En la FILSA, el domingo 10 de noviembre fue presentado el notable escritor chino Liu Zhenyun, integrante de la delegación china al evento. Cabe destacar que Liu Zhenyun es uno de los autores más distinguidos en la narrativa de su país, traducido a más 20 idiomas y con alta repercusión mundial.

En la presentación intervinieron el profesor y traductor Sun Xintang, Liu Zhenyun y los escritores chilenos Ramón Díaz Eterovic y Roberto Rivera.

A continuación el comentario de Ramón Díaz Eterovic sobre la obra de Liu Zhenyun.

Liu Zhenyun en la narrativa china de hoy

Liu Zhenyun (Henan,1958) es uno de los autores más destacados en el actual panorama de narrativa china, traducido a una veintena de idiomas. Obtuvo el prestigioso premio Mao Dun por su novela “La palabra que vale por diez mil”. Años atrás estuvo en Chile, invitado por la sede chilena del Instituto Confucio, impartiendo charlas en Arica y Santiago, en las que expuso sobre sus inicios como escritor y las principales características de su extensa obra. La obra de Liu es muy popular en su país y un rápido recorrido por su obra lo hacemos a partir de las cuatro novelas que tiene traducidas al castellano, algunas de las cuales se pueden encontrar en librerías de Santiago.

“Yo no soy una mujerzuela” y “Teléfono móvil” son dos novelas que abordan situaciones más recientes en la sociedad China; y “La palabra que vale por diez mil” y “De regreso a 1942” se sostienen en hechos históricos ocurridos durante el siglo XX. En ambas líneas, Liu Zheyun se nos presenta como un autor atractivo de leer y profundo en sus reflexiones sobre lo que narra. En “Yo no soy una mujerzuela” Liu Zhenyun apunta sus críticas hacia la burocracia y la corrupción. Dos males que hacen decir a uno de los personajes: “La corrupción y las conductas poco éticas son nuestro mayor dolor de cabeza porque provocan el mayor descontento del pueblo”.

La historia se centra en Liu Xuelian una mujer que se ha divorciado de su marido para esquivar la política de hijo único y proteger de ese modo a la hija que porta en su vientre. El divorcio es parte de un acuerdo con su marido y por lo tanto se supone falso. Pero, el marido piensa de otra manera y a poco andar contrae matrimonio con una nueva mujer. Desde ese momento, Liu Xuelian decide conseguir que un organismo judicial declare falso su divorcio. Pero, las cosas no serán fáciles para la mujer y durante muchos años deberá recorrer los distintos escalones de la burocracia gubernamental para obtener el dictamen que precisa. Liu Xuelian se constituye en el prototipo de la mujer que rompe las barreras que le impone el medio y es capaz de revolucionar su entorno por una causa que considera justa.

En su novela “Teléfono móvil”, Liu Zhenyun narra la vida de Yan Shouyi, conductor de un programa de televisión que se caracteriza por sus erráticas decisiones, y que un día deja su teléfono olvidado en su casa desatando una serie de cambios en su vida. Utilizando el celular olvidado, su mujer descubre sus engaños, luego tiene problemas con su amante y finalmente llega a su vida una conviviente con la que tampoco las cosas son muy apacibles. Todo esto, más una serie de buenas historias paralelas, está contado en tono de comedia, pero tras el acento irónico o humorístico hay una aguda mirada al modo en que se desarrollan las relaciones sociales y económicas, el desmedido deseo de poder y dinero rápido; los cambios tecnológicos y materiales que intervienen de pronto en las vidas, como un tornado que las despoja de contenidos y valores.

Liu Zhenyun nos muestra una sociedad que puede ser la China o cualquier otra que conozcamos. Una sociedad donde hay muchos medios de comunicación, pero no necesariamente una mayor o mejor comunicación. Las parejas se comunican todo el día, pero no se dicen nada; y lo que es peor, y como le ocurren al protagonista de la novela, los mensajes se confunden o se difunden cuando no se desea. Una sociedad que como bien lo sabemos en Chile, la vida privada ha desaparecido, la intimidad puede transformarse en una escena pública, las mentiras se hacen cada vez más difíciles de sostener.

En la segunda de las líneas narrativas mencionadas se encuentra la novela “De regreso a 1942”, la que los estudiosos de la narrativa china actual ubican en lo que denominan la “nueva novela histórica”, tendencia narrativa que ha tenido un gran impulso en China desde 1990 a la fecha. Se trata, en términos generales, de novelas que describen distintos episodios de la historia china contemporánea, no desde la perspectiva de los grandes hechos o de personajes destacados, sino que desde el testimonio de personas que fueron testigos o protagonistas de los sucesos que se abordan.

