos, seminarios, investigaciones, tesis de grado congresos, han potencializado la voz escrita de las mujeres. Algún hecho de magnitud, altamente indicativo justifica todo ese corpus de estudios.

En contraste, espacios como las asociaciones de escritores dirigidas generalmente por prestigiosos intelectuales y escritores muy mayores, permanecen en un pensamiento de mediados de siglo pasado por el que las mujeres eran “permitidas” como escritoras, en homenaje al papel de “adorno literario” que podían representar y como una concesión de los varones a la palabra que venía desde la belleza o delicadeza femeninas.

En las páginas literarias y culturales de la mayoría de los periódicos dominicales sucede casi lo mismo. Se sigue ignorando la producción de las mujeres. O se repiten solamente unos cuantos nombres acompañados de éxito editorial.

En general, en Latinoamérica – puedo estar equivocada – las universidades y colegios conservadores y de prestigio, mantienen sus lecturas y enfoques tradicionales, de mediados de siglo pasado y los establecimientos estatales, donde ejercen la docencia profesores – que necesitan trabajar en otros rubros para sobrevivir – expresan no tener tiempo para leer la producción literaria actual y menos, la de mujeres.

La sociedad en general maneja prejuicios altamente tendenciosos contra la escritura de mujer. Así, los más, no leen libros de mujeres, menos aún las investigaciones y estudios que se publican sobre escritura de mujer en libros y revistas especializadas en literatura contemporánea.

¿Qué significa la producción de mujeres para una mujer escritora, como es mi caso? ¿A qué reflexiones me ha llevado esta decisión de registrar el mundo a mi manera? ¿Qué ha significado este proceso de escribir y leer como mujer?

En primer lugar, el aprendizaje de una lectura nueva. Antes había leído todo texto como nos enseñaron en una sociedad construida por siglos por mentalidades y visiones masculinas. Veía lo que unilateralmente habían visto ellos desde siempre. Hasta que, todos o cualquiera de los que empezaron a leer de otro modo, me dieron la luz. Aprendí a leer a las mujeres y a los hombres con un nuevo enfoque. Descodificar los textos fue todo un proceso, desde el uso de los mensajes, el lenguaje, los elementos evidentes y subyacentes que antes parecían universales. Era, de pronto, asumir un reto muy de fin de siglo. Ya no podía ser inocente frente a los amados clásicos. Cuando retornaba a ellos, empezaba un proceso de relectura, como si me hubiera puesto un lente que me permitía ingresar a lo que estuvo antes invisible. Si bien, cualquier escritor, hombre o mujer, puede escribir indistintamente sobre hombres y mujeres, usando un derecho inalienable como es el de libre expresión de artista, sucede que hasta unas décadas atrás, sólo los varones asumieron ese derecho de describir sensaciones de cuerpo de mujer, pensamientos, sentimientos de mujer y asumiéndolo, construyeron famosos personajes femeninos: Madame Bovary, Ana Karenina, como ejemplos. La relectura de la que hablábamos antes, nos lleva a repensarlas y a entenderlas como productos del sistema masculino de pensamientos de la época.

Amemos o no a Emma Bovary, nos identifiquemos o no con ella, nuestras adhesiones son un terreno movedizo, siempre muy personal, en el que se cruzan nuestras lecturas, el grado de penetración de aquel sistema de pensamientos masculino que nos ingresó y tomó, desde la escuela, a través de la iglesia, incluso desde los mismos libros, por el contexto socioeconómico en que vivimos y por el grado de respuesta que alcanzamos a asumir.

