Por Cecilia Aravena

Liu Zhenyun, en su novela “Yo no soy una mujerzuela”, crea una sátira mordaz del sistema burocrático chino, al tiempo que ofrece un retrato de la condición femenina en una sociedad en transformación. A través de la figura de Liu Xuelian, la novela explora temas universales como la justicia, la identidad y la autonomía individual.

Así, Liu Xuelian, protagonista de esta novela, se convierte en una figura emblemática de la resistencia frente a un sistema burocrático opresivo y profundamente machista. El título de la novela, «Yo no soy una mujerzuela», es en sí mismo, una ironía que subvierte los estereotipos y las expectativas sociales. La protagonista encarna una compleja amalgama de arquetipos femeninos chinos. Desde Pan Jilian, el arquetipo de la mujer adúltera; Dou E, quien representa a las víctimas de graves injusticias; Xiao Baicai, conocida como «la lechuguita», un personaje de la dinastía Qing que simboliza a las mujeres injustamente agraviadas; y Bai Suzhen, la mítica serpiente blanca que personifica la capacidad de transformación y reinvención. La novela teje una rica tapicería de referencias culturales que resuenan en la experiencia de la mujer contemporánea.

Se exponen con agudeza las mañas de la burocracia y el abuso de poder por parte de la dirigencia, obsesionados con el control y los cálculos mezquinos. Este retrato convierte a la novela en un puente que conecta el pasado con el presente: por un lado, se evocan las tradiciones, costumbres y normas del legado cultural chino, mientras que, por otro, se exploran las tensiones de una sociedad que exige una visión más centrada en los individuos y sus anhelos.

Liu Xuelian se presenta como una mujer audaz y resiliente, quien decide divorciarse de su esposo en un acto calculado para evadir la política del hijo único y proteger a la hija que lleva en su vientre. Sin embargo, lo que inicialmente parece un divorcio falso se transforma en un drama personal cuando su esposo aprovecha la situación para casarse con otra mujer. Este giro inesperado desata una lucha feroz en Liu Xuelian por conseguir que el sistema judicial reconozca la falsedad de su divorcio. Su batalla la lleva a enfrentarse a los intrincados laberintos del aparato gubernamental, ascendiendo desde las instancias locales hasta las más altas esferas del poder central.

En este recorrido, el lector es testigo de la complejidad de la burocracia china y de su relación con la ciudadanía. En la narrativa hay un humor negro, que contribuye a aliviar la tensión. La novela revela los prejuicios y creencias que pesan sobre las personas, así como las estructuras piramidales de las instituciones que a menudo aplastan las aspiraciones individuales. A pesar de las innumerables barreras que enfrenta, Liu Xuelian desafía las restricciones impuestas, demostrando una valentía inquebrantable en defensa de lo que considera justo. Aunque la novela está anclada en la realidad china, sus temas son universales: la lucha por la justicia, la resistencia frente al poder, la búsqueda de identidad.

Llama la atención la forma en que se cuenta la historia de Liu Xuelian, con un narrador omnisciente, que habla desde la cabeza de cada uno de los personajes de la historia. Se detalla con precisión el espacio social donde habitan, con sus normas y costumbres. Este entorno da verosimilitud a la historia, lo que es clave para los lectores de occidente. También, se narra el espacio psicológico de los personajes, lo que influye en el tono de la novela, en el que se mezcla la ingenuidad e idealismo de Liu Xuelian con el pragmatismo de los otros personajes. Respecto al espacio físico, se describen poco los entornos, lo que para los lectores es una pena, ya que se tiene la expectativa de conocer más de Beijing y de otras ciudades de China a través de sus principales obras literarias.

Esta obra fue llevada al cine con el nombre de “Yo no soy Madame Bovary” en el año 2016, ganando varios premios en el festival de cine de San Sebastián.