En “De regreso a 1942”, Liu Zhenyun trabaja con entrevistas y artículos de prensa relacionados con la gran hambruna y posterior plaga de langostas que asoló a la provincia de Henan durante los años 1942, ocasionando la muerte por hambre de más de 3 millones de personas. En esa fecha, China estaba gobernada por el Partido Nacionalista que se oponía a las fuerzas de Mao y parte del país se encontraba invadido por los japoneses a causa de la guerra desarrollada entre 1937 y 1945. En 1942, la provincia de Henan sufre una intensa y prolongada sequía que afecta drásticamente los cultivos de trigo y otros cereales. La situación es grave, pero nadie parece preocuparse por la situación que vive en la apartada provincia. El gobierno nacionalista de la época seguía cobrando impuestos a los empobrecidos agricultores y, además, éstos debían contribuir con forraje para la alimentación de los animales del ejército. La desgracia cae sobre los campesinos cuando se hace evidente la falta de comida. Son treinta millones de personas sometidas a una situación extrema.

Liu Zhenyun describe toda esta situación con cuidadosos detalles y apoyado en documentos de la época. Se explaya en las manifestaciones de la hambruna y la reacción de la gente que va desde alimentarse con hojas, cortezas de árboles y animales domésticos, hasta caso de asesinatos por una ración de trigo. También se describen las dolorosas escenas que se producen cuando los hambreados campesinos intentan salir de sus pueblos utilizando el tren o emprendiendo desesperadas caminatas. El relato de Liu Zhenyun es sobrecogedor en todo su desarrollo.

La palabra que vale por diez mil es probablemente su novela más popular y conocida. Una novela de largo aliento que atraviesa todo el siglo XX y entrega un amplio cuadro de historias individuales y colectivas en la que un ramillete de personajes representa, con mayor o menor fortuna, la vida que les ha tocado en suerte. Un extenso período unido por la existencia de tres miembros de una misma familia: Moisés Wu, Cao Qinge y Niu Aiguo. Tres personajes con existencias marcadas por la búsqueda permanente de algo que cambie el rumbo de sus vidas, de sus anhelos y hasta de los nombres con los que se identifican.

La palabra, la que se dice y la que se calla, es el factor común de esta novela mosaico, en la que una infinidad de personajes se relacionan entre sí, unidos por lazos familiares, sentimentales, relaciones laborales y sueños que se van desgastando en el ejercicio de oficios muchas veces duros, de mera sobrevivencia. La mayoría de los personajes viven el efecto de no expresar en palabras un sentimiento, o bien el efecto de los que otros han dicho sobre ellos y sus destinos. Es también una novela sobre la soledad, en la que no faltan los personajes que viajan miles de millas por encontrar un amigo que los escuche, que los consuele o aconseje. En tal sentido, llama la atención que, en un mundo habitado por millones de personas, los ámbitos individuales carecen de afectos enraizados, de compañías que hagan más llevable la existencia cotidiana.

“La palabra que vale por diez mil” es un relato que no da tregua al interés del lector. A las historias principales se van sumando otras, subordinadas o laterales, que en su conjunto dan una imagen muy atractiva de la vida en China. Si algún paralelo se pueda hacer de esta novela con alguna que conozcamos en el ámbito latinoamericano, sin duda es con “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez. En ambas novelas la realidad está poblada de aspectos fantásticos, y en ambas hay una voz que refleja las vivencias de múltiples personajes que, por sobre todas las cosas, se empeñan en vivir y ser amados.

“La palabra que vale por diez mil” es también una novela de fuerte color local: los diversos trabajos que ejercen los protagonistas y personajes secundarios, sus comidas y vestuarios, la música que escuchan y los espectáculos que observan, la manera en que se relacionan en el día a día, las formas en que expresan sus alegrías y temores, la organización de las familias, las relaciones laborales, los vínculos de la gente con credos propios y foráneos. Reseñar el sinnúmero de anécdotas que pueblan esta novela es una tarea imposible. Si es posible decir que todas son atractivas y que en su conjunto dan a esta novela el carácter de novela mayor e imprescindible en el panorama de la narrativa china que conocemos en traducciones al castellano. La escritura de Liu Zhenyun es simple, directa y llena de matices. Su voz se apropia con acierto de dichos y citas de versos tradicionales; construye personajes llamativos, historias que provocan risas y dolor, escenarios que se pintan con riqueza de detalles. Al terminar de leer “La palabra que vale por diez mil” sentimos que hemos sido testigos de un cuadro social palpitante y lúcido.

Ramón Díaz Eterovic