Muchas veces oí decir que el pensamiento no tiene sexo y me pareció irrefutable, pero, en este proceso de revisión encontré una respuesta sencilla. El pensamiento es una estructura mental construida. No se nace con pensamientos. Se va estructurando lentamente, con las ideas que se adquieren, las experiencias de vida, el contexto, los imaginarios de la época, e indudablemente los comportamientos sexuales y los pensamientos y mitos alrededor del sexo. ¿Quiénes construyeron, con carácter de exclusividad la suma de todas las ideas o los componentes del sistema de pensamientos que maneja nuestra sociedad? Es obvio, los varones. ¿Quiénes estuvieron históricamente ausentes en esa construcción? Es evidente, las mujeres. Es, por tanto irrebatible que no fue neutra la construcción. La historia del pensamiento tiene sexo. La vida tiene sexo, el pensamiento que la refleja tiene sexo.

¿Se hubiera podido discutir sobre el tema de si existe o no literatura de mujer hace cuarenta años? No había un corpus significativo sobre el cual hablar. No se percibía una emergencia de obras de mujer sobre las cuales discurrir. No se sentía la necesidad de negar su existencia, necesidad que tienen hoy muchos escritores sin éxito editorial y sin lectores. ¿El insistir en negarla no es evidenciarla? ¿De qué boom de escritores latinoamericanos podríamos hablar ahora, a fines de siglo y a principios de éste, si no es del boom de obras escritas por mujeres, como lo dijo Gerard Martín, “ si no el nuevo Boom, entonces el fenómeno más importante de la época post-boom”?

¿No es cierto que en librerías de todo el mundo, en aeropuertos internacionales se venden obras de mujeres, sobrepasando – en algunos casos – incluso el record de ventas de muchos varones? ¿No es una evidencia las incontables traducciones y ediciones en diversos idiomas del mundo? Podrá decirse que se debe a campañas editoriales, a una osada visión comercial de las editoras. ¿No dijeron e hicieron lo mismo con Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, y otros escritores de nuestros países cuando hizo su aparición el boom latinoamericano en los años 70?

En Guadalajara, México, se han realizado dos encuentros latinoamericanos de mujeres escritoras con el lema «Censura y autocensura en escritura de mujer». ¿Se puede organizar un congreso con el tema de «Censura y autocensura de escritura de varón» ? Imposible. No se nos pasa por la cabeza hacerlo, ni que haya existido alguna vez, una escritura de varón censurada por su condición masculina. A la única censura a la que fueron sometidos históricamente los varones fue a la censura política, al igual que las mujeres. Como el sistema del pensamiento universal siempre fue construido con la participación exclusiva de varones, no fue posible introducir, ni remotamente, la idea de cesura de la escritura por su condición de varones.

Vengo de un país en el que he oído decir a un famoso escritor varón: «Por higiene mental no leo libros de mujeres». Y declarar públicamente, muy orondo, que no ha leído libros de mujeres. Supongo que muchos piensan y hacen lo mismo – sean o no escritores – sólo que no tienen la fama que les permite la soberbia para decirlo. Lo hacen, más sutilmente. Prefieren el silencio, que también es otra manera de atentar contra la existencia.

Ante la presión del mundo occidental en favor de los derechos de la mujer y por tanto, de los derechos de participar en la construcción de mundo más equilibrado, de escribir, de ser leída, difundida, etc, existen varones que reciben este movimiento como una amenaza, como un peligro de desgaste de su hegemonía secular. Las posiciones anteriores sólo sirven para armar distancias. El desafío es encontrar o alcanzar – entre hombres y mujeres – una reflexión más sostenida, más equilibrada, más honesta de parte de todos.

Leer y escribir, son dos procesos que se incluyen a sí mismos. Se lee lo que se escribe, se escribe lo que se lee. Pero no siempre se dan simultáneos. Y en esta búsqueda de explicaciones e interpretaciones sobre lo que pasa con la escritura y la lectura desde el mundo de las mujeres – que es un suceso exclusivo de los últimos años – vemos que se ha dado mucho más el proceso de escritura desde la mujer que lectura de y sobre la mujer.

Posiblemente lo que tengan que decir las mujeres de esta época al mundo, sea exclusivamente lo callado, lo aguantado, como resultado de la opresión, del silencio de siglos. Posiblemente sea la defensa del cuerpo, femenino que fue y es todavía reprimido, vituperado, satanizado. Quizá este desborde sea una búsqueda de nosotras mismas, un exceso de libertad y reforzamiento de nuestra identidad, siempre postergada.

