En la reciente FILSA 2024, se presentó al escritor Mai Jia, importante novelista chino actual que se ha dedicado especialmente al ámbito de los servicios secretos. Ha recibido múltiples premios por su trabajo creativo y sus libros han sido traducidos a gran cantidad de idiomas. A continuación, un comentario de Ramón Díaz Eterovic sobre su novela EL Don, que ha tenido amplia repercusión en China y todo el mundo.
Mai Jia: El don o los sinsabores del espionaje
Por Ramón Díaz Eterovic
Mai Jia (1964) es uno de los escritores chinos de mayor popularidad en la actualidad. Se estima que ha vendido más de 15 millones de ejemplares de sus novelas, las que además han sido adaptadas para el cine y la televisión. Sus obras conocidas en español son “El don” y “En la oscuridad”. Se declara admirador de Jorge Luis Borges y considera que los escritores talentosos son “los que aman la literatura y también a la humanidad”.
“El don” es una novela de suspenso protagonizada por el criptógrafo Rong Jinzhen, un particular agente secreto que, al contrario de los habituales espías ingleses o estadounidenses, no se caracteriza por la acción vertiginosa ni el uso de sofisticadas armas. Su fuerte son los enigmas y su principal herramienta es su mente especialmente dotada para la reflexión y los cálculos matemáticos.
“El don” no tiene como centro una historia de espionaje clásica con misterios, asesinatos y delaciones. Y si bien encontramos algunos de los elementos señalados, su eje es la historia de un hombre y su talento, enfrentados a los dilemas que le pone por delante la vida, entre los que se encuentran superar su oscuro origen, crecer al amparo de sus maestros de turno, y luego enfrentar a un enemigo que no se nombra, pero que menciona como un peligro para su país. Rong Jinzhen es “un genio matemático, alguien que desde la infancia había estado en contacto íntimo con la interpretación de los sueños; un hombre que había estudiado la filosofía china y el pensamiento occidental, y que había explorado las complejidades de la mente humana”.
La primera parte de la novela está dedicada a reconstruir el pasado de Rong Jinzhen, desde su traumático nacimiento en el que muere su madre y hasta el momento en que es reclutado por el servicio secreto chino para descifrar claves que permitan interceptar las comunicaciones de sus eventuales enemigos. Un largo tiempo marcado por la soledad y en el cual se ha convertido en un ser retraído que poco a poco va descubriendo las posibilidades que le da el don que ha traído felicidad y también desgracias a su familia. Una vez presentado el personaje, la novela sigue sus pasos para descifrar dos importantes códigos, llamados negro y púrpura. Una tarea que consume sus energías y lo lleva a recorrer la frágil línea que separa la locura de la genialidad. El criptógrafo sabe que su trabajo requiere de una mezcla de azar y esfuerzo. “La combinación de suerte y trabajo es necesaria –dice-; de lo contrario, ¿por qué íbamos a decir que este oficio requiere una suerte proveniente de más allá de las estrellas?”.
“El don” es una buena muestra de los nuevos aires que recorren la narrativa china actual. Su acierto está en la cuidada y atractiva presentación de la vida interior de su protagonista; su conciencia atormentada y su cuestionamiento permanente para sobreponerse a sus debilidades. Y tal vez, el mayor misterio no esté en las claves que deba descifrar, sino que en la forma como el personaje va descubriéndose a sí mismo hasta aceptar el destino que la vida o el azar le han designado. Rong Jinzhen intuye que el éxito de su trabajo está relacionado con su propio fin; y a pesar de eso, permanece fiel a su labor y consigue sorprender una vez más a los que le rodean y desconfían de los alcances de su talento. El don es una novela atrayente. Su intriga está bien construida y mejor dosificada. Aunque a ratos parece avanzar con cierta lentitud, finalmente gana un ritmo que debería convencer a la mayoría de sus lectores. Su apuesta principal está en la vida y destino del protagonista, un ser frágil al que le gusta refugiarse en los sueños, aunque sabe que “los sueños son una especie de infierno”.
Mai Jia es un autor capaz de proponer personajes y mundos convincentes. A los 17 años se alistó en el Ejército donde siguió estudios en la Academia de Ingenieros y en la Academia de Bellas Artes. Al igual que su personaje, trabajó muchos años en labores de criptografía, lo que se aprecia en la detallada descripción que hace de esta actividad. Y más allá de la etiqueta de autor de suspenso con la que se promueve, hay mucho más que simple entretención en las páginas de su novela. Está la especial existencia del protagonista y la presencia de un mundo, el del espionaje, dibujado con trazos kafkiano, y del que nadie puede escapar sin tener que enfrentarse a poderes que actúan desde las sombras y que disponen de las personas como si fueran piezas de una confusa y difícil partida de ajedrez.
Ramón Díaz Eterovic
Es asombroso descubrir cómo se articulan las ideas y pasiones en torno a la poesía habiendo tanta distancia geográfica -nunca…