Probablemente no exista nunca un estudio que identifique las características de la escritura de mujer. Sería homologador, plano. Porque las mujeres como los hombres, somos de una infinita variedad. Habemos – más allá de los estereotipos-desde las más frías y crueles, como los hombres, hasta las más tiernas y sensitivas, como los hombres. Ante la variedad sin término de los seres humanos, no creo que sea posible identificar lo específicamente femenino. Por ahora, parece haber algunos componentes inconfundibles, como la ternura, el cuerpo como espacio narrativo, etc., pero, insisto, es transitorio. Pertenece a la escritura de mujer de hoy, como resultado de la exclusión, de la marginación, del silenciamiento histórico Estamos aprendiendo a re-leer y re-escribir el mundo. Estamos aprendiendo a re-leer la palabra de los otros, nuestras palabras mismas, la historia y las historias del arte y por tanto, la historia de la literatura. Por ahora, escribir lo femenino, leer lo femenino, son todavía desafíos. Afortunadamente, en esta búsqueda estamos acompañadas de muchos varones.

Cuando este proceso intenso de reflexión sea compartido totalmente, cuando mujeres y hombres se encuentren en un territorio en que ya no se hagan diferencias de descalificación o silencio sobre la escritura de mujeres, entonces ya no será necesario hablar de «escritura de mujer”.

Mientras tanto, siempre estamos dispuestas a decir nuestra voz, a difundirla, a apoyar nuestra escritura. La revista “Teluria”, experiencia del Comité de Mujeres Escritoras del PEN-Bolivia, es una muestra. Hemos organizado cuatro Congresos Nacionales de Mujeres Escritoras y llevamos, cuando podemos, a otros lugares del mundo, ideas, libros y revistas.

Esta V Jornada Internacional de Mujeres Escritoras, es justamente un lugar más, en que se contribuye a una reflexión sobre la deuda que tiene la humanidad con las mujeres.

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«Escribir lo femenino, leer lo femenino, para ser nosotras mismas» fue presentado en la V Jornada Internacional de Mujeres Escritoras, São Paulo, Brasil, mayo 2012.

Gaby Vallejo nació en Cochabamba, Bolivia, en 1941. Es profesora de Literatura y Lenguaje y licenciada en Ciencias de la Educación. Tiene un postgrado en Literaturas Hispanoamericanas, (Caro y Cuervo, Bogotá, Colombia), una pasantía en Literatura Infantil, (Internationale Judengbibliotek, Munich, Alemania) y cursos diversos de Interculturalidad y Bilingüismo, (UMSS, Cochabamba, Bolivia). Docente por 18 años en la Universidad Mayor de San Simón, (Cochabamba, Bolivia) y encargada de Bibliotecas Populares y del Centro de Documentación de Literatura Infantil del Centro Portales, Fundación Patino, por 16 años, (Cochabamba, Bolivia). Es fundadora del Taller de Experiencias Pedagógicas y de la Biblioteca Th’uruchapitas y del Comité de Literatura Infantil-Juvenil de Cochabamba. Es integrante del Comité Internacional NAMBOOK, (Corea), miembro como Biblioteca Thuruchapitas de la Fundación Global para la Infancia, (USA); presidente por varias gestiones de la Unión Nacional de Poetas y Escritores de Bolivia, presidente por varias gestiones de la Asociación Mundial de Escritores, Filial Bolivia; expositora, panelista y conferencista en varios Congresos Internacionales de la IBBY International Board on Books for Young people, (Basel –Suiza) de la Asociación Latinoamericana de lectura (IRA- USA), del PIALI, Programa de Acercamiento a la Literatura Infantil (México).

Es autora de varias novelas, un libro de cuentos, 7 ensayos y más de 10 libros de relatos para niños.